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Un disco sincrético pero con todo un universo de referencias al cosmos de los ritmos afro-brasileños, que tampoco renuncia a la más absoluta modernidad de los formatos del jazz. FOTOGRAFÍA: Blue Note
Un disco sincrético pero con todo un universo de referencias al cosmos de los ritmos afrobrasileños, que tampoco renuncia a la más absoluta modernidad de los formatos del jazz. FOTOGRAFÍA: Blue Note 

Joe Chambers invoca ecos del jazz brasileño en Samba de Maracatu

El retorno del legendario percusionista y compositor a Blue Note Records nos deja un disco afrobrasileño tan original como su trayectoria.

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Los temas en Samba de Maracatu se despliegan como el cuaderno de bitácoras de un apresurado viajero espiritual que hubiera descubierto los ritmos indígenas del maracatu y, nervioso, procurará transmitirlo al resto con un vibráfono.

Así, sin renunciar a su identidad y trayectoria, se nos presenta este curioso disco de Joe Chambers en su retorno a la discográfica que fue su ajetreado hogar en los sesenta, Blue Note, ya disponible en todas las plataformas junto a una entrevista en First Look sobre esta puesta a punto.

Cuentan los dueños de la discográfica, Alfred Lion y Francis Wolff, que hace cincuenta años, mientras grababa con Joe Henderson, Sam River o Andrew Hill alguno de sus álbumes más progresivos, ya le fue propuesto al virtuoso batería y pianista que realizara un disco en solitario.

Finalmente lo hizo en The Almoravid (1973) y con la propia Blue Note en Mirrors (1998) casi veinte años más tarde, dando cuenta de una sólida evolución por las mutaciones del jazz, la experiencia de la colaboración con artistas como Eric Dolphy, Chet Baker o Chick Corea y, por supuesto, de todo el legado de su propia banda con Max Riach, los M’Boom. Un grupo en el que cimentó su rol como leyenda mucho más allá de su talento post-pop de batería intuitivo, capaz de adaptarse a cualquier estilo y territorio.

Eso es lo que hace Joe Chambers (1942, Pennsylvania) en Samba de Maracatu: viaja a los ritmos de la samba afrocaribeña para adaptar sus composiciones a ella sin renunciar a su originalidad y firmas estadounidenses.

Una travesía que es, a su vez, un retorno ágil en el que tenía mucho que contar sobre el jazz brasileño.

Chambers se encarga de la batería, el vibráfono -similar al xilófono pero mucho más grande- y la percusión de ritmos salseros con Brad Merrit en el teclado y Steve Haines en el bajo.

Entre todos también exploran otras influencias, como la bossa nova, e invitan a vocalistas como Stephanie Jordan para delimitar el más jazzy de los temas del disco.

Finalmente, cuentan también con MC Parrain quien les ayuda en el tranquilizante New York State of Mind Rain, el remiz entre el famoso tema de Nas y una de las piezas de Chambers de 1978 llamada Mind Rain.

En definitiva, un disco sincrético pero con todo un universo de referencias al cosmos de los ritmos afrobrasileños que tampoco renuncia a la más absoluta modernidad de los formatos del jazz, y que en global muestra que ser casi octogenario no es excusa para dejar de indagar en el pasado y el futuro del arte y la música afrolatina.