"El único dinero que me quedaba consistía en un dólar holandés y un shilling (la vigésima parte de una libra esterlina) de cobre", escribió Benjamin Franklin en su autobiografía, recordando su primer día en Filadelfia. La ciudad del amor fraternal lo acogió en 1723, cuando con solo 17 años escapó de su familia en Boston para seguir un sueño con un “inicio incierto”.

Vestido con su “ropa de trabajo”, “sucio”, hambriento, armado solo con “una camiseta o medias” en su bolsillo, más 2 rollos de pan “uno bajo cada brazo”. Así describe su llegada Benjamin Franklin, junto a una ilustración de la  época, que a perdurado a través de los siglos.

Desembarcó en algún lugar cerca de Penn's Landing y caminó por Market Street, con un inicio incierto y en una ciudad en la que era un completo extraño. Primero como empresario, segundo como editor de un periódico, luego como defensor de las causas cívicas, diplomático, y finalmente una figura política. Convirtiéndose en el único Padre fundador cuya firma aparece en los tres documentos fundamentales para el nacimiento de Estados Unidos.

La Declaración de Independencia, la Constitución de los Estados Unidos y el Tratado de Paz con Inglaterra. 

Pero antes de eso, solo era un empresario. Esa profesión básica y campo de entrenamiento probablemente le permitieron aprender la disciplina necesaria para generar una carrera excepcional.

Como tal, lo recordamos aquí, mientras leíamos una vez más el libro "Ben Franklin, el emprendedor original de Estados Unidos". Una divertida autobiografía adaptada por el profesor Blaine McCormick, de la Universidad de Baylor.

Franklin el Emprendedor, el hombre práctico y con sentido común, un caballero tanto en los negocios como en la política. Es un recuerdo que deberíamos evocar siempre que dudemos de Filadelfia. El "Santo Experimento" de William Penn debe mantener su promesa de llevar siempre "La innovación en nuestro ADN".