Acoger a los inmigrantes, un trabajo de cerrajería
Hace 15 años, el “Welcoming Center for New Pennsylvanians” ayuda a inmigrantes a integrarse en el mercado laboral de Filadelfia para que contribuyan con el…
Ser una ciudad de puertas abiertas para los inmigrantes hace parte del ADN de Filadelfia. Desde su fundación el 27 de octubre de 1682, esta ciudad ha sido un centro de acogida y convivencia entre personas que piensan, lucen, hablan y creen diferente.
En el núcleo de los valores filadelfianos habita una idea sencilla: la inclusión como vía de desarrollo y progreso. Sin embargo, las puertas no siempre han permanecido abiertas para todo el mundo. Esa contradicción le dio origen al Welcoming Center for New Pennsylvanians, fundado en 2003 por Anne O’Callaghan.
O’Callaghan llegó a Filadelfia en 1970 procedente de Irlanda. Su objetivo era ejercer su profesión como médica en una región que, pese a que para la época carecía de suficiente personal médico, ponía todos los obstáculos para que profesionales como ella –formados en otros países– ejercieran en Pensilvania.
O’Callaghan tardó tres años en obtener una licencia. En 2003 creó el centro conel fin de facilitarle las cosas a inmigrantes que, aún siendo profesionales en sus países de origen, se veían obligados a trabajar en lo primero que saliera porque aquí simplemente no se pensaba en ellos.
Este 2018 el centro cumple 15 años sirviendo como puente entre inmigrantes y el mercado laboral, y como centro de apoyo y entrenamiento para que profesionales extranjeros logren hacer sus sueños realidad al mismo tiempo que contribuyen al progreso de la región.
Que sea la ciudad del amor fraternal no es razón suficiente para explicar por qué a pesar de tener la tasa de pobreza extrema más alta entre las urbes más grandes del país (25.3 por ciento), sigue siendo un destino atractivo para extranjeros.
En Filadelfia viven cerca de 1.600.000 personas. Según proyecciones del Censo, el 13 por ciento de la población es inmigrante: más o menos 205.000 personas que nacieron en otro lugar del mundo han construido su hogar aquí. La mayoría llegó gracias a una conexión familiar o laboral.
El Pew Research Center estima que de ellos, entre 50.000 y 60.000 son indocumentados. Todos, documentados e indocumentados, han revertido la pérdida de habitantes que sufrió la ciudad durante 50 años de desindustralización.
“Con la globalización afianzándose en el mundo, el capital puede moverse rápidamente. El emprendimiento depende del capital y ambos tienden a seguir el mismo camino y terminar en regiones con políticas de bienvenida”
Por su parte, un estudio de la New American Economy demostró que los inmigrantes aquí tienen un 43.1 % más probabilidades que su contraparte estadounidense de iniciar su propia empresa, y que más de 40.000 emprendedores juegan un rol fundamental en el desarrollo económico local.
Un informe del Fiscal Policy Institute y Americas Society/Council of the Americas ratifica el profundo impacto que han tenido las comunidades inmigrantes. Según el reporte Bringing Vitality to Main Street: How Immigrant Small Businesses Help Local Economies Grow, con una participación del 18 por ciento en el crecimiento de empresas pequeñas locales, los emprendedores extranjeros son más propensos a abrir negocios.
Entre 2000 y 2013, los inmigrantes abrieron el 96 por ciento de “los nuevos negocios y empresas pequeñas” en barrios y corredores comerciales de la ciudad. En 2013, el 28 por ciento de todos los negocios pequeños eran propiedad de un inmigrante.
Si bien este tipo de microempresas (tiendas, restaurantes, peluquerías, lavanderías, etcétera) no representan inversión de grandes capitales, su impacto en la revitalización de barrios otrora empobrecidos es incuestionable. De los mil millones de ingresos registrados por microempresarios de la ciudad, 295 millones fueron producidos por inmigrantes.
Lo que hicieron los mexicanos con el Italian Market, los asiáticos en varios puntos de Washington Avenue, y lo que ha sucedido con North Fifth Street son apenas muestras de lo que esta comunidad es capaz de hacer para superar la pobreza.
"Las urbes están empezando a reconocer que los inmigrantes juegan un papel importante en el impulso de la innovación, pero también porque son espacios dinámicos donde hay más chances de que ideas diversas se unan para hallar soluciones a problemas antiguos”
Según el estudio de la New American Economy, en el 2014 los inmigrantes del área metropolitana de Filadelfia contribuyeron con 6 mil millones de dólares en impuestos y un poder adquisitivo de 13.5 millones de dólares.
Nada de lo anterior hubiera sido posible sin una política pública que promoviera la inserción de inmigrantes en la vida económica y cultural de la ciudad.
Con más de 16.000 extranjeros atendidos, 2.300 de ellos ubicados en puestos de empleo y 800 emprendedores asesorados, el Welcoming Center for New Pennsylvanians desempeña un papel fundamental en estas cifras. Con programas que van desde acompañamiento técnico a microempresarios hasta entrenamiento de profesionales internacionales, el trabajo de quienes integran el centro se parece al de un cerrajero: abrir puertas que han permanecido cerradas por mucho tiempo.
Su presidente y CEO, Peter Gonzales, sabe como ningún otro que integrar eficazmente a la población inmigrante es un asunto de vida o muerte para ciudades como Filadelfia en un mundo cada vez más globalizado.
“En términos económicos, estás compitiendo por recursos humanos. Hay una competencia global entre ciudades para ver cuál es la más acogedora”, afirma al tiempo que señala que eso se debe “a que las urbes están empezando a reconocer que los inmigrantes juegan un papel importante en el impulso de la innovación, pero también porque son espacios dinámicos donde hay más chances de que ideas diversas se unan para hallar soluciones a problemas antiguos”.
Uno de esos problemas viejos es el sistema de homologación de carreras profesionales obtenidas en el extranjero. Tal y como le sucedió a O’Callaghan en 1970, miles de inmigrantes aún tienen que atravesar un laberinto legal –que toma tiempo y dinero– para poder hacerse a licencias.
“Conectarse con los empleadores es un desafío debido a la forma en que los sistemas de recursos humanos funcionan. Puedes tener experiencia, pero si llenas una solicitud de empleo en línea es posible que nunca te aprueben porque ni siquiera estás seguro de cómo completar ese primer paso”, explica Gonzales.
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Irene Contreras lo ha sufrido en carne propia. Pese a que tiene más de 10 años de experiencia profesional, ha tenido que sortear un sinfín de obstáculos para ubicarse en un trabajo estable.
“El proceso ha sido duro, especialmente porque cuando llegué no hablaba una sola palabra de inglés; esa fue la primera dificultad”, dice esta comunicadora social y periodista venezolana que llegó a Filadelfia en 2014.
Afectada por la dificultad de reubicarse en el mercado profesional local, Contreras tocó las puertas del Welcoming Center a principios de año. Allí encontró un equipo humano dispuesto a ayudarle a romper el aislamiento social y profesional que solemos sufrir los inmigrantes recién llegados.
Luego de cursar el Programa de Profesionales Internacionales (IPP, en inglés), Contreras aprendió aspectos que desconocía del mundo laboral americano: desde cómo redactar una carta de presentación hasta cómo desarrollar entrevistas laborales exitosas. Además, mejoró su inglés.
Hoy, Contreras combina su trabajo como manager de redes sociales de un par de restaurantes latinos con el de traductora para una firma de abogados. También ha recuperado la confianza en sí misma y se siente tan filadelfiana como cualquier otro residente.
“El proceso ha sido duro, especialmente porque cuando llegué no hablaba una sola palabra de inglés; esa fue la primera dificultad”
Gonzales subraya que experiencias como esa son posibles en un entorno incluyente y que pese a que Filadelfia dispone de un buen conjunto de políticas de bienvenida, todavía falta mucho para cambiar el imaginario de que quienes llegan al país sin hablar inglés son “menos inteligentes” o no tienen las cualificaciones para ingresar a una empresa.
Para el director del Emprendimiento e Innovación del centro Herman Nyamunga es claro que si la ciudad quiere mantener un crecimiento económico y demográfico estable tiene que ofrecer más herramientas a profesionales y emprendedores extranjeros que cada día piensan en abrir más negocios pero no encuentran apoyo financiero para llevar a cabo sus proyectos.
“La mayoría de las entidades financieras prestan dinero con base en el historial crediticio; eso es algo que muchos inmigrantes no tienen”, dice. Según Nyamunga, es necesario que la ciudad implemente políticas que le posibiliten a las entidades financieras otorgar microcréditos a emprendedores extranjeros.
“Con la globalización afianzándose en el mundo, el capital puede moverse rápidamente. El emprendimiento depende del capital y ambos tienden a seguir el mismo camino y terminar en regiones con políticas de bienvenida”.
Por lo pronto, el Welcoming Center se prepara para poner en marcha el Global Startup Accelerator, una iniciativa acompañada por el University City Science Center para ayudar a las startups locales a concretar planes de negocio internacional; un escenario donde los emprendedores inmigrantes son protagonistas.
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