[Op-Ed] ¿Nos controla el miedo?
Cuando Thomas Hobbes proclamó que el miedo y él eran gemelos, probablemente no imaginó que siglos
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Cuando Thomas Hobbes proclamó que el miedo y él eran gemelos, probablemente no imaginó que siglos después su intuición seguiría siendo tan pertinente. En plena era digital, donde aparentamos ser invencibles tras filtros de Instagram y likes, el miedo sigue siendo el motor invisible que impulsa gran parte de nuestro comportamiento social y político.
Actualmente, vivimos en una peculiar dualidad, por un lado, hemos creado sociedades increíblemente sofisticadas para protegernos mutuamente; por otro, nuestras redes sociales están plagadas de contenido que celebra la juventud eterna y niega la mortalidad. La intuición hobbesiana sobre el miedo como fuerza organizadora de la sociedad ha evolucionado: ya no tememos tanto la muerte violenta a manos de otros, pero hemos desarrollado nuevos terrores existenciales.
El pacto social moderno ya no solo incluye ceder poder a un soberano que nos proteja. Ahora también implica someternos voluntariamente a un sistema que promete, si no la inmortalidad, al menos la ilusión de control sobre nuestra finitud. Sistemas de salud avanzados, seguros de vida, fondos de pensiones, son las nuevas espadas del Leviatán, protegiéndonos no de otros humanos, sino de nuestra propia mortalidad.
Lo fascinante es observar cómo este miedo primordial se ha adaptado a la era digital. Creamos avatares digitales, acumulamos seguidores, y documentamos obsesivamente cada momento de nuestras vidas, como si la presencia digital pudiera garantizarnos una forma de inmortalidad. El algoritmo se ha convertido en nuestro nuevo soberano, prometiéndonos relevancia eterna a cambio de nuestra atención constante.
La frustración contemporánea surge cuando este elaborado sistema de protección muestra sus fallas. Los likes no pueden detener el envejecimiento, los seguidores no pueden evitar la muerte, y ni siquiera el más sofisticado metaverso puede ofrecernos verdadera inmortalidad. La ansiedad moderna no es tanto sobre morir violentamente, sino sobre morir sin haber importado lo suficiente.
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¿Qué diría Hobbes sobre nuestros intentos modernos de esquivar la muerte? Probablemente reconocería en nuestras instituciones digitales y médicas la misma búsqueda desesperada de seguridad que él observó en la política de su tiempo. La diferencia es que ahora nuestro "estado de naturaleza" no es la guerra de todos contra todos, sino la lucha constante contra la irrelevancia y el olvido.
La verdadera revolución no está en superar el miedo a la muerte, pues eso sería tan imposible hoy como lo era en tiempos de Hobbes. La revolución está en reconocer cómo este miedo ancestral sigue modelando nuestras sociedades, nuestras tecnologías y nuestras aspiraciones. Al entenderlo, podemos quizás construir sistemas que no solo nos protejan de la muerte, sino que nos ayuden a vivir más significativamente con su realidad.
El legado de Hobbes no está en haber descubierto el miedo a la muerte, sino en haber reconocido su poder organizador. Al final, seguimos siendo criaturas impulsadas por el mismo temor fundamental.
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