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Donald Trump inicia este viernes su primera gira internacional, con los objetivos de proponer una "OTAN árabe" y conectar con sus aliados europeos. EFE/Michael Reynolds
Donald Trump inicia este viernes su primera gira internacional, con los objetivos de proponer una "OTAN árabe" y conectar con sus aliados europeos. EFE/Michael Reynolds

Luz de la calle, oscuridad de la casa: el primer viaje al extranjero del Presidente Donald Trump

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En otro gesto “nixoniano”, el Presidente Trump ha organizado una pequeña gira internacional, recordando el famoso viaje del ex Presidente Richard Nixon al Medio Oriente y a Europa en junio de 1974, semanas antes de renunciar a su puesto como mandatario.

La agenda del nuevo Presidente cuenta con una serie de escalas diplomáticas que incluyen Arabia Saudita e Israel, para visitar los orígenes y los “lugares sagrados” de las tres Fes más importantes en el mundo: la Judía, la Cristiana y la Musulmana, según declaró el asesor de Seguridad Nacional, H.R. McMaster.

Éste será el viaje donde “debutará” como presidente, debiendo manejar un itinerario políticamente complejo, que podrá a prueba su –ya demostrada – inexperiencia diplomática.

Pero esta experiencia podría resultar no tan desastrosa si, a pesar de la imprevisibilidad del carácter del Presidente, su gestión se viera amoldada a una política internacional que espera de él mucho más que una buena mano negociante.

Su primer panorama es bastante particular, pues dirigirse a una comunidad árabe, fuertemente musulmana como es el caso de Arabia Saudita, no sólo plantea una paradoja con respecto a las posturas anti-inmigrantes y racistas de la orden del Presidente - quien autorizó el veto migratorio a países de mayoría musulmana -  sino que demuestra que el hecho de que Arabia Saudita no se incluyera dentro de los países sometidos al veto, implica que la brújula del Presidente sigue estando magnetizada únicamente hacia los negocios.

La ventaja estratégica del viaje del Presidente a los países árabes, viene representada por la alianza entre Los Estados Unidos, Arabia Saudita e Israel, a pesar del conflicto de intereses que pudiera surgir si las acusaciones sobre filtraje de información confidencial por parte del Presidente hacia Rusia resultaran ser ciertos – considerando que para Israel, eso sería contraproducente.

Pero la campaña detrás del viaje de Trump sigue amparándose en el discurso clásico del “enemigo” y la “vuelta a la seguridad”. Como aseguró David Urban, dirigente de campaña del Presidente, a CNN: “El presidente va a ir a Medio Oriente para hacerles saber a nuestros amigos que estamos de vuelta y para hacerles saber a nuestros enemigos que volvimos”.

La mejor manera de demostrar que “estamos de vuelta” es un presunto tratado de armas masivo en Arabia Saudita, así como una reunión con líderes de naciones de mayoría musulmana (esos países cuyos ciudadanos son detenidos en inmigración al intentar entrar a Los Estados Unidos), para discutir “el poder de proyección de Irán en la región”, según continúa el reporte.

Asimismo, Trump deberá demostrar, durante su paso por Bélgica e Italia, los argumentos detrás de sus políticas aislacionistas y las perspectivas que pudiera tener con respecto a la Comunidad Europea y a la OTAN, a quienes habría atacado durante su discurso electoral.

Según CNN, en Europa están especialmente preocupados por saber si “Trump se saldrá del acuerdo climático de París y quieren probar sus verdaderos sentimientos hacia Rusia, algo que es visto como una amenaza en gran parte del continente”.

Uno de los eventos más esperados del viaje del Presidente Trump, será el encuentro con el nuevo Presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien dirige un movimiento de reforma considerado “racional y centrista”, bastante opuesto a lo que plantea el Presidente estadounidense, según reporta el Daily Beast.

Pero su ausencia de la Casa Blanca no detendrá el berenjenal que ha dejado tras de sí. Durante su viaje, un abogado especial estará solicitando el voto del Senado para dar inicio a una investigación que sospecha la existencia de nexos entre la nueva administración y Moscú, el descontento general de la nación frente a su desempeño ronda el 56% y sus grandes promesas electorales, como el muro fronterizo, se alejan cada vez más del panorama.

Si bien ser Presidente representa una gran responsabilidad y quizás un cambio de aire le haga bien a quien sostiene el peso, el riesgo de abandonar un escenario tan tenso como el de la Casa Blanca actualmente podría tener consecuencias, de nuevo, “nixonianas”.