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Mi amiga Alice me llamó al estar con una escala de varias horas, esperando el procesamiento antes de regresar a Irak. La contratista civil había estado de visita en casa pero ahora va de vuelta.

    Quería contarme lo mal que se sentía con respecto a Arizona. En su monólogo, tenía historias que contar sobre las actitudes regionales estadounidenses que aparecían en las zonas de conflicto y cómo los bosnios – quienes son musulmanes, fuertes aliados y contratistas – saben reaccionar cuando es necesario. Hay historias de filipinos quienes se unieron por cinco años quienes no verán a sus familias durante todo ese periodo.

    Habla de su difunta madre, de una familia nativa de Texas con poca habilidad con el idioma inglés y su coraje al hablar cuando era necesario. ¿Qué pensaría ella de lo que ocurre en Arizona? ¿Cómo se sentiría con el insulto que no se le ve ni se ley oye lo suficientemente “americana”? Le molesta a Alice, y dice que continuará molestándole en Irak.

    Tiene que colgar, me dice Alice. El sistema de anuncios públicos dice que está por reunirse una asamblea antes del despliegue.

    Me deja con una idea a medio concebir en cuanto a la manera en que la política te puede atrapar. Bernard Malamud, el aclamado autor, alguna vez pronunció que el estar con vida significa ser político. Es una verdad difícil de aceptar, en particular de parte de personas simpáticas, gentiles y apolíticas cuando se enfrentan con actitudes severas.

    También cuesta entender cómo se ha vuelto tan sulfúrico el aire para conducir discusiones serias sobre temas de inmigración. El mango ya se estaba levantando por allá por mayo del 2006 cuando Wolf Blitzer, de CNN, al entrevistar al Fiscal General de la Nación, Alberto Gonzáles, preguntó: “Dígales a nuestros videntes que no conocen su historia personal, cómo llegó a dónde está ahora, sus abuelos, sus padres…Yo no sé si habrán llegado aquí legal o ilegalmente. Pero dénos la historia”.

    González cayó en la trampa. El insulto no fue referente a quién era Gonzáles, sino referente a quiénes eran sus abuelos. Dijo que tres de sus abuelos llegaron a Texas provenientes de México. Ambos de sus padres nacieron en Texas. Pero esto lo fue suficiente para Blitzer, quien persistió: “Cuando llegaron a Texas, ¿estaban legalmente documentados, o estaban ilegalmente documentados?”

    Respondió Gonzáles, “No es claro. No es claro”.

    En realidad, es muy claro. El Fiscal General es un ciudadano estadounidense. De otra forma, ¿cuál es la relevancia para CNN de seguir esta línea de cuestionamiento referente a una época en la que los “documentos” y las visas probablemente no se requerían como se requieren hoy?

    Es una vaga evocación de la mentalidad que dominó durante tres siglos en el Nuevo Mundo cuando se buscaba la sangre judía impura entre los de apellido hispano.

    De nuevo, el impulso es de entrometerse en lo personal, de encontrar un historial “cuestionable”. El propósito que esto sirve no es de obtener respuestas sino de definir una clase sospechosa de personas, para luego encontrar entre ellos los “legales” y los “ilegales”, como si esto definiera quién es fiel y quién no.

    La inquisición evoca la cuestión de legitimidad, como quien pregunta, ¿quiénes son bastardos? También hay un sentido de superioridad con esto, ya que el elemento de duda nutre la sospecha. Aun cuando alguien sabe que la otra persona es lícita, el simplemente haber cuestionado su legitimidad suscita un elemento de duda, una probable asociación con una clase desdeñada, haciendo que la etnicidad tenga más importancia que el respeto en una democracia. Después de todo, se trata de ser superior.

    Incluso al dar, hay mucho de recibir. Esto ocurrió recientemente cuando Alfredo Corchado, del Dallas Morning News, recibió el prestigioso galardón Lovejoy por coraje en el periodismo por su cobertura del narcotráfico en México. Han sido asesinados 21 periodistas que reportaban sobre estos temas desde 1992, según el Comité para la Protección de Periodistas.

    El comunicado de prensa que anunció el galardón dijo que la familia de Corchado “inmigró legalmente” a los Estados Unidos cuando él tenía seis años.

    Qué mal gusto, qué desconsiderado, burdo, desmoralizante.

    Sin ser corregido, ¿hasta dónde llegará esto?

    Me parece que ya ha llegado a Irak.

[José de la Isla redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service y es autor de The Rise of Hispanic Political Power (2003). Su último libro, auspiciado por la Fundación Ford, se encuentra en versión digital gratuita en www.DayNightLifeDeathHope.com. Comuníquese con él a: [email protected]].

    ©2010

 

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