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 La mayor parte del nuevo libro del economista Tyler Cowen, titulado “The Complacent Class: The Self-Defeating Quest for the American Dream”, es una lectura mega-deprimente.
 La mayor parte del nuevo libro del economista Tyler Cowen, titulado “The Complacent Class: The Self-Defeating Quest for the American Dream”, es una lectura mega-deprimente.

[OP-ED]: ¿Es el ‘Sueño Americano’ una búsqueda vana?

La desigualdad está aumentando. La segregación por clase socioeconómica, logros educativos y raza está creciendo a pasos agigantados. El país es, en general,…

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Estados Unidos está en camino a convertirse en una sociedad binaria, compuesta por los que tienen y los que no tienen, por medio de un sistema en que los prósperos utilizan la tecnología para emparejarse intencionalmente con los que son como ellos. Mientras tanto, los de bajos recursos terminan en escuelas fallidas y barrios deteriorados con poco apoyo.

Y, paradójicamente, esta creciente desigualdad alimenta la apatía política, que sólo fortalece esa desigualdad.

Todo ese lío, dice Cowen, es resultado de un largo período en el que las cosas anduvieron muy bien.

Por ejemplo, aunque nos preocupa la violencia en la sociedad, la lucha racial y la impunidad de la policía cuando trata con minorías—el período por el que pasamos es relativamente más seguro y calmo que las décadas de 1960 y 1970.

“Con todo nuestro temor del terrorismo, las olas de delincuencia y los disturbios de los años 60 y 70 fueron mucho más destructivos. Durante el período de 18 meses de 1971-1972, hubo más de 2.500 explosiones de bombas en el país, con un promedio de más de cinco por día,” escribe Cowen.

Cita los disturbios de Watts de 1965 en que “4.000 personas acabaron en la cárcel, se produjeron 34 muertes (en su mayor parte en manos de la policía), cientos resultaron heridos y se destruyeron alrededor de 35 millones de dólares (dólares de 1965) en propiedades.”

En cambio, el actual movimiento Black Lives Matter “es notable por evitar todo tipo de aval político y es también más positivo que destructivo en su orientación. Favorece la inclusión, la igualdad de género, y la justicia y la paz en lugar de la revolución.”

Ésta última es una entre muchas observaciones interesantes de Cowen sobre el mundo que habitan los afroamericanos.

Cowen observa: “Circa 2016, uno puede ver un presidente negro en la televisión o en la pantalla de Internet, pero eso no significa que uno va a ver más vecinos de raza diferente, comparados con los que hubiera visto hace unas décadas.

“Cuando la policía actúa mal, y grabaciones de esa mala conducta captan la atención de los ciudadanos, eso no ocurre en una atmósfera de armonía y de progreso paulatinamente mayor, bajo instituciones públicas comunes. Muchos estadounidenses saben, o al menos sienten instintivamente, que el ideal de trato equitativo está de alguna manera retirándose en el horizonte. Quizás no sea siempre, ni siquiera generalmente, una cuestión de prejuicio deliberado, pero si uno no vive en los barrios adecuados o va a las escuelas adecuadas, no puede contar con recibir un trato justo o hasta tolerablemente aceptable.”

Cowen ilustra esta idea con una asombrosa estadística: “Si observamos el país como un todo... el estudiante negro promedio asiste a una escuela que es alrededor de un 8,3 por ciento blanca. ¿Es ése realmente el cumplimiento del sueño integracionista de los derechos civiles de los años 60?”

Ese sueño de derechos civiles es la única cosa en las mentes de las minorías en la actualidad. Aunque casi invisibles en los medios dominantes, las conversaciones que tienen lugar entre la gente de color se centran en considerar si las desigualdades que discierne Cowen erosionarán el progreso que han logrado con tanto esfuerzo en su situación económica, educativa y social.

A pesar de la larga lista de estadísticas angustiantes, Cowen ofrece alguna esperanza.

Sugiere que los afroamericanos, por su singular vulnerabilidad en la sociedad y sus crecientes protestas por agravios de alto perfil, exhiben indicios de discrepancia con respecto a la clase conformista. Y que ese hecho podría indicar una oportunidad para abordar problemas mayores, como por ejemplo, el motivo por el que tantos estadounidenses están relativamente satisfechos con una situación cada vez más disfuncional.

“Quizás esos incidentes”—el movimiento Black Lives Matter, la elección de Donald Trump—“son solo el comienzo de algunas fisuras más profundas en la vida estadounidense, fisuras ... que traerán un “gran reordenamiento” y fisuras que en alguna forma esencial harán que la olla hirviente se derrame. Si Ferguson [Missouri] fue el primer paso y Trump fue el segundo, ¿cuál será entonces, el tercero? No pierdan de vista estos asuntos. No desaparecerán en un futuro inmediato, y están anunciando el comienzo de una nueva fase en la vida social estadounidense.”

Todos—ricos, pobres y en el medio—pueden ayudar a marcar el comienzo de esta nueva fase productivamente. Tendremos que desconectarnos de las comodidades que nos brinda la tecnología durante tiempo suficiente para abocarnos a la nueva tarea.

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  • desigualdad
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