El country Navajo, un sonido sin estereotipos de indios ni vaqueros
En las más de 27.000 millas que atraviesan Arizona, Nuevo México y Utah, la Nación Navajo canta su historia al ritmo de la música country.
“Somos los cowboys originales”. Travis Friday, líder de la banda de Arizona Stateline, no pestañea siquiera. Sus botas de montar cabrillean bajo los focos del escenario, mientras asegura que los Diné caminan tanto los senderos anglosajones como los de su propia cultura. “Se podría decir que nuestra música tiende puentes entre mundos”, dice.
Friday interpreta una música que muchos asocian con la América blanca y rural: el country, un género que está floreciendo en los salones de baile y los honky-tonks de carretera de la Nación Navajo -más de 27.000 millas que atraviesan Arizona, Nuevo México y Utah-, tal vez porque este género más que ningún otro pertenece al desierto y es, como dice uno de sus intérpretes navajo, Travis Mose, vocalista de The Wanderers, “una especie de arte”, “una música que toca a nuestra gente por dentro”.
Los integrantes de The Wanderers tuvieron que viajar dos horas desde Halchita para tocar en Shiprock, en el Redd’s, donde apenas cabía un alfiler. Un lugar que recibe los sábados por la noche a bandas que compiten dentro del cada vez más grande circuito del “country navajo”. Y que aspira nada menos que a reescribir los viejos y estereotipados “westerns”, una historia a medio zurcir sobre indios y vaqueros, con unas melodías que entremezclan el Diné -la lengua que aún perdura en la parte más Occidental de Estados Unidos- y el inglés.
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Algunas leyendas sobre el origen de los Diné cuentan que sus antepasados entraron “al mundo” cerca de Huérfano Mesa, un lugar sagrado en el noroeste de Nuevo Mexico
Los integrantes de las bandas en este circuito son maestros, ganaderos, obreros de la construcción… Algunos componen su propia música y otros hacen “covers” de viejas melodías rindiendo homenaje a cantantes de country olvidados, a legendarios grupos diné como los Wingate Valley Boys y los Navajo Sundowners.
Tampoco tienen managers que negocien sus conciertos; una camioneta mordiendo el asfalto a través del desierto es suficiente para trasladarse de club en club, mayoritariamente frecuentados por clientes navajos y musicos tambie navajos, que a veces pueden ser muy herméticos. Pero quienes están dispuestos a hablar, asegura New York Times, dan buena cuenta de que este tipo de melodías hace mucho tiempo que están en el corazón de su pueblo, ya que la Nación ha tenido históricamente una gran capacidad de adaptación.
De hecho, algunas leyendas sobre el origen de los Diné cuentan que sus antepasados entraron “al mundo” cerca de Huérfano Mesa, un lugar sagrado en el noroeste de Nuevo Mexico. No obstante, los estudiosos sugieren que fue una fusión de diversos grupos indígenas del suroeste de Estados Unidos la que dio lugar al pueblo Navajo, con el Diné Bizaad como lingua franca regional.
Otros, en cambio, señalan que penetraron a Estados Unidos entre los años 1100 y 1500 como parte de la migración de los athbaskana, que incluía a tribus apaches del actual Canadá. Y más tarde, durante la llegada de los españoles, empezaron a pastorear las ovejas churros que estos introdujeron en la región.
Ganadores, maestros de la monta y el rodeo, la historia de los Diné es también la de un pueblo de supervivientes, que a pesar de haber sido cercado en reservas y caricaturizado como el enemigo del Llanero Solitario, ha sabido mantener sus costumbres. Cowboys de origen, sin el rostro pálido.
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