El aún insustancial escándalo de la intromisión rusa en los comicios estadounidenses del año pasado ha traído a escena la política del Primer Mandatario Vladimir Putin, que pareciera no dejar continente sin tocar.

La investigación llevada a cabo por la FBI sobre las relaciones entre los asesores de la campaña de Donald Trump y representantes del gobierno ruso, ha alborotado rumores sobre supuestos nexos monetarios entre ambos bandos, lo que sugiere el modus operandi del gobierno ruso, sin ser ajenos a la mitología mafiosa que rodea la gran nación.

Los conflictos no se quedan allí, abriéndose focos de relaciones infructuosas entre la administración de Putin y gobiernos como el de Turquía (habrá que recordar el asesinato de Andréi Kárloc en Ankara en diciembre del año pasado), la intervención en el conflicto sirio a favor del régimen de Bashar Al-Assad y la manzana de la discordia: Ucrania.

El día de hoy, el antiguo miembro del parlamento Ruso, Denis Voronenkov, fue asesinado en el corazón de Kiev, en la esquina entre las calles Shevchenko y Pushkin.

Voronenkov, coronel del ejército ruso, huyó a Ucrania junto con su esposa Maria Maksakova, quien fuera también miembro del Estado Duma, para ayudar a las autoridades ucranianas a armar un caso de traición contra Yanukovich, antiguo presidente ucraniano pro-Rusia.

Voronenkov fue gran opositor a la anexión de Rusia a Crimea en marzo de 2014, y su asesinato forma parte de las estrategias políticas que le son naturales a la administración de Vladimir Putin, quien no mira con buenos ojos la deslealtad.

Ucrania ha acusado a Rusia de “terrorismo de estado” por el asesinato del parlamentario y de un testigo fundamental para el caso.

Asimismo, en el Medio Oriente, Rusia pareciera ejercer toda su influencia para bloquear un cambio de régimen y asegurar su posición en el territorio.

El principal comandante de las fuerzas armadas libias Khalifa Haftar, así como su rival Rayez al-Sarraj (cabecilla del gobierno libio apoyado por las Naciones Unidas), el Rey Abdullah de Jordania y otros miembros de estados árabes han sido recibidos por la administración rusa en los últimos meses en el Kremlin, como signo irrefutable de la actividad rusa en el Medio Oriente.

Los intereses de Putin en la zona abarcan la seguridad, la venta de armas y el petróleo, pero más importante aún es el hecho de que el Medio Oriente representa una plataforma para afianzar el estatus de Rusia como poder global, según asegura The Economist.

“Quienes posean fuertes asentamientos en la zona tendrán una mejor y más fuerte posición en el mundo”, declaró Fyodor Lukyanov del Consejo de Políticas Extranjeras y Defensa, un asesor del cuerpo de gobierno.

Su intervención en el conflicto sirio ha traído consigo nuevas y fructíferas relaciones para Rusia. “Al pelear junto con Irán en Siria, el Sr. Putin ha logrado cerrar un pacto de suministro de petróleo con Arabia Saudita”, asegura el medio.

La presencia de las fuerzas de Putin en la zona no han pasado desapercibidas para el gobierno norteamericano. El día de hoy el General de las Fuerzas Armadas Norte Americanas en Europa declaró que ha percibido la influencia rusa en los insurgentes Talibanes en Afganistán, asegurando así otro núcleo de establecimiento de la fuerza rusa en el Medio Oriente.

Pareciera que la política internacional ha girado la mesa y es ahora el momento de ver los resultados de décadas en conflictos silentes que han permitido a Rusia surgir como verdadera potencia mundial, de la mano de estrategias sociales que atentan contra el progreso internacional y que son dirigidas por un peligroso director de orquesta.