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Remesas: Fuente de productividad

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En los últimos años, Latinoamérica se ha beneficiado de una inequidad reducida, una clase media floreciente y una buena gobernabilidad económica que le ayudó a recuperarse de la última recesión más rápido y mejor que otros. Pero a pesar de estos logros, la región aún lucha por producir bienes y proveer servicios más eficientemente. De hecho, el crecimiento de la productividad de la región en los últimos cuarenta años ha sido el peor del planeta.

Hay muchas razones para que esta brecha de productividad exista, pero una de las principales es la falta de crédito, según el nuevo libro del Banco Interamericano de Desarrollo: La era de la productividad. En otras palabras, los negocios que aspiran a ser más eficaces y tomar ventaja de metodologías y tecnologías nuevas no han tenido el acceso a la financiación necesaria para lograrlo.

La recesión reciente ha exacerbado este problema. El crecimiento total del crédito en la región se redujo en más de tres cuartas partes: pasó de 17 por ciento en 2008 a 4 por ciento en 2009. Ante esta falta de mecanismos tradicionales de inversión se vislumbran pocas opciones para la productividad a corto plazo.

Eso no quiere decir que el capital no fluya hacia Latinoamérica. De hecho, la región tiene otro proveedor vigoroso de recursos: las remesas. A menudo mal entendidos y desatendidos, estos fondos podrían estar abriendo puertas del financiamiento a los latinoamericanos e, indirectamente, mejorar la productividad como ninguna otra fuente lo hace.

Las remesas demostraron su resistencia durante la recesión. A pesar de sufrir una caída de 15 por ciento del volumen en dólares entre 2008 y 2009, el monto traducido a moneda local y ajustado a la inflación reflejó un aumento. Para finales del año pasado ya daba señales de estabilizarse, alcanzando un total de 58.800 millones de dólares.

El volumen de divisas que aportan los inmigrantes a sus países de origen ha demostrado ser menos volátil que otros flujos externos, como la inversión extranjera directa y los ingresos producto de las exportaciones. Estos recursos superan por mucho la ayuda externa oficial. En el caso de México, son la segunda fuente más grande de ingreso externo después del petróleo. En El Salvador, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica y Nicaragua representan 18 por ciento o más del producto interno bruto.

Pero ¿en qué pueden las remesas beneficiar a la productividad latinoamericana?

Desde hace un buen tiempo, economistas, empresarios y políticos han intentado explotar este considerable flujo de capital para favorecer el desarrollo. Los gobiernos han ofrecido complementar los dólares invertidos por los inmigrantes en sus ciudades de origen. Los constructores, por su parte, han realizado ferias de vivienda para que los expatriados inviertan en proyectos en el exterior; al tiempo que las firmas que ofrecen micro créditos usan las remesas como garantía de préstamo.

Por ahora los resultados han sido limitados. Las remesas han demostrado ser “un canal para el ahorro y la inversión, pero pequeño”, aseguró Jeff Dayton-Johnson, líder de la división de las Américas de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, con sede en Paris. Existe el riesgo de tener “expectativas exageradas” de lo que se puede lograr con estos recursos, agregó.

Sin embargo, la historia no termina allí. Los fondos enviados por expatriados a sus naciones podrían hacer mucho por la productividad, incluso sin que presten ayuda directa a grandes corporaciones. De hecho, ninguna otra fuente de capital externo se acerca tanto a servir como catalizador de otra actividad financiera.

Según Manuel Orozco, experto de Diálogo Interamericano en Washington, los receptores de remesas en América Latina tienden a poseer más cuentas bancarias que quienes no las reciben. En Honduras, por ejemplo, aquellos que reciben remesas tienen casi el doble de posibilidades de tener una cuenta bancaria que aquellos que no las reciben.

En México, hogares con familiares que han emigrado invierten en pequeñas empresas más que otros, según un estudio de los profesores Christopher Woodruff y Rene Zenteno de California. Otra investigación encontró que, además, 21 por ciento de nuevas empresas mexicanas se financiaron con este tipo de recursos.

De igual manera, de acuerdo con datos aportados por Orozco, por lo menos 50 por ciento de quienes reciben dinero de sus familiares en el exterior mantiene hasta 1.000 dólares como ahorros, aunque los guarden bajo el colchón. Si bien eso refleja una continua falta de confianza en el sector financiero, este dinero puede convertirse en una importante fuente de financiamiento para abrir empresas o mejorarlas.

No obstante, algunos alegan que las remesas le quitan espacio a la banca y ayudan a preservar el alto nivel de informalidad que mantiene la baja productividad en América Latina.

Si eso es cierto, lo es ej el grado mínimo. Como lo plantea Dayton-Johnson, “las remesas puede que ayuden a posponer la hora de la verdad”, cuando un dueño de negocio se da cuenta que no puede crecer sin no consigue un préstamo; pero estos fondos no están entre las causas tradicionales que mantienen a una empresa fuera del ámbito – o de la protección – de sus gobiernos.

Estos recursos, en cambio, han ayudado a resolver “una falta de acceso al crédito que es muy grande” en América Latina, afirmó Orozco. Cuando las personas que están por fuera de las fuentes de capital pueden acceder a ellas, es natural que las mejoras en su calidad de vida y educación, en sus empresas y en el futuro de sus hijos tendrán un impacto positivo en la productividad.

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