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20 años después de su victoria, Hugo Chávez sigue siendo la peor pesadilla de Venezuela

El domingo 6 de diciembre de 1998, Hugo Rafael Chávez Frías se hacía con la presidencia de uno de los países más ricos de Latinoamérica. Sus promesas se han…

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Hablar de Hugo Chávez Frías siempre asegura una serie de choques ideológicos.

Un hombre transformado en héroe, un nuevo Padre de la Patria, y un ícono a nivel internacional se oponen radicalmente al presidente bajo el cual muchos vimos el país fracturarse y finalmente destruirse.

Aún hoy, 20 años después de su victoria masiva en los comicios presidenciales de 1998, existen quienes encienden velas frente a su retrato, mientras millones de venezolanos caminan semanas para abandonar el país.

Si algo perpetuó Hugo Chávez en Venezuela, fue la separación radical del pueblo en dos realidades, algo contra lo que prometió luchar aquél 6 de diciembre de 1998 pero que se transformó en uno de sus peores legados.

Un hombre como todos los demás

Pocas personas podrían siquiera ubicar a Sabaneta (Barinas) en el mapa. Una pequeña ciudad que no llega a los 30.000 habitantes y cuenta con tan sólo 10 kilómetros cuadrados.

En ese pueblo, y de una pareja de profesores de educación primaria, nació Hugo Chávez Frías en 1954.

Formado en la Academia militar de Venezuela y egresado con honores, Chávez continuó su educación en Comunicación y Electrónica, Blindados, Guerras Políticas y Ciencias Políticas entre la década de 1970 y 1990.

Joven Hugo Chávez Frías egresado de la Academia Militar. Foto de archivo.

Desde entonces, el joven militar se codeó con la clandestina izquierda venezolana, y fundó en 1982 el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 en compañía de Felipe Antonio Acosta Carlés, Yoel Acosta Chirinos, Francisco Arias Cárdenas, Jesús Urdaneta Hernández y Raúl Isaías Baduel, junto a quienes juró “reformar el Ejército e iniciar una lucha para construir una nueva República”.

Para el momento, Venezuela vivía las consecuencias del llamado Pacto de Puntofijo, donde los partidos políticos establecidos acordaron garantizar “una vida democrática” en el país después de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

La exclusión radical del Partido Comunista de Venezuela y el boom petrolero de la década de los 70, dividieron al país ideológica y económicamente.

Miguel Angel Lacabana escribía en 1990 que, aún con el desarrollo económico, la administración gubernamental no supo sacar provecho de ello y la devaluación de la moneda trajo consigo uno de los peores índices de desempleo y pobreza en el país.

Entre una deuda externa difícil de contener y varias reformas económicas, el salario mínimo del ciudadano común caía en picada, decantando en el estallido social del 27 de febrero de 1989 conocido como El Caracazo.

La fuerte represión gubernamental fue la gota que derramó el vaso para el grupo de jóvenes rebeldes quienes, cegados por una ideología caduca, decidieron organizar un golpe de estado.

Hugo Chávez en compañía de quienes formaron parte del golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992. Foto: archivo.
Del cuartel a la cárcel

Hugo Chávez era un hombre de verbo y gran habilidad discursiva. De hecho, gran parte de su planteamiento político fue redactado, como tantos otros personajes históricos, detrás de las barras.

Después de haber escrito su primer manifiesto en 1991 (llamado Proyecto de gobierno de transición), el comandante y sus seguidores organizaron un intento de golpe de estado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez para el 4 de febrero de 1992.

El golpe fue un fiasco, pero Chávez tuvo su primera plataforma mediática para hablarle al país.

Al ser aprehendido pidió rendirse por televisión y le dijo a todo el país que se necesitaba un rumbo nuevo.

Así empezaba su carrera política.

Durante sus dos años de prisión, el presidente Pérez fue sometido a juicio político y extraditado, un nuevo presidente se hizo con el poder y, para conseguir el apoyo de una izquierda que crecía en apoyo popular, indultó a Chávez.

Muchos de los que vivimos su Revolución lamentamos el día que Rafael Caldera decidió darle la libertad a quien destruiría la democracia venezolana en menos de 30 años.

Una elección histórica

A Venezuela le hacían falta muchas cosas, pero lo que más le urgía era tener un salvador, así fuera de mentira.

La alta tasa de analfabetismo en el país, la pobreza y la centralización del desarrollo en un puñado de ciudades, hizo el nicho perfecto para que una personalidad como la de Chávez consiguiera el apoyo masivo de la Venezuela rural, olvidada durante tantos años por los gobiernos de turno.

Apoyado por estrategas como Luis Miquilena y José Vicente Rangel, Chávez comenzó a recorrer el país tan pronto salió de prisión, explicando un proyecto “revolucionario” para “refundar la República”.

Bautizó su partido como el Movimiento Quinta República (MVR), prometió una Asamblea Nacional Constituyente y “dar el poder al pueblo”.

El 6 de diciembre de 1998, Hugo Chávez fue electo presidente con el 56,5% de los votos, rompiendo un récord histórico en las elecciones presidenciales venezolanas.

Chávez es juramentado como presidente el 2 de febrero de 1999.
Un régimen disfrazado de Revolución

El debate sigue siendo si Chávez realmente quiso lo mejor para el país o si fue un tirano de libro.

Sin embargo, desde el inicio de su gobierno, nada fue transparente.

El Referéndum constituyente de abril de 1999 fue aprobado con 81% de los votos, que dio origen a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, considerada una de las mejores del mundo, aunque el propio gobierno no la respetara.

Pero el 30 de julio del 2000, las elecciones generales para confirmar los nuevos poderes públicos fueron descritas por el Centro Carter como “poco transparentes” y desde entonces el Consejo Nacional Electoral estuvo bajo el poder del ejecutivo, eliminando la verdadera voz de voto en los ciudadanos venezolanos.

Tres años después, Chávez decide controlar el cambio de divisas en el país, impidiendo el acceso directo de los venezolanos a dólares a través de la llamada Comisión de Administración de Divisas (CADIVI), un modelo casi idéntico al del ex presidente Luis Herrera Campins (RECADI) que durante los 80 se transformó en uno de los mecanismos de corrupción y enriquecimiento ilícito más importantes en la historia política del país.

Irónicamente, Chávez estaba reutilizando mecanismos de corrupción disfrazados de Revolución Social, engañando nuevamente al pueblo.

Fue a partir de entonces cuando comenzó sus relaciones íntimas con regímenes como el de Saddam Hussein en Bagdad, Fidel Castro en Cuba, y con Vladimir Putin en Rusia.

El presidente ruso Vladimir Putin y su homólogo venezolano Hugo Chávez conversan en el Palacio de Miraflores en Caracas, durante la visita del mandatario ruso a Venezuela en abril de 2010. (Crédito:JUAN BARRETO/AFP/Getty Images)

Mientras en el país diseñaba una fachada socialista – entre centros de asistencia social, programas de alfabetización y una reforma agraria – sus diferencias con las Fuerzas Armadas y con la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) dio paso a un intento de golpe de estado fallido en el 2002, que lo único que hizo fue ratificar la imagen de Chávez como héroe ante sus seguidores.

Sin embargo las protestas no cedieron y durante varios meses los sindicatos de trabajadores llamaron a la paralización del país. El momento crítico fue cuando los trabajadores petroleros paralizaron el corazón económico del país: Petróleos de Venezuela (PDVSA).

El gobierno sustituyó a los trabajadores y reactivó el país.

Poco a poco, el gobierno de Hugo Chávez se hizo con propiedades a nivel nacional gracias a la llamada Ley de Tierras, cerró medios de comunicación y quebró la producción nacional, transformando a Venezuela en un país dependiente casi exclusivamente de la importación.

Patria, Socialismo y Muerte

Con el control del Consejo Nacional Electoral, Chávez se afianzó en el poder durante más de una década, y prometió que su Socialismo del siglo XXI duraría para siempre. “Patria, Socialismo o Muerte”, gritaba con frecuencia.

Lo que pocos sabían era que ese eslogan se transformaría en una cruda realidad.

La nacionalización casi absoluta de todas las empresas, y su paso a manos de amigos cercanos, destruyó el crecimiento económico del país, algo que pasaba desapercibido por la racha de altos precios petroleros con los que contó el gobierno durante muchos años.

La negligencia gubernamental – que prefería a personas leales pero incapaces al mando de las empresas a profesionales que pudieran llamar de nuevo a paro – destruyó la infraestructura de las grandes represas y sumió a Venezuela en una crisis energética, obligando al país a vivir en un eterno racionamiento eléctrico.

Muere un presidente y nace un mártir

Con el país al borde de una crisis alimentaria y una parapléjica oposición, Chávez no tenía problema en seguir en el poder durante el resto de su vida.

Pero un cáncer pudo más y el 5 de marzo del 2013 el entonces vicepresidente Nicolás Maduro anunció que Hugo Chávez había muerto, aunque otras versiones aseguran que falleció el 30 de diciembre en La Habana.

Su enfermedad no era secreto para nadie, pues dedicó gran parte de sus últimos años a intentar controlar su enfermedad en centros especializados en Cuba.

La fanfarria de su muerte fue uno de los despliegues de propaganda – al estilo Soviético – más impresionantes en la historia de la región.

El entonces vicepresidente Nicolás Maduro acompaña el féretro de Hugo Chávez Frías.

La meta era inmortalizar la imagen de Chávez como un héroe del pueblo, y disfrazar la crisis en la que había sumido al país, que se haría aún más evidente en los meses siguientes.

Un país fantasma

Antes de Chávez no todo era color rosa.

Había una desigualdad importante, habían gobiernos corruptos, pero quizás lo más importante era la dificultad de gran parte de la población a la hora de acceder a la educación y a la salud.

Ninguna presa es más fácil para la ideología barata que un pueblo ignorante y enfermo.

Lo poco que Chávez hizo con las manos, lo pulverizó con su bolsillo. Las llamadas Misiones (Barrio Adentro, Robinson, Ribas, Sucre) que se enfocaban en intentar dar al pueblo lo que se merecían, era una fachada mientras su familia y sus adeptos vaciaban las arcas del país.

El gobierno de Chávez recibió a un país con una tasa de desempleo del 15% que se vio reducida drásticamente a mitad de su mandato, mientras se mantenía la tasa de labor informal (44%), lo que se traducía en que sólo un 35% de la población era económicamente activa.

Durante su gobierno, la matrícula escolar se mantuvo estable, sin mayor crecimiento en la oferta pública y, hasta el 2010, el índice de salud general de la población también estuvo en rangos estables.

Desde entonces, el gobierno ha impedido la difusión de datos oficiales.

Lo que sí se conoce es que la cifra de homicidios por cada 100.000 habitantes se ha disparado desde 1999, transformando a Venezuela en uno de los países más peligrosos del mundo.

Si entre 1979 y 1998 la inflación venezolana se mantuvo en un promedio de 9%, la Venezuela que dejó Chávez debutó con una superinflación de más del 100%. Actualmente, se proyecta que el 2018 cerrará con una inflación del 13.000%.

Según el Fondo Monetario Internacional, “la economía venezolana ha desaparecido por completo” desde el 2013, y el país sufre ahora la peor crisis económica, política y humanitaria de su historia, con escasez de alimentos y medicinas que no discriminan. Finalmente el comunismo chavista se hizo realidad: la miseria es común a todos.

Hasta agosto del 2018, más de 3 millones de venezolanos han abandonado el país de cualquier manera posible, huyendo de la pobreza y la violencia.

Y no, esto no es culpa tan sólo de la negligencia del gobierno de Nicolás Maduro. Si Chávez estuviera vivo, la crisis sería la misma, los precios del petróleo habrían caído igual y la infraestructura del país estaría igual de colapsada. Pero quizás la gente seguiría creyendo en el falso mesías.

El drama social en Venezuela, lleva a algunos ciudadanos a buscar comida en la basura (Foto: AFP /VANGUARDIA LIBERAL)