“Mírame”: la discriminación contra los inmigrantes, vista por un escritor colombiano
En el supermercado grande, al que me niego a entrar, hay cada vez más oscuros, vendiendo y comprando. El barrio se está vaciando de personas y hace tiempo que se ensucia con esa avalancha que ya no se irá ni descansará hasta ensuciarnos a todos.
Desprecio, asco, miedo. Así podría resumirse lo que siente por los inmigrantes de su barrio el protagonista de Mírame, la nueva novela de Antonio Ungar (Bogotá, 1974).
Escrito en forma de dietario personal, Mírame es la historia de un parisino xenófobo y solitario que espía a sus vecinos desde la ventana de su casa. Al principio está convencido de que son árabes, pero “la rumana desdentada de la tienda de comida” de su barrio le dijo que eran inmigrantes paraguayos, “y que nadie sabe a qué se dedican, y que escupen en la calle y que había tenido que quitarle al más joven una lata de atún y otra de tomates picantes que quería robarse”, escribe el protagonista, en tono racista. Los hechos transcurren en un hipotético París tras el mortífero atentado islamista en la sala Bataclan, en noviembre de 2015.
“La realidad es muy injusta con los inmigrantes, especialmente después de un atentado”, dijo Ungar durante la presentación de la novela en Barcelona, la semana pasada.
Y cuando Ungar habla de atentados y de inmigración, sabe de lo que habla. Casado con una escritora palestina, Ungar se convirtió al islam y vive desde hace unos años en Jaffa, un enclave palestino dentro de Israel, bajo la amenaza permanente de atentados suicidas. Antes de vivir en Israel vivió seis años en Barcelona, donde trabajó de traductor y escritor (su novela más conocida, Tres Ataúdes Blancos, ganó el premio Herralde de novela en 2010 y ha sido traducida a siete idiomas), y en Iowa, EE.UU, donde participó en un programa internacional de escritores.
“No quería que los lectores europeos pensaran que el protagonista es simplemente un loco, sino que vean que bien podría ser uno de ellos”, explicó el autor. “Es un hombre obsesionado con que los extranjeros algún día harán algo, aunque no se da ningún detalle de por qué los odia, sino que es una respuesta irracional. Quería que fuera un odio lo más cotidiano posible", añadió.
Para Ungar, su experiencia personal con la inmigración se remonta a sus abuelos paternos, Hans y Lilly Ungar, ambos judíos, que llegaron a Colombia por separado, huyendo del nazismo en su Austria natal. Hans y Lilly se conocieron en Bogotá y juntos fundaron la que sería la librería más grande de la ciudad, la Librería Central, por la que han pasado todos los grandes escritores latinoamericanos.
“Los libros siempre han sido lo nuestro. En nuestra casa siempre hemos estado expuestos a los libros. Tony, que fue arquitecto, leía mucho. Y su hijo, Antonio, mi nieto, aunque estudió Arquitectura, como su papá, finalmente cayó en los libros. Se dedicó a escribir cuentos y novelas y es hoy un escritor conocido”, explicó Lilly, la abuela del escritor, en una entrevista con la revista Arcadia, hace dos años.
Efectivamente, Antonio estudió Arquitectura, como su padre, pero en sus ratos libres se dedicaba a escribir historias, su pasión desde niño. A los 23 años logró que le publicaran su primer libro, una recopilación de cuentos y relatos cortos, y eso le animó a dejar la arquitectura para dedicarse de lleno a escribir.
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La decisión no fue en balde. En el año 2010, con 35 años, Ungar ganó el prestigioso premio Herralde de Novela con Tres Ataúdes Blancos, una novela de suspense con toques de humor y fantasía, que habla de la corrupción y violencia que acechan un país imaginario a los pies de los Andes llamado Miranda. Se trata de la Colombia donde creció el autor, marcada por la corrupción, la desigualdad entre ricos y pobres, las guerrillas y el narcotráfico.
“Colombia es un país muy duro para los pobres, pero muy cómodo para la clase media alta como la nuestra”, admitió el autor en una entrevista con el diario israelí Haaretz. Ungar ha preferido que sus tres hijos crecieran en Jaffa en lugar de Colombia. La vida en Palestina tampoco es fácil, con la sombra de los atentados acechando en todo momento. “Los atentados siembran el miedo y cambian el relato de la inmigración”, dijo el autor en Barcelona.
Para obtener el pasaporte israelí, Ungar también tuvo que convertirse al islam, la religión de su esposa. Sin embargo, no se define como judío ni como musulmán. “Soy secular”, confesó a Haaretz.
Durante los últimos diez años, Ungar ha compaginado su oficio de escritor con la periodista y traductor, como el protagonista de Mírame. En Barcelona, donde vivió seis años, tuvo ocasión de conocer al escritor chileno Roberto Bolaño, que se convirtió en una especie de tutor, pero en general sus amigos no son escritores. “Los escritores suelen ser engreídos y llenos de codicia, al menos los latinoamericanos y los españoles. Prefiero ir con gente que no ha estudiado nada, o con arquitectos, gente a quien no les importe si soy o no escritor”, explicó a Haaretz. Su único amigo escritor es el colombiano Sergio Álvarez, quien presentó su última novela en Barcelona.
“Mírame refleja la crisis actual de esta Europa que no sabe qué hacer con los inmigrantes. Entonces, ¿por qué el protagonista de la novela es un occidental racista y no un inmigrante?, le preguntó Álvarez.
“Pues porque la realidad es claramente ya muy injusta hacia el inmigrante. En cambio, yo busco que el lector, al enfrentarse con las ideas del protagonista, piense que ahí hay algo que no funciona”, respondió. “Hay muchos viejos europeos o parisinos que están igual de solos y piensan igual que el protagonista, con la diferencia que él está loco y por eso se obsesiona más y entra en una paranoia absurda".
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