“La no-violencia no va de amor, sino de cómo gestionar el enojo”
Con un pie en la academia y otro en el activismo, la filósofa y experta en estudios de género estadounidense Judith Butler, conocida por haber desarrollado la …
El pasado noviembre, un centenar de activistas de ultraderecha brasileños salieron a la calle para protestar por la presencia de Judith Butler, una conocida filósofa y defensora de los derechos LGBTQ norteamericana, que había viajado a la ciudad para participar en una conferencia titulada “El fin de la democracia”. “¡Queimem a bruixa!” -¡Quemen a la bruja! - gritaban los protestantes, a la vez que quemaban su efigie frente al edificio donde un grupo de académicos y filósofos de todo el mundo se reunieron para debatir sobre los retos a los que se enfrenta la democracia, desde el autoritarismo al cambio climático.
“Asumieron que iba a hablar sobre temas de género, pero ese no era el tema”, explicó luego Butler al Daily Californian, periódico vinculado al campus de la Universidad de California en Berkeley, donde es profesora de literatura comparada y teoría critica desde 1993.
Para Judith Butler (Cleveland, Ohio, 1956), encontrarse en medio de la polémica no es nada nuevo. Nacida en el seno de una familia judía emigrada de Europa central durante la Segunda Guerra Mundial (buena parte de su familia materna falleció en el Holocausto), Butler esta considerada uno de los tótems del feminismo y los temas de género. Con un pie en la academia y otro en el activismo, Judith Butler ha dedicado su vida a teorizar sobre los conceptos de feminismo – su voz ha sonado alta en el movimiento #MeToo - , queer, transgénero, así como a estudiar los movimientos de protesta colectivos.
Entre sus obras más conocidas está El género en Disputa (Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity, donde la autora desarrolló los principios de la llamada “teoría queer” y desafía la idea preconcebida de que las identidades de género son inmutables y encuentran su arraigo en la naturaleza, en el cuerpo o en una heterosexualidad normativa y obligatoria. Y Marcos de guerra: las vidas lloradas, (Frames of War: When Is Life Grievable?) , una reflexión sobre el impacto del liderazgo bélico de EE. UU., que ha impuesto una distinción entre aquellas vidas que merecen ser lloradas y aquellas que no.
En su libro más reciente, Notes Toward a Performative Theory of Assembly, un ensayo publicado en febrero de 2018, Butler se enfoca en otro de sus temas favoritos: analizar las dinámicas que impulsan a las protestas y manifestaciones públicas bajo las actuales condiciones políticas y económicas, un tema de rabiosa actualidad después del éxito de movimientos como el International Women’s Day o la marcha en apoyo de los DACA.
“No le pido a nadie que deje a un lado la rabia. Creo que la rabia - el enojo - se debe cultivar”, dijo Butler en una conferencia reciente en Barcelona, donde expuso su teoría sobre la necesidad de salir a la calle a protestar. “La no violencia no va de amor, sino de saber qué hacemos con nuestro odio. Y salir a la calle, poniendo nuestros cuerpos como barrera, es una forma de hacerlo”, dijo la filósofa.
En 2015, por ejemplo, la filósofa ya dejó muy claro su respaldo al movimiento de resistencia pacífica del “Black Lives Matter”, que impulsó a miles de personas en Estados Unidos a manifestarse en contra de la brutalidad policial contra ciudadanos negros.
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“Una razón por la cual el canto "Las vidas negras importan" es tan importante es porque constata algo obvio, pero lo obvio aún no ha existido en el pasado de este país. Por lo tanto, es una declaración de indignación y demanda de igualdad, por el derecho a vivir sin restricciones, pero también un canto que vincula la historia de la esclavitud, la segregación y un sistema penitenciario orientado a la contención, neutralización y la degradación de las vidas de los negros, pero también un sistema policial que cada vez más fácil y con frecuencia puede quitar una vida negra en un instante, todo porque un oficial se ha sentido amenazado”, dijo Butler en una entrevista publicada entonces por The New York Times.
La filosofía de Judith Butler se basa en la necesidad imperante de todo ser humano de salir a la calle para protestar de forma no violenta si siente que está discriminado o en posición de desigualdad ante otro. Y su argumento se apoya en una idea clara: la desigualdad empieza cuando se crean relaciones de dependencia, en las que un ser humano explota la vulnerabilidad del otro. Blanco-negro, colonizador- colonizado, hombre-mujer... “Hay que poner fin al concepto liberal e individualista – estereotipado en la figura del hombre blanco - de que el ser humano es autosuficiente e independiente”, dijo, “porque nadie se sostiene solo de pie. Si alguien quiere vivir una buena vida, tiene que admitir que su vida dependerá de otros seres, y que estos también dependerán de él”.
Según Butler, admitir nuestra condición de interdependencia – con la naturaleza, con otros seres humanos – también es una condición necesaria para resolver conflictos actuales, como el de Israel y Palestina, o la lucha contra el cambio climático. “Si el gobierno de mi país – EE.UU -aceptara la interdependencia que tenemos todos del clima, no seguiría inmerso en una carrera por aumentar los recursos económicos”, dijo en una clara crítica a la administración Trump por no tener en cuenta la conservación del medioambiente.
“Solo reconociendo la interdependencia podemos pensar en obligaciones globales y en políticas que tengan en cuenta poblaciones marginales, como los gitanos, los inmigrantes, los palestinos…”, comentó Butler, que, a pesar de ser judía, es muy crítica con Israel y la ocupación de Palestina. “Yo doy dinero alegremente a la causa palestina, a pesar de constatar que solo lo usan para reparar casas destruidas una y otra vez. Vemos con impotencia que nada cambia. Pero creo que esta forma de resistencia pasiva y pacífica debe seguir existiendo”, agregó.
El uso de la violencia, al menos en los países donde impera el estado de Derecho, no debería ser necesario. “Solo cuando la ley se convierte en un instrumento de violencia, entonces luchar contra la ley equivale a luchar contra la violencia”, dijo. “Pero no me malinterpreten – añadió, medio en broma – “soy una anarquista ocasional, me gustan las leyes”.
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