Cómo Kitchen Table Press se convirtió en la década de 1980 en la voz de las escritoras afrofeministas y lesbianas
Las chicanas Gloria Anzaldúa y Cherríe Moraga formaron parte de este proyecto para sacar de los márgenes de la literatura a las autoras de color.
Todo empezó por una llamada de teléfono.
La escritora Barbara Smith llevaba impartiendo cursos sobre literatura negra escrita por mujeres desde comienzos de 1970 en el Emerson College y siempre se encontraba con problemas porque la mayoría de los libros estaban descatalogados.
Así que Smith decidió telefonear a su amiga la poeta Audre Lorde con una idea para acabar con la marginación e invisibilidad de las autoras negras y crear un sello que se se impusiera como alternativa a la edición dominada por los blancos. “Realmente tenemos que hacer algo sobre la publicación”, le dijo a Lorde.
Así fue cómo nació Kitchen Table: Women of Color Press, la respuesta al movimiento feminista mainstream y blanco que iba a convertirse en el altavoz de las autoras no escuchadas, mucho menos leídas.
A la primera reunión, celebrada en 1980, únicamente asistieron mujeres negras, pero sus fundadoras querían abrir el espectro a todas las mujeres de color, y así lo dejó escrito Smith: “Como mujeres, feministas y lesbianas de color teníamos experiencias y trabajo en común”.
El nombre que eligieron, “Kitchen Table”, fue una referencia a la cocina como el corazón de todo hogar y también un espacio tradicionalmente asignado a la mujer. Con ello pretendían demostrar que si bien su proyecto editorial era pequeño y de base, lo habían levantado mujeres que trabajaban unidas y sin depender de “herencias u otros beneficios del privilegio de clase”.
Uniendo activismo y literatura, el grupo anunció la creación de Kitchen Table en el periódico feminista New Directions for Women en 1981:
"[Las mujeres de color] nos encontramos en la situación de tener un manuscrito terminado y luego enfrentarnos al dilema de no tener opciones reales de dónde presentarlo para que se produzca", escribieron en una verdadera y valiente declaración de intenciones."Sólo publicamos a mujeres de color con buenos corazones y mentes fuertes".
Al equipo se unieron escritoras como Hattie Gosett y la poeta, ensayista y dramaturga chicana Cherríe Moraga, entendiendo que el problema de la falta de visibilidad de las autoras era tan personal como político y también transfronterizo. “Nos vemos como un intento de crear un trabajo que llegue a nuestra gente dondequiera que esté, en todo el mundo”, declaró Barbara Smith a Off Our Backs en 1984.
Cinco años después, la editorial ya había publicado casi una decena de títulos, incluida la antología coordinada por Moraga y Gloria Anzaldúa The Bridge Called My Back: Writings by Radical Women of Color (1984), y también I am Your Sister, de Lorde (1986). O Cuentos: Stories by Latinas (1983), de la mano nuevamente de Moraga con Alma Gómez.
La editorial, que llegó a distribuir más de un centenar de títulos escritos por mujeres de color a otras casas independientes, editó también panfletos que formaban parte de la serie Freedom Organizing Pamphet e incluían obras del Combahee River Colletive y Angela Davis.
Sin embargo, Kitchen Table no estuvo libre de polémicas. Aunque nació para dar voz a las escritoras marginadas de sistema editorial, también fue acusada de discriminación por publicar únicamente obras de mujeres de color. Smith tuvo que salir al paso y escribió que “algunas mujeres blancas siguen sin comprender nuestra necesidad de tener al menos una prensa propia”.
Tras la muerte de Audre Lorde, en 1992, Kitchen Table dejó de funcionar. Pero, como recordaba Smith, la editorial cumplió su misión como “herramienta revolucionaria”, ya que sirvió para “empoderar a las personas más desposeídas de la sociedad” sin temor a desafiar “la lógica masculina blanca, que siempre nos dirá ‘no’”.
Pero ellas demostraron que ni a las palabras ni a la voluntad las pueden amordazar.
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