Este fin de semana será recordado como el momento en el que Donald Trump cortó lazos con gran parte de los países más desarrollados del mundo.

Durante la convención anual del llamado G-7 o Grupo de los Siete, la manzana de la discordia fue la reciente imposición de tarifas a las importaciones de acero y aluminio por parte del gobierno estadounidense, lo que obligó a los aliados internacionales a cerrar filas frente al presidente Donald Trump durante el evento.

Según el argumento presidencial, fueron las declaraciones del primer ministro canadiense Justin Trudeau a los medios lo que hizo que Trump instruyera a los representantes estadounidenses a que no firmaran el documento tradicional que se emite después de cada reunión, llamado Communique, y en el que se resumen los lineamientos a seguir por cada uno de los países participantes.

Trudeau ratificó ante la prensa que impondría sanciones a Estados Unidos por sus tarifas como medida de retaliación, asegurando que “he dejado muy claro al presidente que no es algo que queramos hacer, pero que definitivamente haremos”.

Considerando que en el apartado “Investir en el Crecimiento que Funcione para Todos” los países acordaron subrayar “el papel crucial de un sistema de comercio internacional basado en normas y seguimos luchando contra el proteccionismo” comprometiéndose a “modernizar la Organización Mundial del Comercio para que sea más justa lo antes posible” reduciendo “las barreras arancelarias, no arancelarias y subsidios”, entonces las declaraciones de Trudeau podrían interpretarse como contradictorias o hasta “traicioneras”, como las describió el asesor económico de la Casa Blanca Larry Kudlow.

Pero, ¿es esta una razón suficiente para negarse a firmar el documento?

Aquí presentamos otros apartados del Communique que pueden haber sido razón suficiente para que Trump lo descartara por completo.

El G-7 acordó la implementación de nuevas medidas que aseguren “la erradicación del tráfico de personas, trabajo forzado, trabajo infantil y cualquier otro tipo de esclavitud, incluyendo la esclavitud moderna”.

Las nuevas medidas anti-inmigrantes impulsadas por el Fiscal General Jeff Sessions para separar familias y dejar a niños bajo custodia del Departamento de Servicios Humanos y de Salud de Estados Unidos han sido consideradas por las Naciones Unidas como una violación al derecho internacional, algo a lo que el gobierno estadounidense ha hecho caso omiso.

Asimismo, fue ese mismo departamento el que perdió rastro de 1.475 niños indocumentados ubicados con guardianes después de ser aprehendidos ingresando al país sin compañía de un adulto.

Después de haber abogado por el gobierno de Moscú antes, durante y después de la convención del G-7 – pasando por alto las acciones del Kremlin que llevaron a su exclusión del grupo – Trump se negó a firmar el comunicado en el que se urge a Rusia “poner un alto a su comportamiento desestabilizador para socavar sistemas democráticos y su apoyo al régimen Sirio”. Asimismo, el documento exige a Moscú “estar a la altura de sus obligaciones internacionales, así como de sus responsabilidades como miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”. El grupo de países insistió en el rechazo a las conductas de Rusia contra la soberanía de Ucrania, manteniendo sus posturas a favor de las sanciones restrictivas.

El G-7 ha sido un vocero importante para la paz entre el pueblo palestino y el israelí, abogando por las conversaciones para llegar a un acuerdo pacífico entre ambas comunidades.

Fue la decisión del presidente Trump de trasladar la embajada estadounidense a Jerusalén lo que ha subido el tono en la violencia dentro del territorio, por considerar su gesto como una ratificación de la legitimidad parcializada hacia Israel y el desplazamiento del pueblo palestino.

“Seguimos preocupados por el conflicto Palestino-Israelí, especialmente en vista de los eventos recientes”, reza el comunicado que Trump no quiso firmar. “Apoyamos la reanudación sin demora de conversaciones de paz sustanciosas (…) para lograr una solución que asegure la paz y la seguridad para ambas partes”.

Esta es una fácil.

Desde el inicio de su campaña presidencial, Donald Trump ha negado la importancia del cambio climático, sugiriendo incluso que se trataría de una “invención de los chinos para socavar la competitividad de la manufactura estadounidense”.

Antes de asumir la presidencia incluso insinuó que “el cambio climático es un tipo de impuesto muy costoso”, y posteriormente, el 1ro de junio del 2017, retiró a Estados Unidos formalmente del Acuerdo Climático de París.

A pesar de sus diferencias en el asunto, en el apartado 26 del comunicado del G-7, Estados Unidos se comprometía a “tomar acciones para reforzar la seguridad colectiva mundial en energía”, “promover el crecimiento económico que mejore la salud de los océanos y el ambiente” y “aumentar la inversión pública y privada en la infraestructura energética”, algo que finalmente el presidente no firmó.

La presidencia de Donald Trump ha estado manchada por la revuelta feminista en contra de sus conductas misóginas y por una oleada de candidatas mujeres que se han lanzado a las elecciones de mitad de período, como respuesta a su maltrato a su contrincante presidencial, Hillary Clinton, y a la evidencia de su cuestionable relación con las mujeres.

Después de que se conociera su relación con la ex actriz de cine para adultos, Stormy Daniels, y la publicación de un audio en el que aseguraba que podía hacer lo que quisiera con las mujeres, no es secreto para nadie que el presidente no es precisamente un fanático de la igualdad de género.

El acuerdo del G-7 se compromete a “seguir trabajando para remover las barreras en la participación de las mujeres y su decisión en esferas sociales, económicas y políticas”, así como la reducción de la diferencia salarial y poner fin a la violencia contra la mujer.