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Mark Sanchez con las Aguilas de Filadelfia en 2014.
Keith Allison
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OP-D: ¿Piensan que pueden criar hijos bilingües?

Este quarterback de la NFL muestra la dificultad de meter ese gol

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Este quarterback de la NFL muestra la dificultad de meter ese gol

Gracias, gracias, gracias, Mark Sanchez. Brindaste un rayo de esperanza a todas nosotras, las madres hispanas que lamentamos el hecho de no haber podido criar a nuestros hijos para que hablaran inglés y español.

Sanchez, el quarterback mexicano-americano de la NFL, quien este mes firmara un contrato de un año con los Dallas Cowboys, recientemente habló sobre la experiencia de no poder hablar a las legiones de sus admiradores latinos en español.

“Me sentí un poco avergonzado por no saber el idioma, número uno,” explicó en una entrevista con Mike Leslie, reportero de la cadena WFAA-TV de Dallas. “Y aun más avergonzado por no poder comunicarme con la población latina que me apoyó tanto. Si gano, pierdo o empato son algunos de los mejores aficionados que haya tenido. Por eso era algo que me estaba como carcomiendo.”

Sanchez fue criticado por los que creen que hablar español es una prueba definitoria que separa a los “Latinos sólo de nombre” de los “verdaderos latinos”. Quizás recuerden rencillas parecidas en las primarias presidenciales, cuando algunos consideraron que Ted Cruz y el posible candidato a la vicepresidencia, Julián castro, no eran auténticos latinos porque eran monolingües.

Sanchez fue criado en una familia con dos padres bilingües que hablaban español en casa. Pero simplemente, no lo aprendió--y eso es bastante típico de muchos jóvenes hispanos.

Según el Proyecto Tendencias Hispanas del Pew Research Center, el porcentaje de latinos nacidos en Estados Unidos de 5 y más años que hablan español en casa declinó levemente, del 67 por ciento en 1980 a un 60 por ciento en 2013.

Hablé con innumerables padres hispanos quienes no lograron que el bilingüismo se afianzara en sus familias, y a algunos de ellos no les importa.

El año pasado, entrevisté a Manuel Delgado, inmigrante de Venezuela que se estableció en Houston y se casó con una muchacha local, a la que describió como “una vaquera de ojos azules”. Me dijo que aunque ella habla español, él se limita al inglés cuando está en casa con ella y sus dos hijas adolescentes.

“Hay una idea entre los inmigrantes que dice que sólo se puede expresar amor en la lengua que uno habló primero,” dijo Delgado. “Pero disiento. Pienso que se puede expresar amor en la lengua que uno aprendió a amar. Digo a mi esposa y mis hijas cuánto las quiero en inglés, y de ninguna manera significa menos que si lo dijera en español.”

Mi familia está en un campo diferente. Aunque mi esposo--que es blanco y no habla español--desea que nuestros hijos sean bilingües en cualquier idioma, me arrepiento del día en que nuestra familia pasó de aspirar a ser bilingüe a hablar exclusivamente inglés.

Sucedió cuando nuestro hijo mayor, que fue prematuro de bajo peso, tenía unos 18 meses de edad y aun no hablaba. Tras consultar con médicos y fonoaudiólogos--y considerar medidas drásticas como cirugía para “desatar” la lengua--nos embarcamos en un viaje en el que hubo láminas con dibujos y lenguaje de signos para una comunicación básica.

Todos los expertos sugirieron que siguiéramos con el inglés para no agravar la demora en el habla y--como jóvenes padres asustados--desechamos nuestros planes originales de hablar a nuestros hijos en ambas lenguas.

Más tarde intentamos restituir algo de bilingüismo en la casa, pero los dados habían sido echados y yo--y el abuelo, la abuela y todos los otros hispanohablantes de la familia--nos acostumbramos a comunicarnos siempre en la lengua común del inglés.

Mi esposo y yo intentamos poner a nuestros hijos en clases de español y pensamos, erradamente, que inscribirlos en un distrito escolar donde más de la mitad de los estudiantes eran hablantes nativos de español ayudaría. Pero nada prendió.

A mi hijo menor le encanta ponerme a prueba coqueteando con la idea de aprender alemán. A veces (cuando me chupa las medias) hasta sugiere que le empiece a hablar en español.

Mi hijo mayor, quien hasta el día de la fecha es un muchacho de pocas palabras, comienza a considerar cómo hablar español resolvería problemas, si quisiera pasar tiempo en los países de origen de los abuelos.

Así es que hay esperanzas.

Quién sabe, en unos años, yo--como la madre de Sanchez, Olga--quizás tengamos el placer de escuchar a nuestros hijos adultos conquistar el desafío de la “r” vibrante múltiple del español. 

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