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Personas sacan agua de un pozo para usarla en sus baños, en la barriada caraqueña de Petare, el 1 de abril de 2019. Photo: AFP / Federico Parra-
Personas sacan agua de un pozo para usarla en sus baños, en la barriada caraqueña de Petare, el 1 de abril de 2019. Photo: AFP / Federico Parra-

“Se alquila vivienda con pozo”: La desesperada búsqueda de agua en Venezuela

Sólo un 26% de los hogares venezolanos recibe agua a diario en sus casas; la sed y los problemas de suministro han llevado a muchos ciudadanos a convertirse en…

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Desde hace más de un año, cuando se produjo el primer gran apagón eléctrico nacional en Venezuela, abrir el grifo y dejar correr el agua se ha convertido para muchos ciudadanos en un imposible, algo que se ha recrudecido durante la pandemia de COVID.

Según una encuesta publicada recientemente por la Universidad Católica Andrés Bello, tan sólo un 26% de los hogares recibe agua a diario. En algunas zonas del país pueden pasar días, semanas e incluso meses sin suministro.

Si bien muchas viviendas disponían de tanques de plástico para almacenar agua, estos ya no son suficientes para apagar la sed en una crisis que se prolonga demasiado. Venezuela es ahora un país de desesperados zahoríes que enfrenta una terrible ironía: caminan con la garganta seca y bajo sus pies existen numerosos depósitos aluviales constantemente alimentados por las frecuentes y copiosas lluvias. 

Los pozos petrolíferos ya no preocupan tanto como esos otros pozos, los acuíferos. No sólo ocurre en zonas aisladas, también en Maracaibo, y en Caracas, la capital, donde las inmobiliarias deben responder habitualmente una pregunta que a cualquiera de nosotros nos parecería de lo más extraña: “¿Este edificio tiene pozo?”.

"Los apartamentos que tienen pozo se venden y alquilan mucho más rápido", cuenta una agente inmobiliaria caraqueña a BBC.

Excavar pozos es una tendencia al alza entre las clases acomodadas desde hace alrededor de un año y está haciendo mutar el paisaje urbano hasta asemejarse cada vez más a un queso gruyère a fin de poder extraer el preciado líquido transparente de los depósitos subterráneos que atraviesan urbes como Caracas. 

Eso sí, no todos pueden permitírselo.

En las faldas del cerro Ávila, la montaña que preside Caracas, es donde se puede encontrar el agua de mejor calidad, y también las zonas residenciales más caras. 

Condominios lujosos cuyos propietarios acuden al floreciente negocio de las consultoras de ingeniería para que realicen estudios previos del terreno y análisis de salubridad del agua con miras a una carísima perforación, que en algunos casos supera los 100 metros de profundidad.

De esa forma, algo tan rústico en apariencia como un pozo puede costar hasta 25.000 dólares. 

"Antes, nuestros clientes solían ser ganaderos en el interior del país. Ahora trabajamos sobre todo para caraqueños que quieren volver a tener agua corriente", comenta un ingeniero. 

Pero ya no son solo los ricos, en las zonas más humildes de la ciudad la desesperación por las carencias en un servicio público esencial ha extendido la fiebre de las excavaciones acuíferas y los vecinos se organizan como pueden para financiar la construcción de un pozo. 

Beber no es un lujo

En Petare, considerado el barrio más grande de Latinoamérica, viven más de medio millón de personas, todos sedientos. 

“En este junio, llega más rápido el agua de las lluvias que la de tuberías. Desde hace 45 días no sale ni una gota de los grifos, y antes de ese período, los petareños sólo recibieron cuatro horas de servicio, luego de pasar otros 35 días secos como camellos. Si sumamos, en 80 días han tenido por los chorros cuatro horas de agua y un poco que les cayó del cielo el 26 de mayo. El resto del tiempo deben aprovisionarse de ella en los manantiales del Ávila, o comprarla en dólares a los choferes de los camiones cisternas y a quienes se han convertido en una especie de mineros del agua”, relataba la periodista Mabel Sarmiento para Cinco 8. 

Según Sarmiento, la situación ha llegado a tal punto que algunos vecinos se han lanzando a hacer “huecos en las salas e incluso en los cuartos” para extraer agua del suelo, la misma que sacan para bañarse y lavar la ropa, pero no para beber.

“Para calmar la sed y cocinar, el mercado tiene opciones como el botellón de 18 a 20 litros, que cuesta 200.000 bolívares, la mitad del sueldo mínimo. Se puede recargar en ciertas casas, por 120.000, pero hay que hacer dos o tres horas de cola”, cuenta la periodista.

En municipios como Chacao, en Caracas, incluso el propio alcalde ha mandado perforar pozos públicos para que la gente pueda aprovisionarse. Todo pese a que el gobierno anunció en mayo el abastecimiento de los más vulnerables con camiones cisterna.

Mientras tanto, los venezolanos siguen apresurándose a llenar sus cubetas sin que la solución sea sencilla ni haya en el horizonte un plan para recuperar el sistema hidrológico, ni tampoco la debida inversión.