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No está claro si la persistencia del cuidado costoso refleja buenas prácticas medicas, una necesidad humana profunda de aferrarse a la vida o ambos cosas. Pero la retórica sobre “el fin de la vida” cambió más que la realidad. A la pregunta -- ¿Podemos morir en paz y con dignidad? -- la respuesta es “todavía no”.
No está claro si la persistencia del cuidado costoso refleja buenas prácticas medicas, una necesidad humana profunda de aferrarse a la vida o ambos cosas. Pero la retórica sobre “el fin de la vida” cambió más que la realidad. A la pregunta -- ¿Podemos…

[OP-ED]: ¿Podemos morir en paz?

Para los que esperábamos que las actitudes de los norteamericanos con respecto a la muerte cambiaran de manera tal de promover una reconstrucción más amplia…

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Ésa era la visión. Los norteamericanos se volverían más realistas con respecto a la muerte. Por medio de “testamentos vitales”, rechazarían tratamientos heroicos -- a menudo vanos -- para mantenerlos vivos. Los gastos de la salud disminuirían (según un cálculo, un cuarto de los gastos de Medicare ocurren en el último año de vida). La gente moriría con dignidad. Se le ahorraría un sufrimiento innecesario. 

Superficialmente, esa visión parece estar triunfando, según los 17 estudios de Health Affairs. Según un estudio, un tercio de los adultos norteamericanos -- y casi la mitad de los de 65 y más años -- cuentan con algún tipo de testamento vital. De 1999 a 2015, la porción de norteamericanos que murió en un hospital disminuyó más de la mitad, al 37 por ciento. En el mismo periodo, el número que murió en casa o en establecimientos de cuidados paliativos se elevó de menos de un cuarto a un 38 por ciento. Además, representando un 8,5 por ciento de los gastos de la salud, los gastos del último año de vida son más bajos en Estados Unidos que en algunos otros países. 

Pero con un examen más detenido, los avances parecen menos notables. La porción de individuos con testamentos vitales no se modificó en seis años. Según otro estudio en Health Affairs, el aumento en los cuidados paliativos no está reemplazando costosos cuidados hospitalarios sino agregándose a ellos. Según el estudio de Melisa Aldridge, del hospital Mount Sinai en Nueva York, y Elizabeth Bradley, de Vassar College:

“Lo que surgió [es] un patrón relativamente nuevo de utilización de cuidados paliativos. ... La inscripción en cuidados paliativos[se convirtió] en un ‘agregado’ de la asistencia médica después del uso extenso de otros servicios de asistencia médica y a pocos días de la muerte.”

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Los gastos del último año de vida, aunque considerables, representan aun una porción pequeña de los gastos totales, lo que refuta el argumento de que el alto costo de la muerte explica por qué la asistencia médica en Estados Unidos es tan cotosa.

“Encontramos que los gastos de la asistencia médica en Estados Unidos [durante el último año de vida] representaban menos de un décimo de los gastos totales de asistencia médica en Estados Unidos [8,5 por ciento] y por lo tanto, no pueden ser la causa primaria del elevado costo de la asistencia médica de Estados Unidos comparado con otros países,” fue la conclusión de otro estudio en Health Affairs, encabezado por Eric French, del University College London.

(El hecho de que el efecto en Medicare sea mucho mayor refleja una aritmética simple: Como Medicare representa sólo alrededor de un quinto de los gastos totales de salud de Estados Unidos, se comparan los gastos del último año con un base más pequeña.)

Nada de ello significa que se pueda ignorar el fin de la vida. En verdad, los problemas casi con certeza empeorarán, porque gran parte de los cuidados son provistos por familiares y amigos. Ya, el 29 por ciento de la población adulta -- dos tercios de la cual son mujeres -- se consideran cuidadores. 

A medida que la población envejece, las cargas crecerán. En 2010, la ratio de cuidadores potenciales (individuos entre 45 y 64 años) a individuos de 80 y mas años era de 7-a-1; para 2030, se proyecta que será de 4-a-1. Los casos de Alzheimer aumentan. Las presiones de gastos sobre Medicare y Medicaid se intensificarán. 

No está claro si la persistencia del cuidado costoso refleja buenas prácticas medicas, una necesidad humana profunda de aferrarse a la vida o ambos cosas. Pero la retórica sobre “el fin de la vida” cambió más que la realidad. A la pregunta -- ¿Podemos morir en paz y con dignidad? -- la respuesta es “todavía no”.

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