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El Dr. Jack Ludmir es el Vicepresidente Ejecutivo de Equidad, Proveedor Asociado de Participación Comunitaria y Profesor de Obstetricia y Ginecología y Salud de la Población en la Universidad Thomas Jefferson y en Jefferson Health. Foto: Harrison Brink.
El Dr. Jack Ludmir es el Vicepresidente Ejecutivo de Equidad, Proveedor Asociado de Participación Comunitaria y Profesor de Obstetricia y Ginecología y Salud de la Población en la Universidad Thomas Jefferson y en Jefferson Health. Foto: Harrison Brink.

Dr. Jack Ludmir, Un Campeón del Acceso a la Salud Para Todos

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Resumir la trayectoria profesional de Jack Ludmir es casi imposible. No son tantos los años de formación y servicio, como las innumerables anécdotas y experiencias en cada uno de los episodios de su vida.

En nuestra conversación de más de una hora, Jack intenta resumir su profesión a “médico materno-fetal”, pero entre risas se da cuenta de que existen muchas historias alrededor de este título, y que son mucho más importantes que lo que viene en el currículum.

Si bien nació en Filadelfia, Jack creció en Perú desde sus cuatro hasta sus 18 años, y se siente tan cómodo hablando en español como lo haría en inglés. Y su cabeza va a tal velocidad, que intercala las respuestas a mis preguntas con preguntas sobre quién le entrevista, hallando en giros inesperados un hilo conductor que narra una admirable vida.

Hacer siempre su propio camino

A finales de los años sesenta, Perú vivía, al igual que gran parte de Latinoamérica, una crisis política ligada al golpe de estado del General Juan Velazco Alvarado. Y para principios de los 70, ya la prensa estaba amordazada y los estudiantes protestaban en los patios de las universidades.

Un joven Jack Ludmir se estrenaba con tan sólo 16 años en la universidad privada de medicina, cuando la inestabilidad del país le impulsó a intentar seguir su formación miles de kilómetros lejos de casa, en Estados Unidos.

Aunque muchos creerían que seguía los pasos de su padre, médico obstetra egresado de la Universidad de Pennsylvania y entrenado en la Jefferson, Jack quería hacerse su propio camino.

“Desde los cinco años iba a ver a mi papá trabajar en un hospital público de 1636 que había habilitado para mujeres y niños,” recuerda. “Veía las rondas, y me vi influenciado para seguir los pasos de la especialidad.”

Sin embargo, “no quería ser ‘el hijo de papi’”, asegura.

Aprovechando el hecho de haber nacido en EE.UU., Jack consiguió créditos que le transfirieran a la Universidad de Pennsylvania. Donde lo más difícil fue el comienzo – y eso es mucho decir en una historia como la del Dr. Ludmir.

Un acento y dos muy buenos amigos

Al llegar a Philadelphia, Jack recuerda que lo más difícil era abrir la boca.

“Tenía un nombre que obviamente no es hispano, y me creían totalmente gringo. Pero siempre me daba miedo abrir la boca y que me preguntaran nuevamente ‘¿De dónde es usted?’”

Y es que Jack “era un gringo que tenía un acento bien fuerte de hispano”.

“Let me tell you, that was not easy,” me asegura, pero entre risas dice que “con los años eso ha cambiado”.

“Esa es mi fortaleza, en lugar de ser mi debilidad”.

 El segundo escollo era separarse de la figura de su padre, un médico reconocido tanto en el Perú como en el resto de Latinoamérica por su excelencia y trayectoria. Para ello, Jack tenía que superar las exigencias de una facultad muy competitiva cuyo ambiente, por el contrario, era deprimente.

“Era el año 75, cuando terminó la Guerra de Vietnam, y todo el mundo se volvió súper individualista, y la pelea ‘for the people’ se había acabado,” recuerda. “El hecho de estar en una universidad esnobista como UPenn no tenía [el ambiente] al que yo estaba acostumbrado [en el Perú].”

Fue gracias a una sesión de verano que hizo en Louisville que conoció al primer afroamericano en su vida. “Altazo, enorme,” recuerda Jack a su primer amigo estadounidense.

“Si bien en Perú hay morenos, y obviamente existe la discriminación, no era la misma tensión que hay en este país, obviamente,” asegura de su experiencia tras conocer a uno de sus mejores amigos y, a través de él, la realidad de un país que existía lejos de las aulas de las Ivy League.

Su amigo le llevó a donde había nacido Mohammed Ali, y le abrió los ojos, contándole como la segregación tenía apenas unos años de haber sido derogada.

De vuelta a UPenn, otro de sus mejores amigos era “a Black guy from Saint Louis”, quien estaba estudiando español y que era abiertamente gay, algo inusual para la época.

“Fue esta amistad la que me enseñó a ver otras facetas del país, al igual que otra amiga de Texas cuyos padres mexicanos eran indocumentados'', recuerda.

Fue entonces cuando aprendió de las diversidades de colores y realidades civiles que se yuxtaponen en una sola sociedad.

Virando el timón

Después de un par de años, el joven Jack fue aceptado en varias facultades de medicina en Philly, escogiendo finalmente Temple, cuyas instalaciones estaban en un barrio de color, y donde se ofrecía atención médica a poblaciones vulnerables, entre ellos el segundo grupo más grande de la diáspora puertorriqueña.

“Allí me di cuenta de cómo el color de tu piel te pone en diferentes categorías,” aseguró.

De Temple ingresó al Hospital de la Universidad de Pennsylvania, donde hizo su entrenamiento y residencia, mientras los veranos los pasaba en Perú trabajando en el hospital de su padre.

“Obviamente tenía una habilidad quirúrgica mucho más adelantada que la de cualquiera de los otros residentes'', recuerda, “pero a mí me gustaba lo complicado”.

Fue por ello que Jack exploró la investigación en el impacto de hormonas sintéticas en mujeres embarazadas durante los años 50 y 60, desarrolló nuevas formas de tratamiento en casos de mujeres con un cérvix que se dilata prematuramente en el embarazo, y en el uso del ultrasonido para la evaluación de la patología.

El Dr. Ludmir es un firme defensor de que se ofrezca una atención de alta calidad a las poblaciones vulnerables, incluidas las que carecen de servicios y de seguro médico en la región de Filadelfia y en todo el mundo. Foto: Harrison Brink.
Una investigación reconocida internacionalmente

Gracias a su trabajo de investigación, el Dr. Jack fue reclutado por Boston en 1992. Siendo aún muy joven, su ascenso académico fue sin precedentes. Mientras investigaba, llegó a ser director de obstetricia y de medicina materno-fetal en uno de los hospitales de Harvard, y una de las personas más jóvenes en ser ascendida al puesto tan rápido.

Seis años después, volvería a Pennsylvania cuando le ofrecieran ser el jefe del servicio obstétrico más grande del país, que Ludmir transformaría radicalmente.

“Uno de mis lemas fue ‘tratamos a todos de la misma manera, sin importar quiénes son o su habilidad para pagar’”, aseguró. “Era un poco chocante, pero era mi regla. Fui muy tajante sobre eso, y empecé a acercarme a la gente pobre.”

Desde centros de salud en zonas desplazadas hasta barrios vecinos, el programa del joven doctor prometía cuidar de todos, sin distinción.

Con la llegada del nuevo siglo, los servicios obstétricos del área de Filadelfia empezaron a cerrar uno a uno por problemas médico-legales. Mientras tanto, el servicio del Dr. Ludmir seguía andando, y él viajaba a todos los rincones de Latinoamérica con sus proyectos de investigación, y transformándose paulatinamente en un campeón por los derechos al acceso a la salud.

“Iba a todos los hospitales públicos a ver cómo trataban a la gente humilde, sobre todo a las mujeres'', dijo.

“Podía humillar a cualquiera, y no me importaba si era el presidente, el ministro de salud o lo que fuera,” dijo sobre su ira al ver cuando maltrataban a las pacientes. “Lo que más me dolía era cuando mis propios colegas decían ‘no pasa nada, es gente pobre, esa mujer no sabe nada’”.

Sin embargo, Ludmir repetía su lema como si fuera un mantra: “Dignidad y respeto, sin importar quien seas”.

Trayendo el lema a casa

Después de años abogando por los derechos de todos en Latinoamérica, Ludmir comenzó a ver un aumento en la tasa de pacientes hispanas que se presentaban en su hospital de Filadelfia en trabajo de parto, sin ningún tipo de control prenatal.

“Estando en Filadelfia, en el país más rico del mundo… Eso me sorprendió”, aseguró.

Junto a un colega que tenía experiencia con población inmigrante, Ludmir se dio cuenta de que eran familias de inmigrantes mexicanos con permisos laborales en los campos de champiñones a las afueras de la ciudad quienes, aunque tenían derecho a trabajar, no tenían derecho al cuidado de salud.

“Empecé a indagar y me di cuenta de que no tenía que irme a ningún país a ayudar, porque aquí había gente que necesitaba acceso a la salud'', dijo Ludmir. “Porque en este estado, en el estado de Pennsylvania, si eres indocumentado no tienes acceso a servicios de salud, y sobre todo si estás embarazada, no tienes acceso a la salud.”

Se dio cuenta cómo el simple hecho de ver a un niño nacer en suelo estadounidense marcaba una diferencia en el tipo de atención médica que recibía, en comparación con la atención que merecía su madre por parte de las instituciones.

Esa experiencia marcaría el resto de su carrera profesional que, desde entonces, está volcada a la atención de las comunidades inmigrantes en la región.

Nace la Clínica de Inmigrantes

En alegoría a su trabajo, Ludmir decidió co-fundar la asociación sin fines de lucro, “Puentes de Salud”, donde proveen a las mujeres la atención y el cuidado prenatal que necesitan, nuevamente, sin ningún tipo de distinción.

De la mano de su mujer quien, según Ludmir, “is who runs everything,” y después de un sabático trabajando en Colombia durante la epidemia del virus del zika, el doctor decidió que ya no quería ser jefe de departamento, sino trabajar con los pies en el terreno, donde pudiera realmente crear un cambio.

“Me he vuelto muy sensible a las minorías, a los inmigrantes, a los refugiados'', confiesa.

Y desde entonces ha abierto otras clínicas, ha debido enfrentar el rechazo por su compromiso con la comunidad inmigrante, y una pandemia que golpea las zonas más vulnerables mientras la política hace de las suyas en el resto del país.

Sin embargo, su compromiso es estoico.

“Le puedo decir que yo tengo quizás la práctica privada más grande en Filadelfia de mujeres que no pagan un centavo, y que tienen acceso a nosotros 24 horas al día, 7 días a la semana'', asegura.

Junto a la Jefferson Latina Women’s Clinic y la Filadelfia Initiative for Collaborative Health Equity, para Ludmir el Mes de la Herencia Hispana se transforma en una vocación de todos los días.

“Para mí no hay ninguna diferencia'', asegura. “Yo vivo esto 24/7, estoy conectado con el mundo, con los valores, con las culturas, y conozco la diferencia entre las personas que vienen de diferentes países.”

“Para mí, el hecho de la herencia, del patrimonio que uno lleva como hispano, no es que todos sean iguales, porque cada lugar es diferente, cada lugar de América Latina tiene su propia idiosincrasia, y su propia forma de ver el mundo, y obviamente el nivel social y cultural de cada uno le da una perspectiva diferente,” concluyó. “Para mí, Hispanic Heritage Month significa el reconocimiento diario, no una vez al mes, diario, de que la comunidad hispana tiene muchas manifestaciones, que la gente viene de diferentes pueblos y diferentes estratos sociales, y para mí es ese respeto de esas diferencias, y esa riqueza de ser diferente que puedes poner bajo ese paraguas.”