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La "nueva adultez" retrasa la consolidación laboral

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Por largo tiempo, la generación de la Posguerra (baby boomers) ha sido considerada la generación que no quería crecer, perpetuos adolescentes incluso al tiempo que se volvían elegibles para el Seguro Social. Actualmente, investigadores demuestran que el verdadero Peter Pan no es la generación de Posguerra, sino las generaciones que han venido después. Para muchos, por elección propia o circunstancia, la independencia ya no empieza a los 21 años.

Desde la nueva regla de administración Obama que permite a hijos de hasta los 26 años de edad permanecer en el seguro de salud de sus padres hasta el gran aumento en el número de mujeres mayores de 35 años que se han convertido en madres por vez primera, académicos sociales dicen que la adultez joven ha pasado por un cambio profundo.

Las personas entre los 20 y 34 años se están tomando más tiempo para terminar su educación, establecerse en carreras, contraer matrimonio, tener hijos e independencia financiera, dijo Frank F. Furstenberg, quien encabeza la Fundación MacArthur de Red de Investigación sobre Transiciones a la Adultez, equipo que ha estado estudiando esta transformación.

“Está surgiendo un nuevo periodo en la vida, en el cual las personas jóvenes ya no son adolescentes pero aún no son adultos”, notó Furstenberg.

Sondeos nacionales de opinión revelan que una abrumadora mayoría de los estadounidenses, incluidos adultos más jóvenes, coinciden en que al llegar a los 20 a 22 años de edad, la gente ya debería haber terminado sus estudios, estar trabajando y viviendo por cuenta propia. Pero en la práctica, muchas personas de entre 20 y 30 años aún no han llegado a estos hitos tradicionales.

El matrimonio y la paternidad o maternidad – vistos en otra época como prerrequisitos para la adultez – actualmente son vistos más como estilos de vida, con base en un nuevo informe divulgado por la U. Princeton y la Brookings Institution.

La prolongada marcha a la independencia tiene sus raíces en cambios sociales y económicos que empezaron en los años 70, incluido un cambio en el que se pasó de la manufactura a una economía de los servicios, lo cual envió a las universidades a mucha gente, así como el feminismo.

Las mujeres representan más de la mitad de los estudiantes universitarios y casi la mitad de la fuerza laboral, que a su vez ha demorado la maternidad y el matrimonio.

Por primera vez, la mayoría de las madres, 54%, tiene educación universitaria, por arriba del 41% registrado en 1990. “Eso marca un cambio enorme”, dijo Andrew J. Cherlin, catedrático de sociología y política pública en la Universidad Johns Hopkins.

En 1980, la edad promedio para el primer matrimonio rondaba por 23 años; actualmente está en 27 años para los varones y 26 para las mujeres, lo cual representa su mayor nivel registrado. Un reciente informe por parte del Centro Pew de Investigación encontró que, en las últimas dos décadas, también ha sentado sus reales una amplia tendencia a demorar la maternidad, la cual se extiende a lo largo de todas las razas, etnias y grupos de ingresos en EE.UU.

Al mismo tiempo, más mujeres están dejando de tener hijos, ya sea por elección propia o por las circunstancias. Veinte por ciento de las mujeres cuarentonas no tienen hijos, dijo Furstenberg, destacando que “no tener hijos habría sido visto como una tragedia en los años 50; ahora, es una elección del estilo de vida”.

Más educación ha equivalido a que los hijos tienen que depender del apoyo financiero de sus padres. Los adultos entre 18 y 34 años de edad recibieron aproximadamente 38.000 dólares de sus padres en efectivo, así como el equivalente de dos meses de trabajo en un empleo a tiempo completo, con base en datos de la red MacArthur.

Más personas de veintitantos también viven con sus padres. Aproximadamente un cuarto de los hombres blancos de 25 años vivían en casa en 2007 – antes de la última recesión – en comparación con un quinto en 2000, así como menos de un octavo en 1970.

La considerable contribución de los padres no sólo genera presión sobre la clase media, de por sí bajo tensión, sino que también pudiera afectar a instituciones que han apoyado a adultos jóvenes en este periodo, como facultades en la que no se reside y otras de la comunidad, aunado a programas nacionales de servicio.

“Aún no hemos desarrollado y fortalecido las instituciones para que den servicio a los adultos jóvenes”, dijo Furstenberg, “porque seguimos viviendo con la arcaica idea de que la gente llega a la adultez al final de la adolescencia o al comienzo de sus veintes”.

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