Carlos Borromeo y la obra de nuevos comienzos
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Exactamente hace 18 meses esta semana, la familia de Filadelfia católica se convirtió en mi familia, y la ciudad se convirtió en mi casa. Yo dije entonces que los retos que enfrentamos como Iglesia no serían fáciles, y no han sido. Muchos de nuestros problemas pastorales, jurídicos y financieros siguen existiendo. Lo mismo ocurre con nuestras serias obligaciones a las víctimas de abusos en el pasado. Pero también es cierto que una gran cantidad de bien se ha logrado en poco tiempo. Tenemos que dar gracias a Dios por eso, y tenemos que sentirnos orgullos de la fidelidad de nuestro clero y de nuestro pueblo bajo estas circunstancias tan difíciles
Especialmente en estos días de cuaresma, también debemos darnos cuenta de que ninguna reforma real ocurre cómodamente. Siempre trae cierto grado de dolor, porque honestamente examinar nuestra conducta duele. Reforma significa exactamente lo que su nombre indica. Significa un «re-formar» de la vida católica para llegar a ser algo más que paganos bautizados. Significa desarmar los hábitos muertos de pecado, la complacencia, el compromiso, la veneración perezosa y el cinismo -tanto en un plano personal como institucional- y luego la reconstrucción de nuestro discipulado con pureza y fervor. Esto significa transformarnos en los hombres y mujeres que Dios nos creó para ser.
Como Iglesia, ya hemos pasado por esto. La historia nunca se repite, pero los hábitos de pensamiento y comportamiento humano se repiten todo el tiempo. Así que podemos aprender mucho del pasado que puede ser aplicado a nuestras necesidades de hoy.
Uno de los principales reformadores católicos de la historia fue Carlos Borromeo. Nacido de una familia acomodada en una época de intenso conflicto religioso y corrupción de la Iglesia, Borromeo abandonó el privilegio por una vida de humildad personal y celo por la restauración de la integridad de la vida católica. Él organizó la última sesión del Concilio de Trento. Él compiló el famoso catecismo de Trento. Como obispo, llevaba en su persona un pequeño retrato de san Juan Fisher, obispo inglés y amigo de santo Tomás Moro martirizado por Enrique VIII. Como cardenal arzobispo de Milán, se convirtió en un patrocinador venerado de la educación superior y las artes. Por encima de todo, Borromeo se dio cuenta que la clave para la renovación de la vida católica era, un buen educado y santo sacerdocio. Ahí es donde él puso su pasión, estableciendo las bases para la formación sacerdotal moderna.
No es casualidad que el gran seminario de Filadelfia lleva el nombre de San Carlos Borromeo. Y eso nos lleva al punto de mi columna de esta semana.
Al nombrar el año pasado al obispo Timothy Senior rector de nuestro seminario, le di dos tareas principales: continuar y aprovechar el buen trabajo de su predecesor, el padre Shaun Mahoney, y conducir una revisión a fondo de las operaciones y programas del seminario. Si queremos renovar la vida católica en nuestra región -y es urgente- entonces necesitamos una nueva generación de sacerdotes bien formados, inteligentes y entusiastas que nos guíen en el futuro ya que muchos de nuestros buenos sacerdotes se están jubilando actualmente. Eso es un gran trabajo; tomará tiempo. Pero el trabajo del obispo Senior y sus colegas ya está dando sus frutos en tres formas muy prácticas.
En primer lugar, el consejo de administración del seminario ha aprobado recientemente el nombramiento de un Task Force (grupo de trabajo) para revisar y reflexionar sobre el futuro del programa de la división universitaria. Sus recomendaciones se esperan a finales de esta primavera. Cualquier cambio en el programa de la universidad se dará a conocer en septiembre del 2013 y entrará en vigor en el curso académico de 2014-15. Presidido por la Dra. Rosalie Mirenda, presidente de la Universidad Neumann, el grupo de trabajo no incluirá personal actual del seminario. Todos los miembros, sin embargo, tendrán la experiencia necesaria en enseñanza superior, formación de seminario, o comunicaciones de mercadotecnia.
En segundo lugar, la junta también aprobó el desarrollo de un nuevo Año de Espiritualidad. Los «años de espiritualidad» han tenido un gran éxito en el estímulo de las vocaciones para la Iglesia en París, Denver y en otros lugares ofreciendo a los hombres un tiempo intenso de reflexión sobre la Iglesia, el sacerdocio y su relación personal con Jesucristo fuera del plan de estudios del currículo formal del seminario. La colocación del programa en nuestro proceso de formación actual se está todavía tratando. Pero será requerido para todos los nuevos seminaristas de Filadelfia y disponibles para todos las demás diócesis que tienen seminaristas aquí, a partir del curso académico de 2014-15.
Tercero y último, la junta también aprobó planes para consolidar todas las operaciones del seminario actual en los edificios de teología. No habrá construcción nueva, pero la renovación de los edificios actuales durará alrededor de cinco años. San Carlos retendrá unos 30 acres de la parte superior del campus. El edificio actual de la universidad y el terreno restante serán alquilados o vendidos para su desarrollo para garantizar el mantenimiento a largo plazo del seminario. Los esfuerzos de renovación reflejarán los cambios implementados en la parte de la universidad y también la creación del nuevo programa del Año de Espiritualidad.
Estos son cambios principales -y no son los últimos que necesitamos hacer en nuestra forma de vivir como una comunidad de creyentes.Estos cambios representan el nuevo tipo de pensar que necesitamos para restaurar la salud y la confianza de la Iglesia de Filadelfia; son un comienzo.
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