Brasil está llevando el más doloroso de los liderazgos: es el país de América Latina con mayor número de contagios, muertes y –por fortuna– pacientes recuperados de COVID–19. Y con casi 300.000 casos confirmados –291.579 al cierre de esta edición– aún no muestra indicios de haber alcanzado el pico epidemiológico de contagios, mientras en Rusia y Estados Unidos empiezan a asomar indicios de esperanza.

La renuencia del presidente, Jair Bolsonaro, a darle a la pandemia la gravedad que tiene y la falta de liderazgo y coordinación del gobierno federal –que ha cambiado de ministro de salud dos veces, aún no se sabe quién va a suceder a Nelson Teich– han permitido que la pandemia crezca sin freno, aún a pesar de los esfuerzos de los gobernadores e, incluso, del crimen organizado.   

Si los reportes que salen del país sobre las fosas comunes que están siendo cavadas o los cuerpos que permanecen horas y horas en la calle no fueran ya muy dicientes del grado de desarrollo que tiene la pandemia en Brasil, si fuéramos a atenernos solamente a los números, salta a la vista todo lo que no sabemos sobre el nivel de contagio que hay en el país.

Sabemos que Brasil tiene al menos un cuarto de millar de personas infectadas del coronavirus, pero el número de tests que haya hecho es tan pequeño con relación al tamaño de su población que no llega a ser uno por cada mil personas.

En materia de diagnóstico del virus, Brasil no solamente está muy por detrás de Rusia y Estados Unidos, sino incluso de otros países de la región como Perú, Ecuador, Chile y Colombia, que tienen economías más pequeñas.

Esto significa que no se sabe qué tamaño tiene la pandemia en Brasil y que el costo de la inacción del gobierno tanto en vidas humanas en el corto plazo como en la dificultad que va a tener para recuperarse de la crisis económica que afectará a toda la región va a ser enorme. Lo último sucederá incluso a pesar de la insistencia de Bolsonaro en que la gente debe seguir saliendo a trabajar y mover la economía, simplemente, porque estando enferma la gente no puede producir ni consumir al ritmo al que habitualmente se mueve la economía.

De acuerdo a El País, el número de contagios que ha pasado sin diagnóstico podría ser tan grande como 19 de cada 20. Así como ha sucedido en Perú o como puede llegar a suceder en Colombia, Manaos, la capital amazónica de Brasil, ha sido hasta ahora el lugar que ha visto más muertes, hasta cuatro veces más de las esperadas en comparación con años anteriores. Por fortuna, la curva de mortandad ya está descendiendo en esta ciudad.