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La agonía de las bibliotecas públicas

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Muchas de las 624 bibliotecas públicas de Pensilvania son nombradas en honor a personas reconocidas, escritores (James A. Michener), filántropos (J. Lewis Crozer) y próceres (Benjamin Franklin). En unos años, es muy probable que algunas sean bautizadas con nombres como Edward G. Rendell o como alguno de los otros 253 miembros de la Asamblea General de Pensilvania.

Sobre todo la biblioteca pública de Reading, donde los bibliotecarios tuvieron que quitar la nieve con palas el invierno pasado porque los trabajadores de mantenimiento fueron despedidos. Tampoco la biblioteca pública de Coudersport, en el condado rural de Potter, donde los bibliotecarios ponen trampas para cazar ratones porque el servicio mensual de exterminación fue eliminado. Y probablemente tampoco la biblioteca pública del condado de Bucks, en Langhorne, donde los bibliotecarios desempolvan y aspiran porque el servicio de limpieza fue cancelado.

El presupuesto estatal reduce drásticamente el dinero para las bibliotecas, que ahora tienen que suprimir horas de servicio, la compra de libros, contratación de personal, las bases de datos electrónicas. Tienen que retrasar reparaciones, aumentar multas y apagar termostatos. La situación es crítica y es muy probable que empeore.

El presupuesto propuesto por Rendell para el año fiscal del 2010-2011 redujo el gasto para bibliotecas otro 2 por ciento.

Las tres instituciones más afectadas fueron:

- La Biblioteca de Filadelfia redujo la compra de libros un 40 por ciento y abrirá cinco días, en vez de seis a la semana.

- La biblioteca Carnegie de Pittsburgh ha decidido cerrar cuatro sucursales, fusionaron otras dos y redujo el horario de operación a casi un tercio.

- La biblioteca estatal de Pensilvania, la cual es la más grande del estado, se mantiene sólo abierta tres días a la semana.

Menos dinero, más clientes

La ironía de las bibliotecas es que a pesar de malas rachas económicas, nunca han sido más populares. Por ejemplo, el sistema de la biblioteca del condado de Delaware, la cual perdió un 26 por ciento de los fondos estatales, ha tenido un incremento del 10 por ciento en circulación.

“Es lo mismo en todas partes”, dijo Glenn  Miller, director de la Asociación de Bibliotecas de Pensilvania. “La gente viene a las bibliotecas locales a trabajar en sus currículos y a buscar empleos. La mayoría de las vacantes requieren de una aplicación que se debe llenar en internet y la gente que no tiene este servicio en casa tiene que venir a la biblioteca a usarlo. Antes de que puedan hacer esto, la mayoría de ellos necesita ayuda para utilizar lo básico de una computadora”.

Hay una fila cada mañana enfrente de la puerta de la biblioteca Osterhout, en Wilkes-Barre. “Nuestros usuarios quieren conectarse al internet, y la mayoría de éstos están buscando un trabajo”, dijo Sara Hansen, directora de dicha sucursal. “No sólo recién graduados, algunos de ellos han estado en el área laboral por 25 años y nunca pensaron en encontrarse en esta situación. Ellos necesitan ayuda navegar por el mundo cibernético”.

Una mayor casualidad sería la subscripción a bases de datos, las cuáles ofrecen servicios que van desde tutorías para aprender un idioma extranjero hasta instrucciones para reparar un automóvil.

Kathy Arnold Yerger, directora de la biblioteca pública del condado de Montgomery, dijo que a pesar de que el uso de las computadoras se incrementó en un 22 por ciento el año pasado, se vio forzada a eliminar varias bases de datos, debido a la reducción de 486 mil dólares en el presupuesto del estado. “Una de estas bases, ‘Learning Express’, era demasiado popular ya que servía para practicar para exámenes, como SAT’s y GED”, expresó.

El servicio electrónico más usado es Biblioteca del Mundo Electrónico de Recursos Cibernéticos de Pensilvania (POWER), la cual ha sido ofrecida gratuitamente a bibliotecas públicas y escolares a través de una subscripción. La legislatura redujo el crédito para este servicio un 75 por ciento, de $11  millones a $3 millones.

POWER, base de artículos de periódicos, revistas y publicaciones periódicas, es la fuente básica de búsquedas estudiantiles, especialmente porque se puede obtener acceso con una tarjeta de biblioteca que tenga un código de barras desde una computadora en casa.

De regreso a la época prehispánica

“La legislatura básicamente regresó a todas las bibliotecas a la época pre-internet”, dijo Bárbara Mistick, directora de la biblioteca Carnegie en Pittsburg, PA.

Miller dijo que en 421 de las 501 escuelas de Pensilvania, la biblioteca POWER es la única base de datos disponible para los estudiantes.

“La pérdida de POWER será devastadora”, dijo Maggie Bokelman, bibliotecaria en la escuela Eagle View, de Mechaniscburg. “Los bibliotecarios han predicado por años la importancia de enseñar a nuestros hijos cómo investigar utilizando una base de datos, en lugar de sólo depender del internet. Limitarlos de estas bases sería un gran retroceso”, agregó.

La mayoría de las bibliotecas ha tenido que disminuir el número de libros, películas y otros materiales que compran cada año. Siobhan Reardon, presidenta y directora de la biblioteca pública de Filadelfia, dice que la reducción del 40 por ciento en adquirirlos se traducirá en una larga espera por títulos populares.

Edificios antiguos

Una de cada tres bibliotecas públicas en Pensilvania, aproximadamente, está localizada en edificios que tienen por lo menos 60 años de antigüedad, y la mayoría necesitan ser reparados o demolidos.

La biblioteca Priestley Forsyth Memorial, del condado de Northumberland, está localizada en una taberna de 1825, que es fría en invierno (no tiene calefacción) y no hay ventanas para las tormentas y un mínimo aislamiento.  7.000 libros han tenido que ser trasladados al sótano para crear espacio para nuevos títulos, ya quelas estanterías están rebozadas. A pesar de esto, la biblioteca ha tenido 43.000 visitantes en el 2009, 10 por ciento más que en el 2008.

La biblioteca pública del condado de Wayne en Honesdale está en una estructura de 141 años de antigüedad, que comenzó como una casa privada y después se convirtió en una casa de asistencia para personas de la tercera edad. La biblioteca tiene ahí 25 años. “Incluso tiene un elevador antiguo en el cual nuestros clientes se quedan atorados”, dijo Mary Rogers, directora de la biblioteca. “Por cada nuevo libro que compramos, tenemos que quitar uno de las repisas y cambiarlo al sótano”.

Pensilvania se encuentra en el puesto 37 de los estados que ayudan con los impuestos a las bibliotecas, pero en términos locales cae hasta el número 46. En la mayoría de los casos, los municipios de Pensilvania no se ven responsables por los fondos de las bibliotecas. “Las bibliotecas públicas en Pensilvania son huérfanas”, dijo Miller.

“La ayuda no es un requisito para el gobierno, por lo que en demasiadas ocasiones, nadie toma la iniciativa en el ámbito local.  Lo que es peor, es que  existen 3.100 unidades de gobierno en el estado, es imposible argumentar de forma significativa la financiación de todos estos municipios, ciudades, condados y juntas escolares”.

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