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Nueva ley es apenas otro desafío para inmigrantes

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Pese a su intención de “desalentar y disuadir” el ingreso ilegal a Estados Unidos, la severa ley de inmigración que Arizona acaba de aprobar no es lo que impidió a Verónica introducirse al estado sin documentos. Después de todo, ella ya había soportado un agónico viaje en tren, escapado de peligrosos narcotraficantes y eludido a las autoridades mexicanas que iban detrás del dinero que ella había ocultado en su ropa interior.

Verónica no logró llegar a Estados Unidos, dijo, revelando tristeza, sencillamente porque se puso nerviosa. Las palmas de sus manos se mojaron y resbaló del poste que ella y otros en su grupo trepaban para cruzar la valla fronteriza y entrar a Arizona.

Fue una larga caída y Verónica, inmigrante hondureña que se negó a dar su apellido por temor a que eso pudiera afectar sus probabilidades de emigrar al norte en el futuro, estaba llena de moretones y cojeaba mientras relataba su fallido cruce fronterizo. También estaba embarazada, y preocupada por cómo había soportado su feto dicho traumatismo.

Con lo estricta que pudiera ser la nueva legislación de inmigración de Arizona, impulsando al gobierno mexicano a emitir una alerta de viaje advirtiendo que “cualquier nacional mexicano podría ser importunado e interrogado sin causa alguna en cualquier momento”, es juego de niños comparado con lo que muchos inmigrantes indocumentados soportan en su travesía al norte.

“Si creen que los inmigrantes dejarán de venir, están equivocados”, dijo el jefe de la oficina regional de migración del estado mexicano de Sonora, Rafael Limón Corbala, sobre los legisladores de Arizona que aprobaron la ley. “Sigue habiendo empleos del otro lado, y mucha gente seguirá teniendo la mirada puesta en cruzar”.

Si un inmigrante puede pagar suficiente, dirigirse al norte puede ser tan fácil como esperar formado en un cruce fronterizo, entregar un documento falsificado de identidad a un guardia fronterizo y, si funciona, cruzar caminando a Estados Unidos. Sin embargo, es más probable que sea una infernal travesía por el campo mexicano y después a través del desierto de Arizona.

Como sea, los inmigrantes reúnen sumas considerables, desde 2,500 hasta 5,000 dólares, para efectuar el paso. Eso basta en muchos de sus poblados natales para construir un hogar elemental o lanzar un pequeño negocio, pero los inmigrantes consideran ampliamente que es una inversión que vale la pena.

La nueva ley de Arizona – que ordena a los agentes de policía que abriguen “sospechas razonables” del estatus de inmigración de una persona que exijan prueba de residencia legal – no fue del agrado de los muchos inmigrantes entrevistados en esta ciudad fronteriza del lado mexicano. Las críticas al parecer eran las mismas entre quienes se preparan para cruzar, quienes estaban decidiendo qué hacer después de ser deportados y los que estaban en pleno cruce, que hablaban mientras caminaban, nerviosos y con dificultades, al norte.

“Nosotros trabajamos para la población de Arizona y ahora no nos quieren”, dijo Miguel, sumamente molesto, quien comentó que formaba parte de un grupo de varias docenas de personas capturadas por la Patrulla Fronteriza en el desierto esta semana, para luego ser transportados en autobuses de vuelta al a frontera. Dijo que pronto lo intentaría de nuevo la octava vez en años recientes.

Relativamente pocos inmigrantes dijeron que la ley impediría que cruzaran, aunque planeaban evitar totalmente a los oficial de policía incluso más que antes.

Los inmigrantes comienzan su travesía en numerosos países y hacen uso de una vertiginosa diversidad de estratagemas para colarse por la frontera, haciendo que ninguna migración sea igual. Sin embargo, los mexicanos generalmente la tienen más fácil que los centroamericanos, quienes a menudo caen víctima de autoridades mexicanas incluso antes de llegar a la frontera norte, cada vez más reforzada.

“Viajando precariamente sobre los techos de vagones de carga, muchos enfrentan discriminación y xenofobia, convirtiéndose en objetivo de traficantes de personas y presa de secuestradores entre pandillas criminales”. El grupo Amnistía Internacional dijo en un informe, divulgado esta semana.

“Cada año, miles de inmigrantes son maltratados, secuestrados o violados”, decía el informe del grupo por los derechos humanos. “Son comunes las detenciones arbitrarias y extorsión por parte de oficiales públicos”.

Amnistía Internacional le dio cierto reconocimiento al gobierno del Presidente Felipe Calderón por haber mejorado la dura situación de los emigrantes que cruzan por su territorio. Las condiciones en centros para detenidos han mejorado, destacó el grupo, y los inmigrantes que son capturados cruzando por México pasan menos tiempo detenidos hasta el momento de su repatriación.

Aunado a lo anterior, el gobierno estatal en Chiapas, por donde muchos inmigrantes entran a México, estableció por vez primera un fiscal especial para crímenes en contra de inmigrantes. Uno de los resultados de lo anterior es que cinco integrantes de una unidad elite de la policía local fueron arrestados por ataques en contra de inmigrantes.

Sin embargo, México ha sido mucho más vociferante en sus críticas a Estados Unidos en torno a la inmigración que en establecer prácticas modelo por sí mismo, encontraron Amnistía Internacional y otros grupos.

En México, se supone que son los oficiales federales de inmigración y la policía federal quienes verifican el estatus legal de inmigrantes. Sin embargo, es posible que lo haga cualquiera que tenga una placa, situación que, comentaron varios inmigrantes, los preparó bien para lo que pudieran enfrentar en Arizona.

A medida que la noche caía en una tarde reciente, un nervioso pollero que ayuda a los inmigrantes en su cruce a Estados Unidos estaba parado en una colina a pocos metros de la frontera, gritando órdenes por su radio. Tenía a observadores siguiendo los movimientos de la Patrulla Fronteriza del otro lado y confederados con un automóvil estacionado justo al otro lado la frontera, esperando para recoger a los inmigrantes que habían pagado un poco más. No le preocupaba que el negocio se fuera a terminar.

“Ellos seguirán viniendo”, dijo, lleno de confianza.

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