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La otra huella de Pepe Castillo

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A pesar de su muerte, el doctor José Pepe Castillo todavía vive en los corazones de todos aquellos que ayudó sin pensar y sin cobrar. Ahora, además, estará vivo en Filadelfia ya que un centro llevará su nombre como reconocimiento a su labor altruista. 

Con mucho sacrificio, el “Doctor Pepe”, como lo llamaban en la comunidad, logró salir de la pobreza en México hasta lograr ser un reconocido cirujano en EE.UU..

Durante una década le entregó su tiempo y su corazón a los indigentes y necesitados de Filadelfia hasta su muerte en mayo del 2009. Por eso el centro 802, a cargo de una fundación sin ánimo de lucro en la que fue voluntario, decidió que su edificio lleve su nombre.

“Lo más difícil de vivir en la calle es que la gente pueda entender por lo que estas pasando y el ‘Doctor Pepe’ lo hacía”, dijo Robert Washington, quien desde hace décadas vive en las calles de Filadelfia y asiste al centro 802 por las mañanas para tomar una ducha, conseguir ropa limpia y recibir consejería .

El 802 es parte del Comité para Acabar con los Indigentes, ubicado precisamente en el 802 del norte de la calle Broad.

“El doctor venía todas las mañanas de lunes a viernes de 8:30 a 10 a.m., arreglaba las sillas y esperaba a que llegarán los indigentes para darles pláticas de salud y de superación personal. Les hablaba de lo que el alcohol y las drogas le pueden hacer a tu cerebro”, dijo Rogelio Soto, encargado del centro desde hace cinco años. “Después les hacía una revisión médica, y si alguno lo requería lo citaba en su consultorio y lo atendía sin cobrarle”, agregó.

“Yo mismo fui ‘homeless’ por 15 años y desde que llegué aquí el doctor me recibió y se formó una amistad muy especial. Mi padre fue alcohólico y nunca tuve esa figura de motivación, hasta que llegó él, es el único hombre por el que yo he llorado”, agregó Soto.

El trabajo en el centro no es nada fácil, explica su directora, Phyllis Ryan, quien ha estado al frente de este desde 1985.

“Aquí lidiamos con drogadictos, criminales y gente muy violenta, pero el doctor tenía la habilidad de entrar en el cuarto y cambiar toda la atmósfera”, recordó Ryan. “Recuerdo una anécdota; era un día nevado y desde mi ventana veía un bulto tirado. El doctor Pepe salió, pero era un hombre que estaba fuera de sus facultades mentales y no quería entrar al centro. El doctor se sentó a su lado y así pasaron horas en la nieve y en el frío hasta que el hombre decidió entrar. Le tuvieron que amputar los dedos de los pies, pero Pepe le salvó la vida”, agregó.    

Tanto tiempo invertido en extraños no molestaba a su familia puesto que él les decía que la vida le había dado mucho y “lo correcto” era devolverlo. “Él decía que con los privilegios viene la responsabilidad de ayudar al que lo necesita. Su filosofía era que todos los humanos tienen un potencial y el poder de salir de cualquier situación difícil, pero todos necesitamos una mano para levantarnos”, dijo Isela Castillo, de 49 años, hija del “Doctor Pepe”, quien ahora reside en Florida.

El “Doctor Pepe” falleció en mayo del año pasado a los 81 años de edad de Hepatitis C, una enfermedad terminal.  “Al haber estado como cirujano se contaminó con una sangre y no le afectó sino hasta el 2004”, dijo Isela.

A pocas semanas de su muerte, Nelia Castillo iba a cumplir 52 años de casada con este doctor dedicado por completo a sus pacientes.

“La noche que mi madre murió viajé a México, era Año Nuevo y mi madre había entrado en un coma. Yo hablaba con mi hermano en la sala del hospital cuando a lo lejos veo entrar a un hombre de esmoquin, era el doctor de mi madre que se había salido de la fiesta para venir a verla”.

A partir de ese momento la mexicana comprendió la dedicación que su esposo tenía a su profesión.

 “Entendí que en cada fiesta, cada reunión familar a la que mi esposo no asistía, era por ese amor y entrega que sentía por sus pacientes”, dijo Nelia. 

Esas huellas se borraron

 Nadie de quienes lo conocieron se atreven si quiera a pronunciar una palabra acerca del escándalo nacional en el que se vio envuelto el doctor Castillo. Sus acciones altruistas y el amor al prójimo han borrado las huellas del episodio que casi le costó la cárcel.

En 1996 el doctor Castillo fue juzgado en una corte federal y declarado culpable de obstrucción de justicia y ayudar a un fugitivo por realizar diferentes cirugías plásticas incluyendo la transformación de las huellas digitales del narcotraficante Richie Ramos.

Sin embargo, el doctor declaró a diferentes medios en esa época no haber cobrado por esas cirugías y que él no sabía de las acciones del rufián y que solo lo había operado por quemaduras producidas en un accidente de cocina. Su labor altruista le valió la simpatía del juez y su condena fue reducida a dos años de arresto domiciliario, 400 horas de servicio comunitario y una multa de $35 mil, mientras que la comunidad se unió y pidió a la Junta Médica Estatal no revocar la licencia médica. Al final, las únicas huellas que Castillo dejó a su paso por Filadelfia y el mundo fueron las de un héroe en la comunidad.

Evento en su honor

El próximo 19 de mayo habrá un evento para anunciar el cambio de nombre del centro 802  por “El lugar del doctor Pepe”, en el que se subastarán cinco piezas de arte donadas por la familia Castillo, dos de ellas pintadas por el mismo cirujano.
El evento se llevará a cabo el 19 de mayo de 5:30 a 7 p.m. en el Plastic Club ubicado, en el 247 del sur de la calle Camac. 
Además, el Plastic Club abrirá sus puertas especialmente para exhibir gratuitamente estas obras antes de la subasta el domingo 16 de mayo de 1 a 5 p.m.
Para más información llame al 215 545 9324. 

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