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La Cerdanya. Image by Jean Louis Tosque from Pixabay
La Cerdanya. Image by Jean Louis Tosque from Pixabay

La Gran Valle del Pirineo

A menos de dos horas de coche de Barcelona, La Cerdanya ofrece un paraíso de montaña, deporte y noches refrescantes bajo las estrellas

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Viajar a Barcelona siempre resulta una opción vacacional de verano interesante y entretenida. La capital catalana ofrece una amplia variedad de opciones de ocio y cultura, desde la imponente arquitectura de Gaudí, a sus colecciones de arte románico, pasando por las animadas playas y las calles estrechas del Raval, el barrio más multicultural de la ciudad, o el eje de compras que forman el Passeig de Gràcia i la Rambla de Catalunya.

Pero si usted ya conoce Barcelona, o lo que desea es aprovechar su viaje a la ciudad española para conocer un poco más la naturaleza de los alrededores, una escapada de dos o tres días a la Cerdanya, el valle más amplio de los Pirineos, cumplirá con lo que está buscando.

Situado a menos de dos horas en coche de Barcelona gracias a una moderna autovía de peaje, La Cerdanya, una amplia valle situada a mil metros de altitud y una anchura de 6 a 8 kilómetros, ha sido siempre uno de los lugares favoritos de veraneo de la burguesía catalana, especialmente a finales de agosto, cuando uno quiere descansar de playa y el sol y refugiarse en los aires frescos de montaña. Millonarios de Barcelona como Piqué y Shakira tienen aquí sus mansiones, la mayoría situadas cerca del Real Club de Golf de la Cerdanya, uno de los más antiguos de España.

Rodeada de grandes montañas como La Pica del Carlit (2.921 Mts) o Tosa de Alp con sus 2536 Mts de altitud, tiene espacios protegidos como el Parque Nacional del Cadí Moixeró, una cordillera de montañas que podrá recorrer a pie o disfrutar de su vista mientras come una hamburguesa ecológica o una crepe recién hecha en la agradable terraza de El Tupí del Cadí, un restaurante rodeado de campos y nogales en el pequeño municipio medieval de Bor. 

Otra opción es trasladarse en coche hasta la ermita románica de Quadres y desde allí empezar una ruta circular que lo llevará a orillas del río Segre, donde podrá mojarse los pies o contemplar caballos y vacas pastando en los alrededores. 

Por la tarde, puede darse un paseo por Puigcerdà, la capital de la región. Fundada en 1117, la ciudad se ha convertido en el principal centro comercial de la zona y atrae cada año a centenares de franceses en busca de productos locales. La frontera con Francia, de hecho, se encuentra a la salida de Puigcerdà, donde se encuentra el pueblo de Bourg Madame. 

De obligado paso está también Llívia, un pequeño pueblo con un casco antiguo muy bien cuidado, ubicado dentro de territorio francés. Por motivos estratégicos e históricos , Llívia continua perteneciendo a España, como si fuera una pequeña “isla”. 

Una vez entrados en la Cerdanya francesa, vale la pena una visita a las termas naturales de Fontpedrouse. Escondidas en el interior del bosque y desconocidas, estas termas naturales son muy singulares, ya que son pequeñas piscinas con distintas temperaturas, que van variando a medida que vas descendiendo.

En cuanto a la gastronomía, la Cerdanya se caracteriza por la gran abundancia de productos autóctonos, gracias a su privilegiada situación geográfica. La cocina de la región es variada, rica y única, con platos típicos y tradicionales provenientes de la huerta, las aves de corral, la ganadería, la pesca y la caza, propios de cada época del año.

Entre la oferta gastronómica destaca principalmente el Trinxat, un plato hecho a base de patata, col y tocino frito, el Tiró (pato) con nabos o la ensalada de Xicoies (diente de león), además de un amplio abanico de embutidos artesanales que podrá adquirir en las tiendas del Valle. 

Antes de acostarse, no se olvide de salir fuera y mirar al cielo. Trate de contar las estrellas.