La triste paradoja de la violencia de género
Un problema de todos.
La mano no es la mano sola ni el pie anda solo. Contrario a lo que mostraba Dedos, el personaje de “Los Locos Addams”, la mano sólo funciona porque está vinculada a todas las otras partes del cuerpo. La mano no puede funcionar de la misma manera si no está en relación, ojalá armoniosa, con las pestañas, el hígado y los riñones; y la prueba más clara de esto es cuando ese equilibrio se rompe, como ocurre en los casos de diabetes avanzadas en que hay que optar por la amputación en favor de las otras interconexiones del cuerpo. Y todos estos elementos, a su vez, están compuestos por miles de millones de células que dependen entre sí.
Esta idea tan simple es el argumento más contundente que hay en contra de la violencia, dice Judith Butler en entrevista con The New Yorker: “Cuando ejerzo violencia sobre alguien también ejerzo violencia sobre mí misma, porque mi vida está unida a esta otra vida”.
La epidemia de feminicidios que azota el continente no es un problema de las mujeres ni de los países en que está siendo más evidente, como México, sino un problema de todos. Con el asesinato de cada persona se atenta contra una serie de vínculos (relacionales, culturales, económicos, etc.) fundamentales para ser quienes somos e indispensables para poder seguir siendo.
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Por eso esta vez, en el mes de la mujer, hemos decidido centrar nuestra portada en dos movimientos latinoamericanos de duelo colectivo por la violencia a las mujeres y defensa de la vida: el colectivo chileno LasTesis, con su performance “Un violador en tu camino” y el Paro Nacional de Mujeres organizado en México por las Brujas del Mar.
En ambos casos, tanto en los millares de mujeres que han cantado con desgarro “¡El violador eres tú!” como en la decisión de las mexicanas de mostrarle a su país cómo es un mundo sin ellas, hay un gesto combativo que se resiste por todos los medios a ser violento. Incluso allí, cuando la venganza pareciera tener sentido, y en esto seguimos las ideas de Butler todavía.
Son gestos combativos y no violentos porque lo que hacen es dar un paso adelante, un paso que requiere valor, fuerza y energía, sin que su fuerza sea tan desmedida que atente nuevamente contra nuestro tejido de relaciones.
Rescatamos estos dos movimientos latinoamericanos porque se han tenido firmes en la protección de las relaciones y la vida, como los músculos se contraen y duelen rabiosamente para salvaguardar la herida.
Los presentamos con dolor por las mujeres muertas y por todos los vínculos que se quebraron. Con dolor por los hombres y los niños que también viven esa violencia, por los ancianos, por las carcajadas y las historias perdidas, por las uniones que ya no serán. Pero también con esperanza, porque es en estos gestos donde cuidamos nuestras relaciones y nacen nuevas posibilidades.
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