Atentado en Barcelona: Queremos saber cada día algo más
El sábado hubo una gran afluencia de visitantes en Las Ramblas de Barcelona, que poco a poco vuelven a la normalidad, dos días después de los atentados…
El viernes de madrugada, la población de Barcelona se acostó pensando que la policía había identificado al terrorista islámico que la tarde del jueves cometió el atropellamiento masivo en La Ramblas, dejando detrás de sí 13 muertos y más de cien heridos.
Según la información publicada por algunos medios de comunicación influyentes, el supuesto conductor de la furgoneta era Moussa Oukabir, un ciudadano de origen marroquí, de 17 años, que aparentemente había alquilado la furgoneta con el documento de identidad de su hermano mayor. Moussa, igual que su hermano, eran ciudadano de Ripoll, un municipio del interior de Catalunya, a 90 millas de Barcelona, conocido por su precioso monasterio medieval y el peso de la industria textil y metalúrgica.Después de perpetuar el ataque, Moussa Oukabir habría huido a pie por las callejuelas que flanquean la Rambla, pasando desapercibido entre la multitud atemorizada que corría espantada buscando cobjijo.
Antes de acostarse, los barceloneses también leyeron en algunos medios que cinco terroristas armados con chalecos suicidas habían sido abatidos en Cambrils, resort costero al sur de Barcelona, cuando estos se disponían a perpetuar otro ataque en el paseo marítimo, repleto de turistas. La policía pudo detener lo que hubiera sido un segundo atentado, pocas horas después del atropellamiento en la Rambla.
Sin embargo, a la mañana siguiente, los medios de comunicación empezaron a cambiar los titulares. Se desmentía que Moussa fuera el conductor de la furgoneta de las Ramblas. Se confirmaba que el conductor de la furgoneta era Younes Abouyaaqoub, de 22 años, también de Ripoll, y seguía a la fuga. Se sospechaba que había huido después de secuestrar y asesinar a un joven en un parking de Barcelona para poder huir de la ciudad (el coche, un Ford Focus blanco, se saltó un control policial, arrollando a una agente, fue hallado más tarde en las afueras de Barcelona, con el propietario muerto en el interior) . Y en Cambrils, los terroristas iban armados con chalecos suicidas falsos, pero iban armados hasta los dientes con machetes y navajas, dispuestos a realizar una carnicería.
Todos los terroristas indentificados tenían entre 17 y 35 años y pertenecían a una célula que en los últimos meses se forzó en Ripoll. La célula había convertido en su centro de operaciones un chalet de Alcanar, otro municipio costero al sur de Barcelona, donde fabricaban artesanalmente material explosivo con bidones de gas butano. La noche antes del atentado en la Ramblas se había producido una explosión accidental en dicho chalet – matando a dos supuestos terroristas - ,sin que nadie hubiera sospechado antes lo que sucedía en este chalet escondido en una urbanización desangelada. La explosión accidental en Alcanar pudo haber precipitado el atentado de la Rambla. Estos días, Alcanar se ha convertido en un centro de peregrinaje de turistas, periodistas y curiosos que se acercan a fotografiarse junto al chalet de los terroristas, empujados por el circo mediático en que se han convertido las redes sociales.
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Durante los días siguientes a los atentados, hemos visto que a medida que se iban resolviendo los cabos sueltos, los medios de comunicación iban cambiando algunos titulares, cambiando hipótesis por datos confirmados. En una rueda de prensa, el mayor de los Mossos d'Esquadra, (la policía catalana), Sr.Josep LLuis Trapero, atosigado a preguntas de los periodistas que él no podía confirmar, les espetó: “Miren, si ustedes se equivocan en la información que escriben, no les pasará nada. Pero en mi puesto puede tener consecuencias serias.”
Inmersos en una competencia feroz por ser los primeros en dar la información por internet a sus lectores, los medios no parecen tener paciencia. “Este diario tiene acceso a la lista de sospechosos terroristas”, “Este medio habla con la madre de uno de los terroristas…”
Y mientras, la población de Barcelona intentaba recuperar la normalidad. Las Ramblas, cubiertas de flores, velas encendidas y mensajes de amor y de paz, y de apoyo a la víctimas, empezaban a llenarse de gente.
“Esta mañana he pasado con el taxi por delante y el centro todavía estaba acordonado, estaba todo vacío, pero poco a poco ha ido llegando gente” explica Aleksandra B, una guía turística que el día después del atentado fue a recoger al hotel a un grupo de turistas norteamericanos con el corazón compungido, aunque a la vez contenta de que no lo hubieran cancelado el tour.
En el aeropuerto de El Prat, como cada día de agosto, las hordas de turistas descendían de sus aviones dispuestos a pasear sin miedo por la ciudad.
“Venimos cada año a Barcelona y no nos asustaremos,” aseguró a La Vanguardia Julio Guerrero, agente de viajes, recién aterrizado de Miami. “Esta gente no tiene corazón, lo que ha pasado aquí puede pasar en cualquier parte.”
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