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La huella del patriarca de los Kennedy

Pese a su ausencia, Edward Kennedy deja un legado de lucha por los derechos civiles y por la igualdad de oportunidades para los más desfavorecidos, a lo largo…

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El presidente de Estados Unidos John F. Kennedy (der.) junto con sus hermanos, el fiscal general Robert F. Kennedy y el senador Edward M. Kennedy (centro), afuera de la oficina oval de la Casa Blanca en agosto de 1963.  

El senador Edward Kennedy, icono del ala liberal del Partido Demócrata y paladín de las minorías y trabajadores, deja con su muerte una huella indeleble en la vida nacional, por su rara mezcla de idealismo y pragmatismo y su capacidad de forjar alianzas con rivales, afirmaron expertos.

Dentro y fuera del Congreso, donde las banderas ondean a media asta, la clase política e incontables grupos cívicos expresan un sentido adiós al patriarca.

Según varios expertos, Kennedy es un legislador “sin par” y no solo por su impronta en centenares de leyes a favor de los derechos civiles, la justicia social, salarios decentes para los trabajadores, la educación, el servicio comunitario y los derechos de las minorías, mujeres y homosexuales, entre tantos asuntos.

“Era todo un maestro en política, con una rara mezcla de idealismo y pragmatismo, capaz de ponerse en la posición del otro, quizá por las tragedias que vivió su familia. Tenía una fijación casi religiosa en los detalles personales y eso lo hacía conectar bien con la gente”, agregó Eisenbrey, quien recibió varias cartas escritas a mano de Kennedy.

Kennedy, el menor de nueve hermanos, jamás llegó a la Presidencia -algo que en 1980 parecía inevitable-, pero ese “fracaso” fue irónicamente lo que le permitió convertirse en el más influyente de los senadores y, después de Robert Byrd y Storm Thurmond, el tercero más longevo.

“La moraleja de su historia es que no necesitas ser presidente para efectuar un cambio. El senador Kennedy fue un gran líder nacional después de abandonar sus aspiraciones presidenciales, y utilizó el Senado como un vehículo para promover una vasta agenda social”, dijo Don Ritchie, un historiador en la cámara alta.

“En el Senado tuvo el tiempo y la persistencia para sacar a flote muchas leyes, algo que puede tomar años. Era muy querido y respetado porque tenía el don de persuadir y de formar coaliciones con los republicanos, de torcer brazos sin causar resentimientos”, observó Ritchie.

Su huella está en la ley de derechos civiles de 1964, el derecho al voto, la ley sobre seguridad en el trabajo, la de protección a los discapacitados, los derechos reproductivos de la mujer, la expansión de cobertura médica para los ancianos, mejoras a la educación y, este mismo año, en una ley que lleva su nombre y amplía los programas nacionales de servicio comunitario.

Kennedy fue clave en leyes que dieron paso “a las mayores reformas de nuestro establecimiento militar y de defensa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”, según el asesor de Seguridad Nacional James Jones.

Su primera gran victoria legislativa en 1965 fue la de eliminar las cuotas de visas que regían entonces para países no europeos. Eso alentó el flujo de asiáticos y latinoamericanos que ahora han alterado el rostro del país.

Fue Kennedy quien salió a defender a los musulmanes, satanizados tras los atentados de 2001, y quien abogó por su inclusión en el diálogo político nacional, dijo el Consejo sobre Relaciones Estadounidenses-Islámicas.

Las feministas también lloran su muerte, ya que, según la presidenta de la Organización Nacional para las Mujeres, Terry O’Neill, Kennedy “fue un defensor de las mujeres, los niños y los marginados, y estaba comprometido con nivelar el terreno para todos, especialmente los que han sido privados del Sueño Americano”.

Aunque la educación y la reforma de salud fueron dos de sus pasiones, Kennedy también influyó en la política exterior y fue uno de los más acérrimos opositores a la guerra en Irak bajo el Gobierno de George W. Bush.

Una familia marcada por la tragedia

Ted Kennedy fue durante décadas el rostro más visible de una familia que la dramaturga estadounidense Clare Boothe Luce (1903-1987) describió como “indomable, honorable y vulnerable”.

La muerte del “patriarca” se produce sólo semanas después de la de su hermana mayor, Eunice Kennedy, de 88 años, fundadora de los Juegos Olímpicos Especiales.

Jean Kennedy Smith, de 81 años, es ahora la única superviviente de la rica, católica y progresista dinastía de origen irlandés, bautizada por algunos como la “familia real” estadounidense, y cuyos rostros comienzan ya a difuminarse en la historia.

De ahí que los analistas se pregunten quién asumirá el relevo de una generación de políticos, cuyos dos miembros más prominentes, el presidente John Fitzgerald Kennedy, “JFK”, y el senador Bob Kennedy fueron asesinados en los años 60.

El otro hijo varón y primogénito, Joseph (1915-1944), falleció al mando de un bombardero B-24 en Inglaterra durante la II Guerra Mundial, en uno de los muchos episodios trágicos de la familia, que ha llevado a hablar de “la maldición” de los Kennedy.

Las esperanzas estaban depositadas en Caroline Kennedy, la única hija viva de “JFK” y quien se creyó ocuparía el escaño dejado en el Senado por la ahora secretaria de Estado Hillary Clinton.

Pero los pronósticos no se cumplieron y los Kennedy carecen hoy de una figura capaz de mantener viva una llama que ha ardido durante seis décadas en la política estadounidense.

Muchos de los integrantes más jóvenes de la familia mantienen un papel activo en la vida estadounidense, pero carecen, al menos de momento, de la estatura de sus antecesores.