Desde su oficina en Esperanza College of Eastern University, David Hurtado sabe que una educación de calidad es la herramienta más certera para vencer cualquier obstáculo en la vida, desde la pobreza hasta la discriminación.

Esa no es una frase de cajón, por lo menos no en su caso. A los nueve años de edad llegó a Estados Unidos proveniente de Santa Cruz de la Sierra, la capital financiera de Bolivia, el país sudamericano con una población equivalente a la de los inmigrantes indocumentados aquí.

Su padre había decidido viajar con un solo objetivo en mente: brindarle mejores condiciones de vida a su familia y garantizar que sus seis hijos tuvieran la educación que él nunca tuvo.

De niño, Hurtado fue pobre y fue inmigrante en un escenario netamente anglosajón. En Georgia pasó sus primeros cuatro años aprendiendo a adaptarse al nuevo mundo. Después llegó a Miami, donde pasó su adolescencia en un ambiente menos homogéneo, más cercano a sus raíces latinas, donde pudo construir un sentido de pertenencia al país que lo había acogido.

Fue ahí donde el actual decano de Administración y Desarrollo de Programa de Esperanza College y sus cinco hermanos hicieron realidad el sueño de su papá: labrarse un futuro por medio del estudio. Todos se graduaron de la universidad, tres tienen estudios de posgrados.

Hoy Hurtado es doctor en Comunicación y lidera desde hace tres años varios proyectos de Esperanza College, entre ellos abrir una sucursal en Florida y crear el nuevo programa académico de Transmedia Production and Technology, con el que la institución educativa se propone brindarle a los estudiantes latinos de Filadelfia más herramientas de conocimiento.

Para Hurtado, que llegó a la ciudad hace apenas tres años, este proyecto es de suma importancia porque –afirma– “aquellos que cuentan mejor su historia, son capaces de darle forma a la cultura y redefinir su futuro”.

Por su trabajo en Esperanza College, este boliviano-americano es uno de los finalistas de la campaña #AmericanImmigrant de AL DÍA News y Cabrini University.

Llegué a los 9 años a Georgia, un lugar muy frío para mí, que venía de Santa Cruz de la Sierra, una ciudad cálida. Aunque era una cultura diferente, no tuvimos que empezar de cero porque al tener claro que íbamos a migrar, mi papá nos puso a estudiar inglés en Bolivia. Eso nos ayudó mucho.

Probablemente fue cuatro o cinco años después de haber inmigrando, cuando me mudé a Miami. Antes de mudarme [todavía] estaba adaptándome a la nueva cultura, no había muchos hispanos [en Georgia], así que estábamos en un contexto muy anglosajón.

Pero cuando nos mudamos a Miami, de un momento a otro hubo un montón de hispanos o latinos provenientes de países diferentes. Por primera vez teníamos [a la mano] comida latina, restaurantes bolivianos… Ese momento fue cuando me sentí realmente como en casa con las dos culturas, porque Miami fue para mí el lugar donde tenía tanto la riqueza de la cultura hispana como el orden de la cultura anglosajona.

Le diría que los inmigrantes hispanos somos lo que él necesita. Tenemos los elementos [que constituyen] lo que él requiere para “hacer grandioso a Estados Unidos otra vez”.  Tenemos una increíble vocación por el trabajo, trabajamos más duro que los demás; es muy normal para nuestra gente tener dos y hasta tres trabajos. Eso significa que somos extremadamente dedicados.

Somos innovadores, creativos, emprendedores. Esperaría que él se diera cuenta de que todo lo que tenemos para ofrecer es precisamente lo que está buscando.

Si se da cuenta de eso, si logra entender que si nos unimos, podremos ver que en la diversidad está la fórmula secreta para el futuro de nuestro país.