Concierto para el Bioceno: Un poderoso mensaje sobre la naturaleza y nuestra soledad
2.292 plantas formaron la audiencia del Concierto para el Bioceno, de Eugenio Ampudia.
La salida del confinamiento, allí donde ha sido posible, también ha planteado la pregunta de cómo retomar aquellas formas de arte que pusimos en alto por el distanciamiento social y a las que no tenemos intención de renunciar.
En el mundo de la música clásica ha habido cancelaciones de temporadas enteras, esfuerzos para reestructurar y reducir orquestas, ensamblajes hechos por Zoom –nuestra solidaridad con los sonidistas que hayan tenido que hacer ese tipo de ediciones– y, recientemente, un auditorio lleno no de personas, sino de plantas.
2.292 plantas fueron el público de este performance orquestado por Eugenio Ampudia en el Gran Teatre del Liceu, en Barcelona.
Durante los nueve minutos del concierto, el Cuarteto Uceli tocó la obra de Giacomo Puccini “I Crisantemi”, una elegía que Puccini decía haber compuesto en una noche de luto.
En sus declaraciones, Ampudia explica que para él la pieza, con los miles de plantas como audiencia, muestra la contradicción del público que está obligado a abstenerse de serlo, relegado a la pantalla cuando quisiera estar en la sala de conciertos.
La presencia de las plantas y la dedicatoria “para el bioceno” evoca una época ida hace tiempo, la nostalgia por la naturaleza que hemos atropellado en el antropoceno galopante. Porque, por muy reales que fueran las plantas, el que estuvieran en materas, en un auditorio con palcos es absolutamente artificioso.
Extrañamos la naturaleza, pero luchamos para encontrarnos con ella en un estado que no haya pasado por nuestras manos. Entre otras cosas, de tanto que la hemos dañado.
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Hay otra forma más en que las plantas han cobrado relevancia durante las cuarentenas –aunque esta no la mencionara Ampudia–: la manera en que tantas personas han buscado refugio en ellas para sobrellevar el encierro.
En Inglaterra, por ejemplo, la demanda en el mercado de semillas creció un 600% en mayo de este año e incluso The Econosmit reportó cómo los británicos se volcaron a la jardinería como una forma de lidiar con la ansiedad del encierro.
El Concierto para el Bioceno es extraño de ver. Produce una mezcla de placer visual por la presencia de las plantas y agrado por la pieza de Puccini. A la vez, es una escena perfectamente absurda, que deja al espectador sin saber qué hacer con lo que está atestiguando.
La falencia de la pieza, no obstante, está en el cierre, que acaba con un detalle absolutamente gratuito e innecesario: cuando los cuatro músicos terminan de tocar y reciben una estruendosa ovación no de pie, sino de maceta.
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