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Familias mexicanas huyen del narcotráfico

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FUERTE HANCOCK, Texas.- La gigantesca valla
oxidada de barras metálicas a lo largo de la frontera en esta localidad,
construida en años recientes para impedir el cruce de inmigrantes indocumentados
hacia Estados Unidos, tiene un nuevo apodo entre residentes locales: Verja
Parque Jurásico, en un asentimiento a la barrera en un filme de 1993 que
mantuvo a raya a peligrosos dinosaurios en un parque temático.

Del otro lado, una brutal guerra entre
pandillas del narcotráfico ha obligado a docenas de medrosas familias a salir
del poblado mexicano de El Porvenir para dirigirse a la frontera en busca de
asilo político, en tanto veintenas de otros mexicanos han recurrido a visas
especiales, conocidas como tarjetas de cruce fronterizo, para huir al interior
de Estados Unidos. Dicen que pandillas del narco en lucha por el control
del tráfico ilegal han echado a perder su poblado, quemando casas y matando a
gente en las calles.

Los estadounidenses están acogiendo a sus
parientes mexicanos, y las escuelas locales se han llenado de niños
traumatizados, muchos de los cuales han presenciado la violencia entre
pandillas del crimen, destacan funcionarios escolares.

“Es muy duro por allá”, comentó Vicente
Burciaga, de 23 años de edad, quien huyó de El Porvenir hace un mes con su
esposa, Mayra, y su hijo infante luego que integrantes del crimen quemaran
cinco hogares en su barrio y mataran a un vecino. “Del otro lado están matando
a gente que no tiene nada que ver con el narcotráfico”, dijo. “Te matan sólo
por haber visto lo que ellos hacen”.

La historia de Fort Hancock, 95
kilómetros al sureste de El Paso en el Río Grande, es repetida a lo largo de la
frontera de Texas con México, desde Brownsville hasta El Paso. A medida que la
violencia entre pandillas del narcotráfico sigue saliendo de control en México,
cada vez más nacionales mexicanos están buscando refugio en Estados Unidos.

El flujo de personas que huye de la
violencia, algunas de las cuales estuvieron involucradas en narcotráfico en
México, ha alterado los pacíficos ritmos de Fort Hancock. En últimas fechas,
hay más automóviles de policía recorriendo las polvorientas calles, y el temor
entre los residentes es palpable.

El poblado solamente tiene unas pocas
calles pavimentadas, un restaurante cerca de la carretera Interestatal 10, una
tienda de alimento, una pequeño tienda de abarrotes, una gasolinera y un par de
tiendas generales. Los canales de irrigación transportan agua desde el río
Grande (Bravo, en México) hasta alfalfa y campos de chile, enclavados entre los
cactus, arena y mezquite del Desierto Chihuahuense.

Aproximadamente 2,000 personas viven
aquí, en dilapidados hogares en remolques, vehículos recreativos vapuleados por
el clima y casas de ladrillo bien cuidadas. La torre de agua hace alarde del
campeonato estatal que el equipo de futbol americano, integrado por seis
hombres, ha ganado cinco veces entre 1986 y 1991. Pocos niños entre los
refugiados pertenecen a familias involucradas en el narcotráfico, e integrantes
de pandillas rivales los han amenazado, llevando a la preparatoria el espectro
de los asesinatos del crimen organizado, destacan agentes de la ley y
funcionarios escolares.

“Algunas de las familias que están
huyendo de México lo hacen porque estuvieron participando de alguna forma en
estos actos”, dijo José Franco, el superintendente escolar. “y si quieres
llegarle a alguien, le llegas a sus hijos”.

El Departamento del Sheriff del Condado
de Hudspeth y la policía estatal están intentando vigilar de cerca vehículos
desconocidos que se estacionen cerca de escuelas. El distrito escolar, por
primera vez, ya contrató a un oficial de la ley a fin que patrulle sus tres
campus, amén que instaló cámaras de seguridad. Ahora, los espectadores tienen
prohibido participar en prácticas de futbol americano y baloncesto.

No todos los que vienen de El Porvenir
buscan asilo. Muchos mexicanos en poblados a lo largo del río tienen tarjetas
especiales para cruzar la frontera, mismas que les permiten cruzar por hasta 30
días para hacer negocios e ir de compras cerca de la frontera. Sin embargo,
algunos han usado estas visas para reubicar a sus familias temporalmente en
Fort Hancock y otros pequeños poblados del lado tejano.

Quienes tienen visas temporales de
turista o que pueden obtener visas de negocios porque tienen suficiente dinero
para iniciar un negocio en Estados Unidos también están mudando a sus familias
al otro lado de la frontera. (Debido a lo anterior, ciudades como El Paso y San
Antonio han registrado auges en los bienes raíces y un florecimiento de
pequeños negocios y restaurantes mexicanos.)

Otros mexicanos que antes estaban
contentos de vivir en México están aprovechando cualquier medio que tienen para
obtener una visa y salir. Algunos nacieron en un hospital del lado
estadounidense y son ciudadanos estadounidenses, por ejemplo, o contrajeron
matrimonio con ciudadanos estadounidenses, pero nunca solicitaron la
residencia.

Tan solo en El Paso, la policía estima
que al menos 30,000 mexicanos se han mudado al otro lado de la frontera en los
últimos dos años debido a la violencia en Juárez y los poblados ribereños al
sureste. Tanta gente se ha marchado de El Porvenir y el cercano Guadalupe
Bravos que ambos parecen pueblos fantasma, notan ex residentes.

Sin embargo, las personas con acceso a
visas han estado buscando asilo, incluso a riesgo de ser detenidos por meses.
En los primeros días del conflicto, los buscadores de asilo eran mayormente
periodistas, agentes de policía y funcionarios que habían sido amenazados por
la delincuencia organizada. Sin embargo, ahora la gente con empleos ordinarios
se está presentando en la frontera y dice temer por su vida.

“Esta es una situación de emergencia, una
guerra”, dijo Jorge Luis Aguirre, periodista que también pidió asilo luego que
su vida fuera amenazada en 2008, en Ciudad Juárez. “Para estas personas, es una
cuestión de vida o muerte”.

Sin embargo, a muy pocos mexicanos les
conceden asilo. A lo largo de los últimos tres años fiscales, jueces de
inmigración oyeron 9,317 peticiones a lo largo de EU, y solamente otorgaron
183.

Franco, el director de la escuela, dijo
que las escuelas han absorbido aproximadamente 50 estudiantes nuevos de México
desde el año pasado, lo cual representa un aumento de 10% en la tasa de
matriculación. Muchos de los nuevos estudiantes no hablan inglés y enfrentan el
trauma de haber sufrido los asesinatos de familiares.

Un niño mexicano en la preparatoria, por
ejemplo, sufrió un daño tan grande por lo que ha visto que está siendo educado
aparte de los otros estudiantes, notó Franco. Varios integrantes de la familia
del muchacho – su madre, su abuelo, una tía y un tío – fueron torturados con
picahielos en El Porvenir, en marzo, informó la policía.

Informes de las atrocidades del otro lado
de la frontera son transmitidas de vecino en vecino. De alguna forma, la
violencia ha llegado a casi toda familia en Fort Hancock.

Personas que han huido de El Porvenir
dicen que a diario ocurren asesinatos grotescos, aunque reporteros
periodísticos no han podido entrar al pueblo a confirmarlos. El mes pasado, un
hombre y su esposa embarazada fueron asesinados afuera de una escuela primaria
en El Porvenir, con base en residentes; el hombre fue baleado, pero se dijo que
los asesinos abrieron con un cuchillo a la mujer y se llevaron su bebé, dejando
ella que muriera. En otra versión , se dijo que algunos sicarios mataron a un
mendigo que estaba en silla de ruedas.

Fueron historias como las anteriores lo
que convencieron a Porfirio Flores de buscar asilo para su esposa, de la cual
está separado, y sus dos hijos, quienes aún viven en El Porvenir. El día antes
de Pascua, Flores, trabajador de la industria petrolera, de 60 años, con
residencia legal que vive en un hacinado remolque en Fort Hancock, cruzó a
México y escoltó a su esposa e hijos a la frontera para que pudieran solicitar
asilo. Sin embargo, oficiales de aduanas de Estados Unidos los rechazaron sin
mediar explicación, dijo.

“¿Qué
puedo hacer?” Necesito un abogado’', dijo, mientras sus cejas se unían en un
gesto de preocupación. “Ellos están matando a niños allá. Están matando gente
que sencillamente intenta ganarse la vida”.

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