A la espera de alguna buena noticia
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A juzgar por la cobertura noticiosa de la minoría étnica de crecimiento más rápido en la nación, "la condición hispana" es una patología. Con la excepción de un creciente poder en las urnas, basándonos en las noticias, parecemos todos pobres, enfermos y, en general, incapaces de encarar la vida tan bien como los demás.
Hay demasiados ejemplos de la negatividad que parece impulsar los reportajes —y las percepciones— sobre la salud y el bienestar económico de los hispanos para incluirlos aquí. Pero permítanme ilustrar mi punto con cierta cobertura reciente en torno a los estudiantes latinos.
El titular de un artículo sobre investigaciones realizadas por la Universidad de California rezaba: "Los niños mexicano-americanos van a la zaga en sus destrezas pre-alfabetización, pero no en las destrezas sociales".
Esta sorprendente declaración en un comunicado de prensa de la universidad, ejemplifica la manera en que se ha catalogado a estos niños, históricamente, como estudiantes que no alcanzan el nivel exigido: "Los investigadores advierten a maestros, pedíatras y otros profesionales médicos que 'no [deben] suponer la existencia de retrasos socio-emocionales, incluso cuando haya un cierto retraso en las destrezas lingüística y cognitiva".
La investigación concluyó que los niños mexicano-americanos de 2 y 3 años exhibieron destrezas lingüísticas y cognitivas con un retraso de unos ocho meses, comparados con sus pares blancos, tanto cuando fueron evaluados en inglés como en español. La brecha persistió durante los 4 y 5 años de edad.
Lo interesante fue que este estudio finalmente estableció la conexión con el entorno: Mientras la mayoría de los padres mexicano-americanos crían niños socialmente aptos, a causa de factores tales como los bajos ingresos, el número mayor de niños en la casa y una escasa tradición familiar de lecturas, estos estudiantes llegan al Jardín de Infantes retrasados con respecto a sus compañeros no-hispanos.
Paren y piensen en esto —las investigaciones recién ahora están demostrando que los niños mexicano-americanos no son menos capaces cognitivamente que sus pares. Están sólo un poco atrasados porque la cultura de "leer a sus hijos" no impera en sus hogares. Espero que todo educador en Estados Unidos se entere, porque los estudiantes latinos son tratados como "casos especiales" demasiado a menudo.
Tomemos, por ejemplo, la diferencia en las normas utilizadas en la adquisición de una segunda lengua. Por algún motivo, los hispanos han sido individualizados como los únicos niños en nuestros sistemas escolares que no pueden participar en el método de inmersión total en inglés para no dañar sus psiquis, deshonrar sus raíces étnicas y desafiarlos innecesariamente.
En Illinois, a niños que podrían aprender inglés como segunda lengua se les enseña primero a leer y escribir —o se les enseña exclusivamente— en su lengua madre. Ese proceso continúa hasta que se los transfiere, en la mayoría de los casos después de muchos años, a las clases de habla inglesa.
Y cuando digo lengua madre, quiero decir español, porque a otros estudiantes inmigrantes que se presentan a la escuela hablando, digamos ruso, polaco o chino, se los incluye en las clases de angloparlantes con apoyos mínimos de inglés como segunda lengua. No hay suficientes alumnos de este tipo por grado para ofrecer clases especiales en su lengua madre.
Los que creen que es cruel sumergir a un estudiante latino que no habla inglés en las clases angloparlantes, pocas veces lamentan la suerte de los no-hispanos, que quedan librados a sus propios recursos. Y no se reconoce frecuentemente que esos estudiantes, debido a la inmersión, a menudo aprenden inglés rápidamente.
Cuando yo enseñaba "educación bilingüe" en una escuela secundaria, vi estudiantes inmigrantes no-hispanohablantes pasar de cero, a casi total dominio de la lengua inglesa en unos pocos meses. Sin embargo, también enseñaba a estudiantes de 16 años, nacidos en Estados Unidos, pero atrapados en las clases "bilingües" toda su vida y que aún así no podían hablar inglés.
Irónicamente, la inmersión está teniendo buena fama entre los estudiantes no-hispanos. Titulares recientes anunciaron cómo en Utah, niños angloparlantes fueron sumergidos en clases de francés, español y chino con gran éxito. Lo mismo ocurre en Delaware, donde escuelas seleccionadas ofrecen clases con el método de inmersión total en mandarín y español.
Pocas veces se les brinda esa oportunidad a los estudiantes latinos.
Quizás nuestro sistema educativo considere que no están listos para eso. Frecuentemente los educadores quedan apresados en el "síndrome 'pobrecito'" es decir, "pobre niño, claro que no le va a ir bien, está en desventaja".
La próxima vez que vean un titular sobre el lamentable estado de los latinos, cambien el guión recordando: Siempre, siempre hay una segunda parte de la historia.
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