El Alcalde de Filadelfia Jim Kenney visitó AL DÍA Newsroom
En una entrevista exclusiva con AL DÍA News, el alcalde de Filadelfia, Jim Kenney, habló sobre su infancia en una familia de clase obrera del sur de Filadelfia…
No había ni un solo asiento libre.
Días antes de que en AL DÍA volviésemos a abrir las puertas de nuestra sala de redacción para que la audiencia sea testigo de nuestras entrevistas a líderes y figuras públicas, el aforo de sillas ya estaba agotado.
El alcalde Kenney llegó acompañado de su séquito a las 6 en punto de la tarde, y se hizo el silencio. La audiencia, que sin hacer ruido, se sentó en el pequeño auditorio y oyó la conversación que por más de una hora empezó de inmediato.
-¿Qué tal ha ido su día?
Fue nuestra primera pregunta para el alcalde, antes de que las cámaras comenzaran a grabar.
Probablemente esta no era su última parada en un largo día de campaña, alternada con el horario feroz de dirigir los asuntos públicos de la ciudad como alcalde, siempre pendiente de las horas que rápido pasan cada instante del día, durante las que también debe prepararse para responder de una forma políticamente correcta a las preguntas de aquellos expertos que deliberadamente buscan dar una vuelta de tuerca al último altercado político– algo frecuente en una ciudad actualmente dividida por una inesperada carrera a tres bandas para las próximas primarias a la alcaldía de Filadelfia, que, pocos se dan cuenta, está ya a la vuelta de la esquina, este próximo 21 de mayo.
Las primeras primarias a la reelección del alcalde de Filadefia en las que el líder político de la ciudad has sido desafiado en más de 32 años, no por uno sino por dos contendores.
No es de extrañar que el alcalde pareciera apreciar el inicio desenfadado de la conversación en AL DÍA.
De ahí en adelante, lo que siguió fue un diálogo que duró exactamente 1 hora y 15 minutos, en una conversación ininterrumpida durante la cual la voz de Kenney se quebró por un momento al recordar la reciente muerte repentina de su padre; también se tornó en sonrisas cuando habló del inicio de su carrera política armado con un diploma de Ciencias Políticas de la Universidad La Salle; y también se volvió solemne cuando respondió a una pregunta sobre el procesamiento judicial por corrupción de las figuras políticas locales que cíclicamente ocurre cada cierto tiempo en Filadelfia.
En resumen, la conversación prolongada con Kenney reveló otra cara del alcalde de origen irlandés de Filadelfia, una a la que los miembros de la audiencia (que no podían hacer preguntas por acuerdo previo con la oficina del alcalde) no ven en sus múltiple apariciones públicas y a la que reaccionaron después, cuando este se marchó, reanudando la charla menuda entre votantes definitivamente sorprendidos.
Una cara más personal, definitivamente más espontánea, más real, quizá más intrigante.
En esta entrevista exclusiva con AL DÍA, el alcalde número 99 de Filadelfia habló sobre su educación humilde en el sur de Filadelfia, abundó sobre su apasionado apoyo a la creciente población de inmigrantes de la ciudad, se centró por un momento en el panorama político local que se encuentra en plena ebullición, y se detuvo a hablar por un momento sobre las posibilidades de que la ciudad elija a un alcalde latino como su sucesor.
Hernán Guaracao: Usted creció en el vecindario de Whitman, en el sur de Filadelfia, una región actualmente poblada por mexicanos y personas de diversos orígenes, diferentes a los irlandeses e italianos que habitaron esta sección de la ciudad en el pasado. ¿En qué se diferencia el actual sur de Filadelfia de aquel en el que creció?
Jim Kenney: En primer lugar, no considero que la comunidad mexicana y otras comunidades de latinos del sur de Filadelfia sean diferentes de las irlandesas e italianas. Son la siguiente oleada de inmigrantes, en base a la cual fue establecido este país. Recordemos que los primeros refugiados en los EE. UU. fueron los peregrinos, quienes huían de la persecución religiosa y llegaron a Norteamérica como refugiados. No descubrieron el lugar, aquí ya vivían los nativos americanos, quienes mostraron compasión por los peregrinos y les enseñaron cómo cultivar la tierra, cómo confeccionar su ropa, y cómo sobrevivir durante el invierno. Eso es lo que deberíamos estar haciendo aquí, actualmente, con nuestros refugiados e inmigrantes. Que una persona sea documentada o indocumentada no cambia su condición humana. Un pedazo de papel no nos hace seres humanos.
Volviendo a mis raíces irlandesas. Cuando los irlandeses llegaron a los EE.UU., fueron obligados a salir de su país a causa del hambre. Cerca de un millón de irlandeses murieron de hambre y otro millón irlandeses emigró. No fue hambruna, fue hambre. Eran agricultores arrendatarios que trabajaban bajo el control de los británicos, y la comida estaba siendo enviada fuera del país –barcos que llevaban toneladas de comida a Europa y a otros países para lucrarse–. El único cultivo de subsistencia era la patata y, en realidad, no era siquiera la patata, sino tubérculo. Entonces, cosechaban la patata y le daban a los irlandeses, a los agricultores arrendatarios, los tubérculos para que se los comieran. El cultivo de patata fue fallido durante varios años. El peor de estos fue en 1847, conocido como el 47 Negro (Black ‘47), cuando los cultivos en los campos se tornaron negros, estaban como el petróleo, y no podían siquiera ser consumidos. Entonces se embarcaron en barcos [...] conocidos como buques-basura y viajaron a Norteamérica. Hubo gente que murió en el viaje, estaban hacinados en los orificios de los barcos. Cuando finalmente llegaron, los supervivientes salieron de los barcos a gatas y fueron a Boston, a Nueva York, a Filadelfia, a Baltimore y otras ciudades a lo largo de la costa este.
Nos dijeron que no éramos bienvenidos. Que debíamos irnos. Que éramos sucios. Que éramos pobres. Que no hablábamos inglés [...] porque no lo hablábamos; hablábamos [la lengua gaélica]. Nos dijeron que no podíamos vivir en ciertos lugares, que no podíamos solicitar trabajo. Que los irlandeses eran una trama creada por el papa para tomar el control de los EE.UU., algo similar a lo que se dice actualmente sobre los musulmanes. Y no nos fuimos, nos quedamos. Ellis Island abrió en 1892 y nosotros llegamos en la década de los años 40, todos éramos inmigrantes indocumentados.
Nos dijeron que no podíamos vivir en ciertos lugares, que no podíamos solicitar trabajo. Que los irlandeses eran una trama creada por el papa para tomar el control de los EE.UU., algo similar a lo que se dice actualmente sobre los musulmanes. Y no nos fuimos, nos quedamos. Ellis Island abrió en 1892 y nosotros llegamos en la década de los años 40, todos éramos inmigrantes indocumentados.
Mi punto es que si uno es estadounidense con origen extranjero y no es nativo americano ni afroamericano, porque son dos historias diferentes, y hace de menos o menosprecia o quiere encarcelar a los hijos de los refugiados, en realidad no está haciéndole honor a su propia herencia en este país. Y es por eso por lo que me molesta que la gente diga cosas estúpidas o crueles sobre los inmigrantes.
Cuando veo a los inmigrantes latinos en el sur de Filadelfia, lo que veo son núcleos familiares: madre, padre e hijos que trabajan, empiezan un negocio o trabajan para alguien más [...]. Estas son las personas que uno quiere atraer porque en algún momento harán precisamente lo que hicieron los irlandeses, y los italianos, y los judíos que viven en el sur de Filadelfia, forjarán su camino. Y lo están haciendo. Si uno observa el mercado italiano, la composición del mismo, es un mercado internacional, y el extremo sur de 9th Street es básicamente mexicano, en su mayoría. ¡Eso me alegra!
El gran problema con Trump, además de que es ignorante y cruel, es que él representa a las personas que temen el cambio de color en el país. Esto es lo que impulsa el enojo, lo que impulsa el temor; lo que impulsa la agresividad, el ver que el país se torna cada vez más moreno y oscuro, pero ¿y qué? Es la evolución natural de las cosas. Yo no me siento ofendido ni temeroso al respecto. ¡Creo que es maravilloso!
HG: Una de las cosas que leí, y me impresionó mucho, fue que usted fue el primero de su familia en asistir a la universidad, el mayor de cuatro hermanos, y que su padre y su madre tenían dos empleos para poder enviarlos a escuelas católicas, donde usted estudió ciencias políticas en La Salle University. No es el único líder político que conozco que asistió a esa universidad para estudiar antes de practicar. ¿Es algo que le hace más competente?
JK: (Ríe) No, lo que hace que uno sea competente es la experiencia y la gente que uno tiene a su alrededor, que le enseña y le permite crecer. Otra cosa con respecto a mis padres [...] –y le confesaré que mi papá acaba de fallecer en diciembre [...], así que si tienes padres, por favor, abrázalos y no permitas que mueran cuando exista enfado entre ustedes (ese no fue el caso con mi padre)–. Pero uno se da cuenta el impacto físico y mental tan fuerte que tiene esa pérdida [...] Cuando mi papá envejecía y estaba cada vez más enfermo, sabía que eso llegaría eventualmente [...] pero murió de un ataque al corazón, rápidamente. Murió frente al salón del sindicato donde estaba almorzando con sus amigos bomberos jubilados y ellos fueron las últimas personas con las que estuvo. Creo que eso le hizo feliz.
Pero mi vecindario en los años 60 no era precisamente el vecindario con la actitud más abierta. Muchas cosas estaban sucediendo. El término “sucio negro” era bastante común. Uno lo escuchaba a diario, más de una vez al día. Y había mucho conflicto. El año 1968 fue uno de los peores que recuerdo, aparte de estos últimos dos. La gente no se sentía segura respecto al futuro del país e insegura respecto a las relaciones entre razas, sobre los derechos civiles. Nixon se había postulado para la presidencia contra George Wallace y Hubert Humphrey –había un defensor de la supremacía de la raza blanca entre los candidatos [...] pues, se postuló para ser presidente pero no fue presidente, como el que tenemos ahora– [...]. Había mucha tensión, la Guerra de Vietnam estaba en su mayor apogeo, el Dr. King y Bobby Kennedy fueron asesinados y todo era un caos.
Pero en el hogar donde fuimos criados, en hogar pequeño en una calle pequeña, sin árboles, solo asfalto, éramos seis en una pequeña casa de tres habitaciones con un baño, pero en esa casa uno no tenía permiso de expresarse con esos calificativos espantosos. No teníamos permiso de hacerlo. Ninguno de nosotros. ¡Y Dios guarde si lo hacíamos! Me habrían lavado la boca con jabón. A alguien que visitaba mi casa y decía algo así le decían: “Acabas de cometer una infracción. ¡A la próxima te vas!”. Y se convirtió en una broma familiar. “Vaya, no puedes decir esto en casa de Barbara…”. Así es, y creo que eso es lo que hizo que mis hermanos y yo no reforzáramos el prejuicio.
Los niños no nacen con prejuicios, nacen perfectos. Los adultos los arruinan. Creo que fue Oscar Wilde quien dijo que todos nacen perfectos y luego aprenden a hablar [ríe]. Así que tuvimos la ventaja de que no teníamos que caer en el racismo o en prejuicio de mis padres y eso fue maravilloso para mí [...] y fue igual para mis hijos porque tengo algunos parientes a quienes les gustaba usar esas palabras inapropiadas y en mi casa se les dijo: “No hagan eso en frente de mis hijos; no reforzarán los estereotipos negativos y racistas en mi hogar”.
HG: Usted fue electo por primera vez en 1991, cuando apenas tenía 33 años de edad. Ha estado en la política durante toda su vida profesional, básicamente. Tras haber sido alcalde durante cuatro, o potencialmente ocho años, ¿ser gobernador o senador estadounidense es algo que considera para su futuro?
JK: Intento llegar al 21 de mayo en vez de empezar a hacer planes sobre eso (ríe) No sé. Tengo que ver cómo me siento. Uno debe evaluar cómo está su salud, cómo están sus finanzas [...] En el 2015, yo no tenía probabilidades de postularme, sentía que había llegado lo más lejos que podía, legislativamente, y de otra manera, en el Concejo. A veces uno se queda demasiado tiempo y no es tan eficaz como puede ser. Había considerado la idea de ser candidato a alcalde y no parecía que iba a cuajar.
Luego Ken Trujillo tomó la decisión de no postularse y había todo un personal de campaña ya establecido y se acercaron a mí y me dijeron: “Las cosas son así. O te postulas esta vez con toda esta infraestructura o no te postularás nunca, y lo que no queremos es que cuando tengas 60 o 70 lamentes no haberlo hecho”. Así que con solo 100 días de plazo, decidí postularme. No creí que fuera a ganar. Pensé que haría un buen trabajo, un trabajo digno, y me iría bien pero luego ingresaría en el sector privado y me despediría del gobierno y, por algún motivo u otro, fui exitoso y creo que las cosas suceden por algo.
Francamente, me encanta el trabajo, pero no es siempre divertido. Hay cosas con las que uno tiene que lidiar, cosas que uno ve, y cosas de las que uno se percata [...], es decir la crisis de los opiáceos, la violencia con armas, la pobreza, todo es una carga muy pesada. Estamos lidiando con tres a cuatro siglos de racismo institucional y pobreza. Tratar de pensar que uno resolverá esto en cuatro años [...] se puede abordar, se pueden colocar las cosas en la dirección correcta, pero los resultados de lo que estamos haciendo en estos cuatro años, probablemente no veré los frutos hasta dentro de mucho tiempo. Pero creo que lo que estamos haciendo es poner las cosas en la dirección correcta.
HG: Ahora que dice eso, pienso en el presidente Obama y el presidente Clinton. Fueron hombres tan enérgicos en cada una de sus carreras y luego ocho años más tarde tenían el pelo canoso, se estaban quedando calvos. Usted ya ha perdido mucho cabello [ríe]. ¿Pero qué es lo que tanto les divierte de estar en el cargo?
JK: Soy responsable. Esto no es como una dictadura benévola o un rey iluminado. Esta es una democracia y un gobierno grande. Y no soy la persona más inteligente en el gobierno, pero soy apasionado, soy comprometido, soy inteligente pero no soy la persona más inteligente cuando trato con personas que trabajan para el gobierno. Tengo personas con mucha experiencia en finanzas e ingeniería, en el sector policial y para combatir incendios y no les doy órdenes como “tú haz esto y tú haz aquello”. Colaboramos y tenemos un proceso colaborativo que creo que es muy eficaz.
HG: Pero, de nuevo, ¿qué hay de divertido en eso? ¿La capacidad de juntarlos a todos y mover las cosas más rápidamente en la dirección en la que cree que debería dirigirse la ciudad?
JK: El gobierno no se mueve rápidamente y sin duda no tan rápidamente como a mi me gustaría. Asignamos fondos e intentamos abordar los problemas y algunas veces son inabordables. Para muestra, un botón: la crisis de opioides. Tuvimos un campamento en las vías ferroviarias que había estado allí entre 15 y 20 años. Había gente que moría en las vías ferroviarias de sobredosis. La comunidad y los líderes electos querían que resolviéramos ese problema. Así que tuvimos que planificarlo. Tuvimos que lidiar con todos los asuntos constitucionales [...] Es difícil. Tienen todo tipo de derechos de paso institucionales y control con respecto a las propiedades, así que tuvimos que negociar eso, negociar el coste, y finalmente lo hicimos, finalmente hubo movimiento, y luego limpiamos y aseguramos todo. La gente se trasladó a otros lugares y empezaron a hacer campamentos bajo los caballetes del tren sobre esas cuatros calles al lado de Lehigh Ave.
Y luego hubo otra nueva serie de problemas con los que tuvimos que lidiar: cómo mover los campamentos de manera constitucional, cómo integrar a las personas en los servicios de vivienda y de adicción; creo que fueron 160 personas o más las que ingresaron en servicios de vivienda o de adicción. Había que tratar con los no adictos y que viven en la comunidad y tienen temor, temen por sus hijos, temen el crimen y tienen derecho a temer todo esto. Por lo que uno tienen que balancear sus necesidades.
Es necesario balancear a la Policía, la manera en que responde cuando hay que crear programas para trasladar a la gente. No podemos salir de esta crisis de opioides encarcelando a todas las personas. Lo intentaron en las décadas de los 80 y 90 con la cocaína y el crack, y lo único que hizo fue encarcelar a una generación de personas, arruinar familias, separar a los padres de sus hijos [...] Había abuelos a cargo de sus nietos. Todas esas cosas resultaron del encarcelamiento. No podemos eliminar la adicción mediante el encarcelamiento; es una enfermedad, es algo que tenemos que tratar, pero es muy difícil y no se logra rápidamente. Nos tomó todos esos meses mover cuatro campamentos adicionales porque tuvimos que lidiar con el tribunal, con los defensores, con las normas constitucionales, y encontrar los recursos para que la gente recibiera tratamiento y vivienda.
HG: En 2014, cuando era concejal, usted introdujo leyes exitosas, que pusieron fin a los arrestos por posesión de pequeñas cantidades de marihuana. Filadelfia se convirtió en la primera gran ciudad del país en despenalizar la marihuana. ¿Se siente orgulloso de esto?
JK: Sí. No exhorto a las personas que lo hagan. No creo que uno debe ser arrestado por eso. Creo que es una sustancia que ha estado en existencia desde los egipcios. Creo que la razón por la que fue penalizada, en primer lugar, fue porque un congreso estadounidense predominantemente de raza blanca y masculina, quería alejar “la hierba diabólica” de sus hijos, convirtiéndola en la droga número 1 de la lista.
Creo que los que mostraba la información es que alrededor de 4,200 personas al año eran arrestadas por estar en posesión de menos de una onza. En general, se trataba de un par de porros en su bolsillo. Y ese 83 por ciento de los arrestados por posesión de marihuana eran de raza negra o morena. No se les puede colocar un registro de arresto a los hijos de las minorías y esperar que puedan tener empleo e ingresar al ejército y hacer las cosas que quieren hacer. Sencillamente no es justo.
Y en la práctica, no tenía sentido. Un policía detiene a un jóven, probablemente no debió registrarle los bolsillos, en primer lugar, encuentra la sustancia, le coloca esposas, lo mete en el asiento trasero del carro, lo lleva a la estación de la policía, los dos oficiales ya no están de turno ahora, deberían estar de descanso y ellos tienen que entrar a la estación, registrar sus huellas, fotografiarlos, retener al joven hasta que sea liberado por un comisario de fianzas… es un proceso disparatado.
Cuando yo era jóven en el sur de Filadelfia, lo que hacían si nos agarraban con cerveza y marijana es vaciar la cerveza en el drenaje o sacudir la bolsa y luego decían: “¡Vete de acá y no vuelvas!” Pero no nos encarcelaban. No creo que debieran encarcelar a nadie por eso. Hemos tenido suficientes encarcelamientos en nuestra nación. Tenemos la capacidad de hacer algo por los demás en vez de ponerlos tras las rejas.
HG: En 2015, ganó las elecciones primarias por mayoría aplastante, según los medios, 55.83 por ciento de los votos venciendo a una atestada competencia de cinco candidatos, incluso al senador de Pensilvania Anthony Williams y a la ex fiscal distrital Lynne Abraham. ¿Cómo piensa abordar las elecciones hoy, en comparación con la última vez que se postuló?
JK: La última vez que me postulé era mi único trabajo. Era un candidato y sólo eso hacía las 24 horas del día, siete días a la semana. No tenía otras responsabilidades. Ahora es diferente porque tengo un empleo, uno y medio diría, en cuanto a los horarios, y es difícil hacer campaña mientras uno está trabajando. Las personas me critican por no presentarme para ciertas cosas. Pues se debe a que tengo cosas programadas como alcalde y no puedo dejar de hacerlas para hacer campaña. Tengo un horario bastante lleno. La mayor parte del tiempo es para la prensa para que sepan en dónde estoy si necesitan encontrarme. La mayoría de las preguntas de la prensa a las que respondo son en conferencias de prensa que no tienen que ver con lo que me están preguntando. Entonces saben dónde estaré y estaremos haciendo algo sobre el tema de la recreación o reconstrucción o algo, y ellos tienen otros asuntos que han surgido y que quizá sean o no controversiales, pero allí me encuentran. No es que no esté disponible. Lo estoy, pero solo puedo hacer las cosas para las que haya espacio en mi horario que no sean mis funciones como alcalde.
HG: Esta ciudad se ha transformado y ahora es el hogar de miles de milenios de Baltimore, Boston, Nueva York, la ciudad de Mëxico y pueden votar. ¿Cuál es su estrategia para que los electores jóvenes participen, especialmente la población de los milenios?
JK: Creo que están más conectados de lo que creemos. Pienso que las elecciones de 2018 y las de 2020 han mostrado y mostrarán que los jóvenes están comprometidos, que les preocupa su ciudad y su país, y que se presentarán a las urnas. Salieron a las urnas en 2018, y volverán a salir, espero, en 2019, y luego en 2020.
Creo que están muy comprometidos y muy conectados y hemos tratado de abordar aquello que es importante para ellos [...] Me alegró que la educación sea importante para ellos. La educación preescolar es realmente algo que les importa porque muchos de ellos quieren formar una familia. Viví una situación muy interesante, fue anecdótica, pero me hizo sentir bien con respecto a que vamos en la dirección correcta [...]
Cuando hay personas de fuera que se trasladan a la ciudad, que compran en la ciudad, sobre la base de la escuela en su vecindario [...] es como una revelación. Pero esa situación no existe en todos los vecindarios en la ciudad y nuestra responsabilidad y nuestra meta es que esa elección sea realizada por las familias que quieren criar a sus hijos en la ciudad porque el sistema educativo es bueno.
HG: Otra cosa nueva que ocurre es que tenemos una generación de candidatos milenios, probablemente sin lapicero en el bolsillo, que se postulan para el Consejo general . ¿Cómo se integra a estos próximos líderes potenciales al sistema?
JK: Hay unos cuantos milenios que cuentan con una buena cantidad de dinero. La última vez que escuché, había dos o tres con más de $200,000. Y hay otros que luchan por recaudar fondos. No me gusta tratar la cuestión de la posición de los candidatos, pero es una realidad. Si uno se encuentra en la posición 1, 2 o 3, no está en condiciones perfectas, no significa que uno ganará, sólo significa que tendrá que trabajar mucho más tocando puertas y haciendo cosas innovadoras y captar la atención, pero si uno está en los primeros cinco lugares, si se traducen en un voto.
HG: ¿Qué es lo que más le enorgullece en su primer período de gobierno?
JK: La educación preescolar. Creo que el impuesto sobre bebidas, aunque es controversial [...] alguien sabe quién es Jimmy Kimmel? Bueno, pues colocó a un reportero en las calles y se acercó a las personas y les planteó dos preguntas: ¿Cuál es su opinión sobre Obamacare? ¿Cuál es su opinión sobre la Ley de atención médica asequible? Casi todas las personas a las que entrevistaron sobre Obamacare dijeron No me gusta, es terrible, horrible. Pero ¿cuál es su opinión sobre la Ley de atención médica asequible? Me parece genial! Me gusta mucho. Para mí, esa pregunta es como preguntarles a las personas sobre el impuesto sobre bebidas y luego sobre la educación preescolar. La encuesta sobre el impuesto sobre bebidas es algo como 60/40 No, la educación preescolar tiene un 80 por ciento o más de Sí. No creo que se puede tener uno sin el otro y le diré que los candidatos que se postulan para derogar el impuesto sobre bebidas, también se postulan por derogar la educación preescolar y por derogar las escuelas comunitarias, y derogar REBUILD.
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Este es mi vigesimoctavo presupuesto. No hay dinero que sobre por allí. Tanto la industria de las bebidas y mis opositores dicen que deberíamos sacar dinero del saldo del fondo. Pues el saldo del fondo actualmente es de alrededor de $360 millones, que es robusto que jamás hemos tenido. No es suficiente para las agencias calificadoras, aún están descontentas. Pasamos de una perspectiva negativa a una positiva, pero no hemos subido otra letra porque quieren que coloquemos más dinero en el balance del fondo.
Lo que hicimos fue colocar dinero en un fondo para tiempos de necesidad, donde colocamos $90 millones en el transcurso de cinco años. El fondo para tiempos de necesidad [...] no hemos colocado un solo centavo en el mismo hasta ahora. Y eso es importante porque se requieren de 12 votos para sacar fondos del fondo para tiempos de necesidad. Se necesitan 9 votos para meter dinero y 12 voto para sacarlo.
En 2008, cuando Michael Nutter tuvo que lidiar con la recesión, tuvo que recortar los programas hasta lo más profundo. Nadie estaba contento. Entonces, si podemos contar con dinero en esos momentos [...] Y la otra razón es que si tenemos una recesión o algún tipo de corrección, hemos tenido saldos de fondo tan bajos como de $20 millones o menos. Las agencias calificadoras pierden los estribos. Pero si eso sucediera en el futuro, y no tuviéramos el impuesto sobre bebidas, tendríamos que cancelar la educación preescolar, las escuelas comunitarias, y cancelar Rebuild. Porque esos programas no se pueden sostener cuando se cuenta con un saldo de fondo que sube y baja. Y no hay dinero adicional. Si existen fondos adicionales, los usamos en las escuelas. Le hemos pedido al consejo que autorice la apropiación durante seis años por $1.2 mil millones en fondos, $700 millones en nuevos fondos para nuestras escuelas públicas. Y eso significa $200 millones al años durante seis años, es dos veces la cantidad que han obtenido anteriormente. Bill Hite y la Junta escolar y los maestros y todos los involucrados han hecho una excelente labor mejorando las notas de los exámenes (de manera constante) en la dirección correcta en las áreas de lectura, matemática e índices de graduación. Queremos seguir mejorando y acelerando esto.
HG: ¿Qué se ha logrado como resultado de su decisión de colocar el control de las escuelas municipales en manos del gobierno municipal?
JK: Pienso que la gente tiene más fe en que una junta local con vínculos locales, con acceso a la gente de la localidad, puede administrar un distrito mejor que dos designados de Harrisburg. Todo el SRC empezó hace 17 o 18 años porque los legisladores se resistían a darle más fondos a las escuelas de Filadelfia y se les ocurrió este plan de que si estaban en control o ejercían la supervisión fiscal del distrito escolar, las escuelas funcionarían mejor y eso les daría la capacidad de darles más fondos.
Lo que sucedió es que perdimos mil millones de dólares en el transcurso de un período de 17 años. Nos fue bien mientras contábamos con el reembolso de las escuelas charter, pero eso fue bajo el gobierno de Rendell. Así que cuando un niños se trasladaba de una escuela pública tradicional a una escuela pública charter, alrededor del 20 por ciento de los fondos se iban con el niño porque aún existen costos fijos en la escuela pública tradicional que no se pueden obviar. Aún hay que pagarle a los maestros, hay escuelas que necesitan calefacción, ninguno de los costos se reducen tanto porque uno o dos niños se van de la escuela. Cuando son muchos los que se van, y el 20 por ciento se va con ese niño, uno aún puede hacer su trabajo.
Cuando Corbett fue gobernador, eliminó el reembolso de las escuelas charter, lo que significa que el 100 por ciento de los fondos se fueron con el niño. Por lo que no recuperamos dinero alguno del estado para compensar cuando el niño dejaba la escuela pública para ir a la escuela charter. Decidimos que nadie nos salvaría. Y vamos a Harrisburg y tratamos de cooperar y obtener nuevos fondos de ellos y de nuestros legisladores estatales. Jordan Harris es actualmente uno de los líderes, hacen una gran labor, pero son una minoría. No puedo esperar que hagan milagros. Washington, olvídemoslo. Aunque el gobernador está a favor de las escuelas públicas y hace su mejor esfuerzo aún tiene que se aprobado por la legislatura republicana. Decidimos que si esperamos otra generación, vamos a fallarle a otra generación. Son nuestros hijos. Son nuestras escuelas, son nuestra responsabilidad.
HG: Hablemos sobre la decisión de declarar Filadelfia una ciudad santuario. ¿Cuál es el coste que ha pagado Filadelfia por su postura contra el gobierno federal y por qué lo hacemos?
JK: Seguramente es dinero que no queríamos gastar, pero no cantidades exorbitantes de dinero. Muchos bufetes jurídicos hicieron trabajo probono. Es un caso importante para ellos. A los bufetes de abogados les gustan este tipo de casos prestigiosos y llevan los casos por menos dinero de lo que cobrarían normalmente [...]
HG: Me pregunto, ¿por qué está poniendo su capital en una comunidad que no puede votar por usted?
JK: Porque es lo correcto. Tenemos que llamara una Ciudad Acogedora porque “santuario” aparentemente se ha convertido en una palabra peyorativa. No entiendo por qué. En Latin significa segura y sagrada. ¿Quién quiere una ciudad segura y sagrada, verdad? Dios guarde.
Para mí es una cuestión de que para que podamos ser justos y seguros, y la seguridad es un tema importante, nuestras comunidades de inmigrantes, tanto los documentados como los indocumentados, no podemos tenerle miedo a la policía. Sencillamente no puede ser así. Hubo una situación en el sur de Filadelfia, cuando yo me encontraba a la mitad de mi carrera del Consejo municipal, en la que indonesios llegaron a este país como refugiados porque eran cristianos y estaban siendo maltratados, asesinados y golpeados por una mayoría musulmana en Indonesia. Así que se fueron con lo que tenían puesto y lo que podían cargar.
Se establecieron en el sur de Filadelfia y empezaron a enviar a sus hijos a la escuela católica. Abrieron negocios, asimilaron, echaron raíces, pero les estaban robando, los estaban golpeando y les robaban sus carros y ellos nunca llamaban a la policía. El capitán de la policía en el distrito 17 decía: Hay tanto crimen pero no llaman a la línea de emergencia. Porque tenían miedo. En Indonesia le tenían miedo al gobierno, por lo que no querían decirle al gobierno lo que sucedía porque no querían que el gobierno los persiguiera.
Recuerdo llevar al ya fallecido John Timoney, quien era nuestro comisario de la policía entonces, a la iglesia de St. Thomas y creo que habían como 1,000 personas en la iglesia. Cuando le dijo a Timoney que teníamos una norma policiaca que si la policía tenía cualquier contacto con lo que creían que era una persona extranjera, tenían que reportarlo, y Timoney me dijo Esa es una locura [...] Primero,porque ese es un juicio personal que probablemente sea equivocado, uno no sabe si una persona nació aquí, si llegó aquí o si son documentados o no y uno no los entrega a las autoridades federales [...] y por eso no llamaban a la policía.
Si fuéramos a cooperar con el ICE y compartir con PARS, nuestras comunidades de inmigrantes pasaría a la clandestinidad, no informarían sobre el crimen, no querrían ser testigos, no querrían presentar una denuncia, y luego estarían menos seguros. Lo que es realmente terrible de lo que hace Trump es que le echa la culpa a los inmigrantes. Quizá un pequeño porcentaje sean criminales o comentan crímenes. Casi todos los demás quieren que los dejen en paz y trabajar, que no los molesten y criar a sus familias. Así que están penalizando a los inmigrantes, una de las peores cosas que uno puede hacer porque le da la oportunidad a las personas poco cuerdas que escuchan lo que dice para hacer cosas realmente estúpidas a las mezquitas [...]
Mi contrincante republicano intenta montar una batalla sobre el restaurante Le Virtú, en el sur de Filadelfia. Es un restaurante maravilloso que realizar un evento de recaudación de fondos mensual para los familias inmigrantes que pasan por un mal momento o que acaban de llegar al país. Recaudan fondos preparando comida y vendiendo la misma a quienes les preocupa este problema e intenta crear una enorme protesta contra estas dos personas maravillosas que cumplen su deber cristiano de ayudar.
Lo que realmente me hace pensar algunas veces, son esas personas que se llaman cristianos que no escuchan lo que Jesús dijo: acoge al forastero, dale de comer a los hambrientos, visita a las personas en prisión, sean bondadosos los unos con los otros y nada de eso sale de la boca de Trump. No hay nada cristiano que salga de su boca. Solo división y odio y temor y desprecio, y la gente que es susceptible a su perspectiva hará cosas estúpidas pensando que hacen los correcto porque él dijo, de forma directa o implícita, que estaba bien hacerlo.
HG: ¿Cuál es su opinión sobre esta clase de política que se está haciendo? Las personas que se han aprovechado de ese malentendido; ¿cuán lejos pueden llegar al practicar la política del temor antes de que surja la verdad?
JK: Pero hemos visto en Pensilvania y Nueva Jersey a algunos de esos alcaldes y otros que han impuesto requisitos y restricciones de arrendamiento severos en cuanto a que no pueden arrendarles a esas personas y no puedes arrendarles a estas personas. Si uno observa lo que les ocurrió a esos pueblos en un corto período de tiempo, se vaciaron. Los locales estaban vacíos, la gente se trasladaba a otras partes. Yo los acepto a todos. A todos porque sé que la ética laboral y el deseo de mejorar para ellos mismos y sus familias y convertirse en buenos estadounidenses es emocionante para ellos.
HG: Quiero que regresemos a Filadelfia. Era una ciudad de 1.8 millones de habitantes en algún momento a mediados del siglo XX y luego perdimos a un tercio de esa población. Estamos recuperándonos. Actualmente somos alrededor de 1.5 millones y se prevé que el año entrante, en el 2020 seremos más. Como alcalde de esta ciudad, ¿cuál es su visión de Filadelfia en cinco, 10, 20 años? ¿A cuántas personas más podemos albergar?
JK: A muchas personas. Tenemos espacio para muchas personas y vecindarios que necesitan ser reconstruidos. Las personas pueden venir y usar sus propios recursos y recursos del gobierno para reconstruir esos vecindarios y vivir en ellos [...] Los inmigrantes tieden a reconstruir y no a destruir. Por eso aceptaría a los inmigrantes y a cualquier otra persona que quiera vivir acá. Me siento orgulloso de que nos hayan escogido.
HG: Usted ha estado en la política durante treinta años, ¿qué es lo que hay en la política de Filadelfia que ha conducido a las acusaciones y escándalos de corrupción alrededor de los servidores públicos y líderes políticos más o menos cada ocho años? ¿Qué es lo que necesita cambiar?
JK: Quiero decir que este no es solo nuestro caso. Pienso que sucede en muchas otras ciudades. Si leen las noticias sobre Chicago o Los Ángeles o de otras partes, probablemente observen la misma cantidad de acusaciones per cápita y cosas similares. Aquí se amplifican porque vivimos aquí y conocemos a quienes se meten en problemas y eso se vuelve controversial. Pero no creo que seamos diferentes a los otros.
¿Recuerda el programa Band of Brothers? Trataba sobre los paracaidistas de la Segunda Guerra Mundial. Dos de ellos eran del sur de Filadelfia y conocí muy bien a uno de ellos. Me encontraba caminando por Market St. una vez y él estaba esperando el autobús. Yo estaba en el Consejo en ese entonces. Su nombre es Babe Heffron; ya falleció. Estaba platicando con él y él dijo “Adiós” y “que pases un excelente fin de semana”. Me alejé y él dijo “¡Kenney! ¡Vuelve acá!” Le pregunté qué sucedía y me dijo. “No hay cantidad de dinero alguna que valga tu reputación”. Fueron palabras de un hombre tan sabio, ¿sabes? Y creo que las personas se preocupan más por el dinero que por su reputación. Y siempre es algo que te alcanza en la vida. En estos tiempos con la vigilancia electrónica, te atraparán. ¿Por qué siquiera arriesgarlo?
HG: Esto es algo que sólo le preguntarán en AL DÍA. ¿Cuáles son las contribuciones culturales, económicas y políticas de la comunidad Latina a Filadelfia, conforme se vuelve a poblar la ciudad?
JK: En todo sentido. Desde la perspectiva de la comunidad empresarial, la mayoría de nuestras pequeñas empresas son propiedad de Latinos. O llegaron recientemente o ya han estado aquí. En la comunidad jurídica, hay miembros incondicionales de la comunidad jurídica que son Latinos. Culturalmente [...] me encanta vivir en una ciudad con muchas opciones. Voy al norte de Fifth Street y como platos latinos y tengo una vivencia maravillosa y escucho música y puedo ir al oeste de Filadelfia y comer platos africanos sobre Baltimore Ave. Puedo ir al sur de Filadelfia, por supuesto, y comer comida mexicana e italiana. Tengo tantas opciones y oportunidades. La comunidad Latina ha contribuido a esta ciudad y a este país durante muchísimo tiempo.
HG: Culturalmente, sin duda. Económicamente, sin duda. ¿Y políticamente? ¿Se imagina a un alcalde Latino como su sucesor en 2024?
JK: Pienso que quien sea que se postule debe tener un plan y respuestas a las preguntas actuales. Me encantaría ver mayor participación en la comunidad Latina. Me gustaría ver más organización, más personas registradas y que voten e involucradas en la política. Pienso que es así como las comunidades étnicas lo logran. En algún momento en el sur de Filadelfia, los irlandeses estaban a cargo de la política y luego los italianos estaban molestos porque no tenían jueces ni funcionarios electos. Entonces, se unieron y empezaron a construir su base de poder y consiguieron muchos funcionarios estadounidenses-italianos electos. Considero que ese tipo de organización es necesaria para reforzar el efecto político que tiene la comunidad Latina.
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