The Undocumented America: “Me niego a perpetuar el mensaje del dolor”
El radical (y necesario) debut de Karla Cornejo Villavicencio en la no ficción que ha desafiado la narrativa sobre los migrantes en U.S.
Karla Cornejo Villavicencio tiene un tatuaje en su antebrazo en el que se lee “Fuck ICE”. Es punk, es queer, es una migrante “semi documentada” en los Estados Unidos y una de las primeras estudiantes indocumentadas en Harvard.
Su historia no difiere mucho de la de otros millones de jóvenes migrante que han crecido a caballo entre dos mundos -Karla llegó al país con cinco años desde Ecuador ilegalmente y sus padres trabajaron duro para darle a ella y a su hermano una educación, dice-. Pero lo que sí la convierte en una excepción a la regla es que esta prodigiosa escritora se niega a seguir alimentando un retrato sesgado y victimizante de los migrantes en U.S.
Su debut en la no ficción, The Undocumented America, es una colección de ensayos reportajeados sobre la verdadera experiencia migrante con sus luces y sus sombras, que para la autora supuso un viaje al pasado familiar. Pero también al trauma de ser migrante. A la enfermedad mental fruto del largo desarraigo no exento de momentos de diversión, ternura y también naufragio.
“Sentir gratitud hacia tus padres, pagarles el esfuerzo que han hecho con tus notas o yendo a la iglesia no es el mejor mensaje para los jóvenes migrantes. Este tipo de gratitud puede hacer metástasis y puedes acabar pagándola de formas más tóxicas, como negar tus sentimientos queer”, dice la autora, para quien el sentido de que un migrante se gradue en la universidad debe ser empoderante y no vivir en deuda con la familia.
“No quiero seguir perpetuando el mensaje de dolor, hay que pensar en la salud mental de los jóvenes”, afirma durante una charla virtual con Andrea González-Ramírez.
Karla está cansada de la perspectiva que se da sobre el migrante en los libros como “gente a la que le encanta trabajar duro” y que están estúpidamente “conectados a la tierra”. Ni ella ni su familia encajan en ese relato, ni tampoco las personas con las que habló y a quienes conoció de una manera profunda durante la escritura del libro. Por eso, cuando recogió sus historias, pactó con ellos algo: tomaría apuntes en una libreta, no grabaría las conversaciones sino que los escucharía con atención. Pero, sobre todo, prometió que haría algo radical para que ningún blanco pudiera decir “¡Qué cute o triste!”.
Heredera del estilo periodístico de Gabriel García Márquez -”el realismo mágico es un sistema de creencias”, dice-, Cornejo Villavicencio viajó por todo el país recogiendo las vivencias de personas que no aparecen habitualmente en los medios. Entre ellos, un grupo de trabajadores indocumentados de Nueva York que luchan contra enfermedades físicas y mentales como resultado de las toxinas a las que se expusieron mientras hacían limpieza después del 11-S; o una farmacia en Miami donde las personas sin papeles pueden comprar psicotrópicos sin receta.
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También la conversación con un grupo de jornaleros en Staten Island que le hablaron de un amigo, un tipo listo, que había acabado alcoholizado y sin hogar por no poder procesar el trauma de su pasado.
Pero también recrea esa otra cara alegre y liberada de la mujer migrante a través de vivencias como la de Salomé, una indocumentada argentina cuyo marido falleció de cáncer a los 46 años después de que se le negase el acceso a un tratamiento médico por su estatus de ilegal y que ahora que sus hijos son mayores sale a beber margaritas y a bailar con las amigas para volver tardíamente a sus 20 años.
Criada en Queens, donde ahora viven sus padres, Karla admite que se siente culpable por haber sobrevivido a la Covid-19 cuando la comunidad latina y especialmente indocumentada está sufriendo el embate del virus y muriendo a causa del desamparo de Estado.
“Muchas personas que han hecho frente a la violencia de género, o a un genocidio o una epidemia se sienten culpables de haber sobrevivido”, dice. En su libro aborda ese trauma, los problemas mentales que enfrentan los migrantes indocumentados, los altos índices de suicidio dentro de la comunidad y cómo se propaga este dolor que ella pretende exorcizar en The Undocumented America.
Karla tiene la condición mental borderline, algo que jamás ha ocultado y que, según cuenta, pudo ser producto de los años que pasó lejos de sus padres -se marcharon de Ecuador cuando ella tenía 18 meses y volvieron a buscarla años después-, al menos eso dicen los terapeutas.
Para ella escribir es resistir, lo que la hace levantarse por la mañana. Sin duda, Undocumented America es también un libro sobre resistencia. Sobre vicios, fantasmas y traumas, pero también sobre personas reales cuya experiencia es iluminadora por sincera.
“No puede estar enamorado de América, no todavía. Eso te descalifica”, le dijo a NYT.
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