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Primera retrospectiva de Rafael Ferrer en el Museo del Barrio

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Más de un centenar de obras de los
últimos 45 años de trabajo artístico del puertorriqueño Rafael
Ferrer conforman la primera retrospectiva dedicada a este artista
caribeño y que hoy presenta el Museo del Barrio de Nueva York.

"Retro/activo: El trabajo de Rafael Ferrer" es el título que se
ha dado a una exposición que abre sus puertas al público desde el 10
de junio hasta el 22 de agosto próximos y que contiene un centenar
de obras ejecutadas por Ferrer en las últimas cinco décadas.

La muestra, que incluye sus trabajos en pintura, dibujos,
escultura, así como algunas instalaciones, parte en 1953 y llega
hasta hoy.

Ferrer, de 77 años, comenzó a pintar profesionalmente a los 19
cuando se desempeñaba como percusionista entre su natal Puerto Rico
y Nueva York, en una época en que los puertorriqueños Tito Puente,
Tito Rodríguez y el cubano Machito "reinaban" en los clubes de la
Gran Manzana.

"Me di cuenta de que como músico, uno no toca lo que a uno le
gusta, sino el reclamo popular. Pero en el arte, podía escoger,
podía controlar todo y si lo aceptaban o no, era secundario y esto
lo aprendí del pintor español realista Eugenio Fernández Granell,
que se exilió en Puerto Rico", dijo Ferrer.

Artista autodidacta, Ferrer asegura que en la pintura ha
encontrado "un sentido de ser" y al mismo tiempo "un espacio para
ser libre dentro del mundo llamado normal, donde uno puede tener
privacidad y la capacidad de ser inventivo".

Su trabajo ha sido incluido dentro de varios movimientos, pero
Ferrer afirma que "encasillar" la producción de un pintor "viene de
los críticos y las escuelas de arte que quieren que los jóvenes
escojan un estilo personal para luego venderlo. Eso yo nunca lo
consideré porque no soy producto de las universidades".

"A mi me han inspirado los grandes héroes del modernismo como los
españoles Pablo Picasso, Juan Gris, el francés Henri Matisse y el
escultor catalán Julio González, y lo que aprendí de ellos es que
uno hace de todo", comentó Ferrer, un hombre sencillo, de fácil
palabra, cuyas obras han sido adquiridas por el Museo Metropolitano
de Arte, el Museo de Arte Moderno en Nueva York y el Museo de Arte
Contemporáneo de Chicago.

Algunas de sus piezas también forman parte de la colección
permanente del Museo del Barrio, que lamentó que sus contribuciones
aún permanezcan excluidas de las historia de arte norteamericanas y
occidentales, así como fuera de las historias de arte contemporáneo
puertorriqueño y latino.

La vida en el Caribe y sus colores están presentes en la obra de
Ferrer, como lo atestiguan varias de las piezas en esta exhibición,
algunas de ellas producto de los doce años que vivió al norte de la
provincia de Samaná, en la República Dominicana, en las que captó la
abundante riqueza que encontró en su gente, sus casas, la
vegetación, el paisaje, y la cultura.

"Había un acceso directo a un mundo como el que me imaginé debió
existir en Puerto Rico antes de yo nacer, que ya no existe", señaló
el artista, quien sin embargo dice que tuvo que emigrar de Puerto
Rico para que su trabajo fuera reconocido.

Destacó además que la música, así como la ciudad de Nueva York
también ha marcado su trabajo.

"Soy un pintor que adora la música, que es la que me mantiene con
las energías que necesito. A veces estoy pintando, oigo alguna
música y me pongo a tocar", dijo, al tiempo que comentó que su obra
no tiene un mensaje porque no es algo que programa hacer.

"La pintura es algo que se lleva por dentro", afirmó.

Por su parte, el director del Museo del Barrio, Julián
Zugazagoitía, comentó que la trayectoria de Ferrer refleja de muchas
maneras la historia del museo mismo.

"Su vida se ha vivido en español e inglés, formando un puente que
atraviesa los límites artísticos y culturales", señaló.

"Por turnos abrazada y rechazada en Puerto Rico y Nueva York, la
obra de Ferrer es expansiva, negando las estructuras típicas del
medio o del estilo, constantemente rebasando los límites de
cualquier trayectoria artística esperada", explicó Zugazagoitía.

Subrayó también que "durante casi cinco décadas, Ferrer ha
persistido como una figura de gran influencia sobre los artistas
emergentes de Nueva York y Puerto Rico, un verdadero artista para
los artistas".

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