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Si la harto publicitada iPad va a ser un éxito del consumidor de la
corriente institucionalizada, Apple tendrá que cambiar la forma de
pensar de personas como Jon Byron.

Byron, un empleado bancario de 54 años, de Connecticut, salió de
una tienda Apple en la Quinta Avenida de Manhattan esta semana con un
nuevo escáner de tarjetas de presentación y dudas serias sobre la
tendencia hacia la computadora tablilla.

“Puedo hacer todo en mi MacBook Pro, mi teléfono celular y mi
BlackBerry”, dijo Byron. “No necesito más aparatos. Ya tengo seis
números de teléfono y suficientes cosas que enchufar por la noche”.

Pese a toda la exuberancia que rodea al nuevo artefacto de Apple,
opiniones como esa son incómodamente, al menos para Apple, comunes.

Muchos consumidores no entienden el objetivo del artefacto:
¿quién querría pagar 500 dólares o más por él y por qué alguien
necesitaría otro aparato además de una computadora y un teléfono
inteligente? Después de todo, los teléfonos tienen un creciente rango de
funciones, como señala Apple en sus muchos comerciales de iPhone.

“Se venderán los primeros cinco millones en un santiamén”, dijo
Guy Kawasaki, un emprendedor del Valle del Silicio que fue un ejecutivo
de comercialización en Apple en los 1980. “Pero, veamos: no puedes
llamar por teléfono, no puedes tomar fotografías y tienes que comprar
contenidos por los que antes no estabas dispuesto a pagar. Me parece
difícil”.

Apple y otras empresas de tecnología que están introduciendo una
ola de tablillas con pantallas táctiles enfrentan un reto ambicioso. La
industria quiere crear un mercado para tipos nuevos de aparatos que la
mayoría de las personas realmente no necesita; o que todavía no sabe que
necesita.

Se pretende que las tablillas permitan a la gente ver videos,
navegar la Red, jugar videojuegos y leer libros, revistas y periódicos
en todas partes sin las grandes molestias de una computadora portátil
hecha y derecha.

Las personas que ya ordenaron una iPad o van a las tiendas de
Apple “son tecnófilas”: la frase tecnología de punta hace que se les
ponga la carne de gallina’', explicó Eitan Muller, un catedrático de
mercadotecnia de alta tecnología en la Escuela de Negocios Stern de la
Universidad de Nueva York.

Sin embargo, ellas sólo representan 16% del total del mercado
potencial de la iPad, dijo Muller. “El mercado principal está integrado
por pragmáticos, y la misma frase los hace convulsionar”.

Empresas de investigación tecnológica trataron de medir este
escepticismo antes de la introducción de la iPad el 3 de abril. NPD, una
de ellas, encontró en un estudio que 18% de los consumidores expresó
interés en tener una.

Las entrevistas con una diversidad de personas subrayaron esta
incertidumbre. Había un sentido sutil de frustración entre algunos
consumidores porque se les pedía meter otro aparato costoso más en su
vida, ya abarrotada de pantallas con manchas de dedos y cables
enmarañados.

“Sólo quiero saber: ¿para qué se supone que sirve?”, preguntó
Ebony White de 21 años, quien trabaja cuidando niños en San Francisco, y
ha hablado de la iPad con sus amistades, las que decidieron no comprarla. “Si
fuera a gastar tanto dinero para comprar algo, sería una computadora
porque cuesta lo mismo y hace más cosas”.

Agregó: “¿Dónde se supone que la use? ¿Se supone que la use en el
autobús, y que me la roben?”.

John Morgan de 48 años de Rockville, Maryland, recientemente de
visita en Nueva York con su familia, ya comprometió su devoción a Steve
Jobs & Company. “Somos una familia con seis iPods”, dijo. Sin
embargo, juró que seguirían siendo una de cero iPads: “Es demasiado
cara”.

Su hijo Alex, de nueve años, agregó que la familia ya tiene una
iPod Touch, “así que no necesitamos una”.

Karla Villarreal de 28 años, promotora de espectáculos y
negocios, del distrito municipal de Queens en la Ciudad de Nueva York,
también es una seguidora imperturbable de Apple, buscó en su bolsa las
iPod Nano, iPod Touch y BlackBerry en el metro neoyorquino esta semana.
Sin embargo, esos aparatos, dijo, dejan poco espacio en su presupuesto
tecnológico – o su cartera – para una nueva computadora de tablilla. “Va
a ser realmente difícil, en especial en esta recesión. Así que, no más
aparatos para mí”, expresó.

Podría ser demasiado pronto para evaluar el interés de los
consumidores en la iPad. Los diseñadores todavía no han tenido tiempo
para preparar una diversidad de aplicaciones para el aparato, y Apple
todavía no ha hecho gran cosa de lo que quizá sea lo mejor que hace:
publicidad.

Gene Munster, un analista de Piper Jaffray, estima que Apple
gastará 515 millones de dólares en publicidad este año y asignará 77
millones de dólares de eso, o 15%, para promover la iPad. Si su
comercial que apareció primero en la transmisión de los Premios de la
Academia es alguna guía, no resaltarán ningún aspecto del aparto, sino
se orientarán a transmitir un sentimiento general de posibilidad
excitante.

“Apple posicionará esto como posicionó al iPhone: como una
divertida máquina de entretenimiento”, observó Don Norman, un
catedrático de la Universidad del Noroeste, que pronosticó la
proliferación de múltiples pantallas y aparatos. “Sus anuncios harán que
a la gente le den ganas de usar la máquina, aun si lo que está haciendo
con ella no viene al caso”.

De alguna forma, el tiempo está de parte de Apple. El precio de
la iPad bajará inevitablemente, y los diseñadores producirán
aplicaciones ingeniosas para el aparato, creando usos nuevos como lo
hicieron para el iPhone.

Los devotos de Apple desempeñarán la mayor parte de su trabajo
duro: llevar la iPad en el metro y las tiendas, donde su presencia
podría tener el mismo impacto de llamar la atención que tuvo hace ocho
años el iPod, con sus chícharos blancos para los oídos.

“Es algo que se quiere en contraposición a una necesidad”, dijo
uno de esos seguidores de Apple, Ryan Kenney de 29 años, al describir
hace poco su naciente deseo por tener una iPad en Nueva York.
``Realmente no la necesitas. Entre un teléfono inteligente y una
computadora portátil, eso cubre todas las bases.

“Pero yo usaría su ropa interior si la hicieran”.

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