La ciudad del realismo mágico: 8 años del fallecimiento de Gabo
El 17 de abril de 2014 murió el Nobel de Literatura colombiano, pero su legado permanece más vivo que nunca en Cartagena de Indias.
Gabriel García Marquez es uno de los mayores exponentes de la literatura colombiana en el mundo, gracias a sus obras “Cien años de Soledad” o “El amor en los tiempos del cólera”. Este domingo se cumplieron 8 años de su muerte, pero sigue más vivo que nunca en la ciudad de su inspiración: Cartagena.
Gabo inició su vida periodística en Cartagena de Indias, dentro del periódico local El Universal, y fue en una de sus visitas periodísticas a lo que hoy se conoce como el Hotel Sofitel Santa Clara donde se inspiró para escribir “Del amor y otros demonios”.
La relación entre Gabo y Cartagena "es la historia de un enamoramiento que ha durando muchas décadas", afirmó el director de la Fundación Gabo, Jaime Abello.
Hoy, 8 años después de su muerte, Cartagena tiene varios lugares que guardan el legado de su Nobel, como el Parque Simón Bolívar, donde Gabo durmió en una banca la primera noche que llegó a la ciudad.
Otros lugares como la Plaza de la Aduana son una alegoría de la Feria de los Galeones en “Cien años de soledad”, el Palacio de la Inquisición que describe en “Del amor y otros demonios” y el Centro de convenciones, antes el Mercado del Público de Cartagena de “Doce cuentos peregrinos”.
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Otros escenarios en la ciudad, que no son precisamente lugares, evocan también el Realismo Mágico de Gabo, como es el caso de las agrupaciones de vallenato que se encuentran por el Centro Amurallado.
Gabo amaba este ritmo musical y decía que le arrugaba el corazón. Incluso, en alguna ocasión dijo que “Cien años de soledad era un vallenato de 400 páginas”.
Actualmente, en el patio del Claustro de la Merced, lugar donde se ubicaba la sede de la facultad de derecho de la Universidad de Cartagena cuando volvió a intentar estudiar derecho por orden de su padre, yacen sus cenizas desde 2016, justo como él lo pidió.
Sus restos reposan bajo un busto de bronce elaborado por la escultora británica Katie Murray, amiga de la familia, mientras en los árboles que lo rodean vuelan grandes mariposas amarillas.
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