Felipe Pérez Santiago: el músico mexicano encargado de renovar el diálogo galáctico
Felipe colabora con el Proyecto Terrícola para enviar nuevas melodías al espacio.
¿Qué diferencia habrá entre componer una banda sonora para los humanos y componer una banda sonora sobre los humanos para los que no lo son? Esos matices casi filosóficos son los que trabaja en su residencia artística el músico mexicano Felipe Pérez Santiago en el SETI (Instituto para la Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre).
Felipe es un músico, compositor e ingeniero de sonidos multipremiado por sus bandas sonoras en numerosas películas y los suyos son álbumes a medio camino entre la música clásica y la ambiental que resultan profundamente evocadores así como narrativos.
Con ese bagaje se ha enfrentado al reto conceptual y filosófico de armar una banda sonora distinta a todo lo que había hecho hasta la fecha, pensada para oyentes no humanoides. Para ello su método se ha basado en el amalgama de millares de audios con grabaciones de todo el globo de gente recreando sonidos con los que se identificaba.
La noticia sobre el experimento saltaba de nuevo porque según informaban el proyecto ya se encuentra en las fases finales y despegará el próximo junio en un cohete que contendrá la banda sonora dentro de discos de níquel diseñados para durar miles de años.
Para Pérez esta ha sido una oportunidad tanto para aunar ciencia y arte tanto como para dar voz a los humanos, para permitir la expresión de un mensaje con multitud de sujetos. Esta residencia del SETI forma parte de su Proyecto Terrícola, que por lo que expresan tiene también mucho que ver con rediseñar nuestra narcisista cosmogonía: “recordarles a los humanos los límites del pequeño y frágil papel que desempeña su especie en el cosmos”.
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Como guitarrista es toda una oportunidad pero todavía más como estudioso teórico de la música. La complejidad del diálogo galáctico venía ya enmarcada por el error de base de intentos de comunicación sideral previos como fuera el Disco de oro de las Voyager gestionado por Carl Sagan en 1977.
Ese primer disco contenía sonidos de la Tierra así como las anatomías de una mujer y un hombre. Sin embargo, ya varios filósofos como Agustín Fernández Mallo (1967) en Teoría General de la Basura (2019) han señalado la imposibilidad de plantear cualquier arqueología comunicativa con aquel primer mensaje por no estar relacionado con ninguna escala temporal ni topológica que permitiera su interpretación.
En ese sentido ya aclaraba el filósofo que sería más útil la transmisión de residuos con sus respectivas cimentaciones. Este planteamiento que tiene en cuenta las simetrías y asimetrías entre los elementos a comunicar permitiría una mejor interpretación y por lo tanto mayor diálogo.
A falta de poder escuchar el disco esperamos que Felipe haya inaugurado con su banda sonora esas nuevas relaciones entre los millares de audios que recibió para que algún lejano siglo, cuando el cohete vuele cercano a una remota nebulosa, se complete al fin ese acto comunicativo que nos transporta desde el presente al futuro.
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