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Fue uno de los tabloides de peor gusto y, sin embargo, llevaba casi veinte años colocada entre los medios más vendidos de México. Photo: Vice
Fue uno de los tabloides de peor gusto y, sin embargo, llevaba casi veinte años colocada entre los medios más vendidos de México. Photo: Vice

Prensa roja en México: Cuando el periodismo se tiñó de barro y sangre

En 1963, la revista Alarma! revolucionó el periodismo mexicano y creó un modelo violento y semipornográfico que fue bautizado como “prensa roja”.

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Hay quien dice que la idea de Carlos Samoaya trajo el fin del periodismo tal y como se había conocido hasta entonces. El 17 de abril de 1963, llegaba al público una revista que no se parecía a nada que se hubiera editado antes. Con Alarma! se pretendía mezclar el sexo con el crimen y los contenidos más explícitos. La empresa que se hizo cargo, Publicaciones Llegó, había encontrado una mina de oro. 

Alarma! no era prensa del corazón (es decir, rosa) ni alarmista (es decir, amarilla), sino que trataba de atraer a través de los instintos más básicos, otorgando todo el protagonismo a los titulares malintencionados y las fotografías más rocambolescas. Mientras prometía, en portada, las historias reales más escabrosas y violentas, anunciaba pósters de modelos y actrices en paños menores, junto a fotografías que presentaban a los hombres como fieras de presa hambrientas de sexo que codiciaban astutas y arteras mujeres, también ligeras de ropa, cómo no.

La fórmula se repitió con otras propuestas editoriales marca de la casa, que continuaron con la tradición de Alarma! e incluso consolidaron el género de la fotonovela erótica y criminal. En estos productos, las estrellas televisivas se desvestían y se ponían en la piel de los protagonistas de las historias más escabrosas y alambicadas. Los instintos básicos, la sensualidad y la violencia se mezclaron con toda naturalidad en cabeceras como Casos de Alarma!, Casos reales o Valle de lágrimas!.

Casos de alarma! nació en 1971 para seguir aprovechando el filón: se especializó en la fotonovela para recrear crímenes famosos cometidos por figuras célebres.

Nada ajeno a la tradición hispánica: desde la Edad Media, los escritores picantes habían aprovechado la coartada moralista para describir escenas de tono subido: lo hizo el Arcipreste de Hita, lo hizo Fernando de Rojas en La Celestina, y lo hicieron los naturalistas e higienistas del siglo XIX aprovechando las lecciones morales para recrearse en pasajes y grabados de intimidades diversas. Pero no contaban con el elemento imagen tal y como sí hicieron estas revistas. Por ejemplo, Alarma! hacía gala de una homofobia frontal y recalcitrante, persiguiendo y estigmatizando a personas homosexuales o transexuales que fustigaba en los textos. El sexo era algo peligroso que podía conducir fácilmente a la perdición, e incluso a la muerte. Asimismo, la mujer era constantemente acusada de sembrar el caos entre los hombres dando origen a los más diversos embrollos sangrientos. Las mujeres y los aprovechados provocaban asesinatos, desasosiegos y robos.

En los años ochenta, Alarma! alcanzó el medio millón de tirada. Llevaba casi veinte años colocada entre los medios más vendidos de México. Pero la paciencia de las instituciones se agotó. En 1985, un terremoto asoló México y la revista cubrió la desgracia con todo tipo de detalles sensacionalistas. Aunque la falta de ética era notable, más de dos millones y medio de lectores la compraron. El Mundial de Fútbol estaba previsto para el año siguiente, y había que dejar la capital del país bien limpia y presentable. Fue la excusa perfecta para terminar con el reinado de la prensa roja que lideraba Alarma!. 

Así fue como el buen gusto y el decoro gubernamentales terminaron con una publicación muy apreciada hoy por los coleccionistas, por su humor negro y su increíble desfachatez, que hoy, con la red llena de contenidos pornográficos, puede provocar más risa que escándalo. Esa mezcla de artes negras, crímenes comunes, pasiones desbocadas y chicas en ropa interior convirtieron Alarma! en un icono de la cultura más subterránea y kitsch.

 

Historia original de Eduardo Bravo para Agente Provocador