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Calçots. Fuente: Wikimedia

Calçotada: una tradición típica catalana que no puede perderse

La tradición es muy simple: comer cebollas gigantes a la brasa acompañadas de una salsa misteriosa

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Si tiene pensado viajar a Barcelona por estas fechas, hay algo que no puede pasarle por alto: disfrutar de una buena calçotada, un plato tan típico en Catalunya como la paella lo es de Valencia o el cocido lo es en Madrid. 

Pero, ¿en qué consiste exactamente?

La calçotada es una fiesta tradicional gastronómica que tiene su origen en las regiones cercanas a Tarragona y Valls, a unas 70 millas de Barcelona. 

La costumbre era que familia y amigos se reunieran para asar a la brasa los famosos calçots, una especie de cebollas largas, típicas de esa región. Mientras los calçots se cuecen en las brasas, la gente se reúne en torno a la mesa para charlar y contar anécdotas, con una buena servilleta abrochada al cuello. La servilleta, o incluso mejor un babero, es una pieza esencial para no mancharse cuando se comen los calçots.

Según manda la tradición, los calçots se comen con las manos, agarrándolos por un extremo para luego metérselos directamente en la boca, previamente untados en una salsa especial llamada romesco. Lo normal es acabar con las manos negras y el babero lleno de manchas, lo que lo hace aún más divertido.  

Las calçotadas empiezan a celebrarse a partir de noviembre y se prolongan hasta bien entrada la primavera, aprovechando la llegada del buen tiempo.

Los calçots son una comida típica catalana, pero cada vez se consumen más fuera de Cataluña. En el resto de España han proliferado los restaurantes que ofrecen esta especialidad, aunque sea servida en el plato y no comida de pie y con babero, como manda la tradición. Según datos de Mercabarna, el mercado central de alimentación de Barcelona, los calçots también se exportan, principalmente a Francia, Bélgica y Alemania, pero también en Londres, donde esta cebolla ha cuajado en la restauración.

Courtesy Flickr/Flydime
Comiendo calçots. Courtesy Flickr/Flydime

En Estados Unidos, el calçot todavía está por llegar, aunque quizás no tarde demasiado. A principios de marzo el famoso chef español afincado en Washington DC, José Andrés, viajó a Vilafranca del Penedès, en el interior de Catalunya, y participó en un concurso de cata donde se premiaba la mejor salsa romesco para los calçots. El chef, que creció en Barcelona, se pronunció en catalán emitiendo el veredicto final, como tocaba, mojando el calçot en la salsa ganadora.

Y es que la salsa romesco no es ninguna broma: según cuentan nació en un barrio de pescadores de Tarragona, allá por el siglo XV, gracias a que el ilustre Cristobal Colón se trajo consigo los conocidos como pimientos Romesco o pimientos Choriceros, base para esta exquisita salsa. Según algunas fuentes, su precursor es un plato marinero (que aún hoy se puede degustar en la zona del delta del Ebro) cuya base es un sofrito con tomate, ñora (tipo de pimentón), pimentón y frutos secos.