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[Op-Ed] Mentores y Logros: La Aventura de Construir Impacto Social

 

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“Ernesto Nieto una vez me preguntó: ‘¿Qué vas a hacer por tu comunidad?’ Esa pregunta se convirtió en la base de lo que hoy me esfuerzo por lograr.”

Hace mucho tiempo, en las polvorientas tierras fronterizas de El Paso, Texas, y Ciudad Juárez, México, yo era un niño con sueños más grandes que los horizontes que podía ver. Mis padres, como tantos otros, habían cruzado a este país cargando poco más que sus esperanzas, y me inculcaron la creencia de que la educación era el boleto dorado a una vida mejor, una vida donde no solo podría prosperar, sino también marcar una diferencia.

Yo creía en ese sueño. Me aferré a él como a un salvavidas. La educación era mi camino hacia el Sueño Americano, hacia el éxito, hacia ese tipo de vida donde el impacto no era solo una posibilidad; era una certeza. Y así, trabajé duro. Tuve la fortuna de ser aceptado en la Universidad de Georgetown en Washington DC, un lugar donde estaba convencido de que todas las piezas de mi futuro cuidadosamente diseñado encajarían a la perfección. Estudié política internacional, derecho, ética, organizaciones, diplomacia empresarial y estudios latinoamericanos con el fervor que solo la juventud puede sostener, creyendo que un día, todas esas horas de estudio y sacrificio me llevarían a una vida con propósito e impacto.

Pero con el paso del tiempo y al aventurarme en el mundo de la política y el servicio público, comencé a ver grietas en la base del sueño que había construido con tanto cuidado. Como describí en mi última columna, la realidad del panorama político, en el que había depositado mis esperanzas, estaba muy alejada de los ideales a los que me había aferrado. La integridad a menudo tenía un precio, los valores eran negociables y el enfoque estaba más en el beneficio individual que en el bien común. El sistema que creía sería mi conducto para el cambio se sentía vacío, y me encontré cuestionando todo por lo que había trabajado.

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“En las polvorientas tierras fronterizas de El Paso, Texas, y Ciudad Juárez, México, yo era un niño con sueños más grandes que los horizontes que podía ver.”

Fue durante esos momentos de duda cuando las lecciones de mi juventud comenzaron a resurgir, lecciones impartidas por los mentores que han seguido guiándome a lo largo de mi vida. Uno de esos mentores es Ernesto Nieto, el legado viviente detrás del Instituto Nacional Hispano de EEUU, quien sigue siendo una figura imponente en mi vida, tanto física como metafóricamente. Conocí a Ernesto por primera vez a los 14 años, cuando asistí al Gran Debate en Austin College, en Sherman, Texas. Incluso ahora, cuando hablamos, sus preguntas aún tienen la habilidad de atravesar lo superficial y llegar directamente al corazón del asunto.

En ese momento, yo era solo un niño tratando de entender el mundo, pero las preguntas de Ernesto permanecieron en mi mente mucho después de aquel debate. Eran preguntas que desafiaban mi comprensión del liderazgo, de la comunidad, de lo que significaba ser latino en un mundo que a menudo nos pedía que nos mezcláramos en lugar de sobresalir. Como estudiante de segundo año de preparatoria, asistí a la Sesión Legislativa Juvenil Lorenzo de Zavala, donde la influencia de Ernesto se hizo aún más pronunciada. No solo nos enseñó a navegar el panorama político; nos enseñó a cuestionarlo, a desafiarlo y a ver nuestro papel en él como uno de responsabilidad y propósito.

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“En Georgetown, creía que la educación era la clave—el boleto dorado que abriría las puertas a una vida con propósito e impacto.”

Estas fueron lecciones que permanecieron conmigo mientras hacía la transición de ser un estudiante en estos programas a convertirme en un profesional dentro del Instituto Nacional Hispano. Fue aquí, trabajando junto a colaboradores del instituto como Steve Merritt y Michael Gaynor en la Universidad de Villanova en Pennsylvania, donde comencé a ver el panorama más amplio. Los programas que Ernesto había diseñado no se trataban solo del éxito individual; se trataban de equidad comunitaria, de construir algo duradero, algo que pudiera elevar no solo a una persona, sino a toda una comunidad.

Cuando finalmente llevé el trabajo del Instituto a América Latina, reclutando estudiantes de toda la región, me di cuenta de que no se trataba solo de expandir nuestro alcance; se trataba de cambiar la narrativa. Los latinos en los Estados Unidos a menudo se ven a sí mismos a través del lente del estatus de minoría, pero en América Latina, no existía tal concepto. Estos estudiantes no se veían a sí mismos como marginados; se veían con plusvalía, como líderes en su propio derecho. Y ese cambio de perspectiva lo cambió todo.

Pero incluso mientras ayudaba a internacionalizar la misión del Instituto, comencé a sentir las limitaciones de los modelos tradicionales con los que estábamos trabajando. La educación superior en los Estados Unidos, que alguna vez había sido la cima de mis aspiraciones, estaba fallando cada vez más en cumplir sus promesas. Se estaba volviendo claro que los viejos caminos hacia el impacto ya no eran suficientes. El mundo estaba cambiando, y si quería crear un cambio real y duradero, necesitaba pensar de manera diferente.

Esta realización llevó a la fundación de BeNeXT Global, una organización nacida del deseo de redefinir la educación y el impacto social. Quería crear algo que fuera más allá de los modelos tradicionales, algo que empoderara a las personas para que hicieran un impacto tangible en sus comunidades, no solo en teoría, sino en la práctica. BeNeXT se trataba de reunir a las mentes más brillantes, no solo para aprender, sino para hacer, para construir, para crear, para lanzar proyectos que transformarían vidas y comunidades.

Hoy en día estoy lleno de esperanza. Esperanza de que podemos crear algo verdaderamente transformador. Esperanza de que podemos construir un futuro donde la educación no sea solo un medio para un fin, sino una herramienta poderosa para el cambio social. Esperanza de que juntos, podemos crear un mundo donde los sueños de muchos no solo sean posibles, sino alcanzables.

Pero este no es un viaje que pueda emprender solo. Como me recordó una vez Ernesto Nieto, el cambio real es un esfuerzo colectivo, uno que requiere la sabiduría de los mentores y la energía de las nuevas generaciones. Así que les hago un llamado—ya sea que sean profesionales experimentados, jóvenes emprendedores, o estudiantes con grandes sueños—para que se unan a mí. Juntos, podemos redefinir lo que puede ser la educación. Juntos, podemos crear el impacto social que queremos ver en el mundo. Juntos, podemos construir un futuro que sea más brillante, más inclusivo y más esperanzador que nunca antes.

Tomemos el teléfono, conectémonos unos con otros, y comencemos el trabajo de construir el mundo que sabemos es posible.

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Construyendo el Futuro Juntos: Estos innovadores de proyectos de impacto social representan la esperanza y el potencial de las Américas. A través de la colaboración, la educación y la mentoría, estamos allanando el camino hacia un mañana más brillante.


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Sobre BeNeXT Global y Futuro Las Américas:

BeNeXT Global está dedicada a empoderar a la próxima generación de líderes en las Américas mediante el fomento de la colaboración, la innovación y el impacto social. Futuro Las Américas, nuestra iniciativa insignia, reúne a visionarios de toda la región para desarrollar proyectos que generan un cambio significativo en sus comunidades y más allá.

 

Sobre el autor:

Hector H. Lopez es un líder ejecutivo global y emprendedor social con más de 28.1 millones de dólares en iniciativas de impacto en América Latina. Con experiencia en asuntos internacionales, impacto social, medios de comunicación y educación global, Hector está comprometido con inspirar el cambio, liberar el potencial y empoderar a las comunidades en toda América. Como fundador de BeNeXT Global, el trabajo de Hector se centra en crear proyectos transformadores que dejen un legado duradero.


 

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