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Wendy Carlos. Photo: Fotogramas
Wendy Carlos. Photo: Fotogramas

El “resplandor” de Wendy Carlos

Pionera de la música electrónica de los 70’ y 80’, colaboradora de Kubrick y mujer trans. Esta es la historia de una artista con sus graves y agudos.

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La música es al cine lo que a la vida, lo dota de matices. Y a menudo va a la vanguardia de muchos otros cambios sociales. 

En los dorados años 60’, en plena lucha por los derechos civiles, el todavía Walter Carlos, un músico precoz nacido en Rhode Island, tuvo una idea visionaria: que los sintetizadores, que algunos músicos habían empezado a emplear como meros emisores de ruido, pasasen a ser instrumentos en sí mismos y que pudiesen aplicarse incluso a la música clásica. 

¿Por qué iban a ser menos estos aparatos tecnológicos que los pianos o los órganos?, se preguntó. Su paso por el Columbia-Princeton Music Center fue decisivo; también su visión de las afinidades entre la física y la composición musical

Decidida a demostrar su idea, Wendy empezó a trabajar en un nuevo instrumento con la ayuda de otro pionero. ¿Adivinan su nombre? Robert Moog, fundador de la música electrónica y quien patentó el primer sintetizador modular.

Pero la artista hizo mucho más que eso, comenzó a experimentar con diversos géneros como el rock o el jazz hasta llegar a las partituras del mismísimo Johann  Sebastian Bach. 

Tras más de cinco meses de trabajo, en 1968, Wendy logró producir un disco radical, el Switched-on-Bach, que tuvo un insospechado éxito y estuvo durante más de dos años en la lista de los número uno de Billboard. 

Wendy también se atrevió con Handel y otros muchos clásicos, convirtiéndose en el azote de los puristas. Pero hubo alguien que estaba revolucionando otra de las grandes artes y vio en su música un complemento perfecto.

Wendy y Kubrick

A principios de los 70’ y tras el éxito de aquel primer disco, Wendy estaba trabajando en una pieza electrónica íntegramente vocal a partir de la Novena Sinfonía de Beethoven. 

Durante el proceso, una amiga le regaló un ejemplar de La naranja mecánica, de Anthony Burgess, y de repente la compositora abrió los ojos: aquella melodía en la que estaba trabajando le iba a la extrañísima y angustiosa historia de Burgess como anillo al dedo. 

Al saber que Stanley Kubrick estaba rodando la adaptación al cine de la novela, Carlos se puso en contacto con él a través de su agente y ¡puf!, surgió la magia. 

El cineasta le pidió que viajase a Europa y se sumase al equipo, y eso hizo. 

Algunas de sus composiciones sí acabaron formando parte de la película, pero no todas ellas. El director optó finalmente por la versión clásica de algunas canciones y Wendy Carlos se sintió un poco frustrada con la experiencia. 

Más tarde, la compositora tendría la oportunidad de resarcirse y realizar íntegramente las bandas sonoras de El Resplandor y Tron; e incluso grabar un disco infantil con Weird Al Yankovic y otro titulado Beauty and the Best donde experimentaría con una escala de notas totalmente alternativa. Pero aún debía vivir su propia “metamorfosis personal”.

Confesarse en Playboy

Alrededor de 1972, la artista desapareció de la escena pública. Pasaron siete años en que estuvo transitando hacia mujer biológica a través de una cirugía de reasignación de sexo. 

A Wendy le asustaba la repercusión que podría tener en su carrera la asunción de su identidad trans, pero decidió dar un paso al frente. O mejor dicho, un salto. 

En 1979, la icónica revista Playboy abrió su edición con una entrevista el que la artista se revelaba como mujer transgénero y explicaba con pelos y señales todas las contradicciones internas e inseguridades a las que se enfrentó.

Como la crisis nerviosa que sufrió justo antes de ser operada, años atrás, cuando tuvo que presentarse ante el público en una actuación cubriendo su larga melena. 

Aunque ahora todavía tengamos que bregar con polémicas y rencillas sin sentido entre cierta ala del feminismo conocida como TERF, que no acepta a las mujeres trans, algunas de sus madrinas de la segunda ola de los 70’ habían iniciado una feroz crítica a las personas transgénero comparando la reasignación de sexo con una violación a las mujeres. ¿Lo imaginan?

Wendy temía estar en el punto de mira y también explicó durante la entrevista que en cierto momento pensó incluso en suicidarse. 

La influencia que tuvo esta valiente entrevista, así como sus contribuciones a la música supusieron una maravillosa disrupción en el arte y la sociedad. Consiguió, con sus graves y agudos, abrirnos al futuro que ella imaginó.

Donde ni los clásicos ni los géneros son inamovibles sino que todo es un continuo fluir de sonidos, identidades y voluntades que ojalá algún día estén en perfecta armonía. 

Ningún gran cambio se obra desde la zona de confort.