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Rojo, gratis y desnudo

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Los comerciantes logran atraer la atención de la clientela con armar rótulos con letras rojas. Esta fórmula sin duda logra atraer una respuesta si también contiene la palabra GRATIS, así como con “Compre dos y el tercero lo recibe GRATIS”.  

Pero cuando la gente normal quiere registrar un mensaje de protesta que logre venderse, ¿qué es lo que hace? Últimamente hemos visto lemas resonantes de colores fuertes y chillones, y otros que infunden el miedo. Pero como la fórmula de los comerciantes no hay ninguna. No obstante, tal vez exista una que pegue.

El presentarse desnudo.

A comienzos de abril, azafatas en Madrid, sin haber recibido su sueldo por nueve meses y cansadas de no hacerse oír al protestar, posaron de manera provocativa enteramente desnudas para un calendario, para hacer pública su situación.

Air Comet, su patrón en quiebra, había operado vuelos a bajo costo por el corredor aéreo España-Sudamérica, pero sucumbió ante la recesión mundial.

“Sólo exigimos nuestro derecho de recibir lo que es nuestro”, dijo Adriana Ricardo, vocera de las empleadas, quien también aparece en el calendario.

Tiene cierto sentido desnudarse para registrar una queja. Primero, llama la atención. Por su naturaleza, estas personas protestan sin violencia. Tampoco hay mucho que distorsione el mensaje. Es precisamente lo que es: una queja cual Godiva buscando un remedio. Cuando las que protestan se desnudan, el enfoque son el tema y el mensaje porque cuesta desviarse de la esencia desnuda del asunto.

Hace unos tres años estuve trabajando en la Ciudad de México. El primer día, cerca del Eje Central del distrito comercial, me topé con una manifestación bulliciosa, con unos cien hombres vestidos de calzoncillos, algunos con taparrabos o con una tela que cubría lo de adelante, mas no lo de atrás.  Muchos llevaban gorra o sombrero para evitar el sol en los ojos. Algunos calzaban zapatillas o botas de trabajo.

De vuelta sobre el Paseo de la Reforma, cerca del monumento El Ángel de la Independencia, con cientos de miles de autos que pasaban, estaba el acampado donde las mujeres, también desvestidas, esperaban el regreso de los hombres con pancartas de protesta en alto.

Eran los llamados manifestantes campesinos de los “400 pueblos” cuya protesta comenzó en el 2003 con motivo de la incautación de sus tierras en el estado de Veracruz.

Continuaron su vigilia diaria – alterando el tránsito y escandalizando a los turistas – durante cinco años. Cuando yo estaba allí, me incorporé entre ellos para tomar fotografías de los dirigentes desnudos delante de policías enteramente uniformados con equipo antiprotestas. Algunos jóvenes campesinos tocaban un tambor con ritmo irritante.

No estoy seguro qué fue, exactamente, lo que provocó a la policía. Tal vez fuera el tambor, o tal vez la manifestación se acercaba demasiado a la legislatura. Los granaderos comenzaron a encerrarlos. Los campesinos desnudos se dispersaron, yo en medio de ellos, corriendo por la calle.

Las protestas continuaron durante cinco años.

Su misión económica, política y humanitaria queda conmemorada en un libro de Víctor Allen, “The Movement of the 400 Pueblos of Veracruz: When Your Body is Your Only Weapon”. Quedan recordados por su valentía y fortaleza y por enfrentarse a lo que parecían ser probabilidades imposibles, negándose a dar marcha atrás ante políticas y políticos intransigentes bajo la lluvia o en el frío. Lograron su objetivo en el 2008 y recuperaron sus tierras.

Esta manifestación fue seria, disciplinada, determinada y se fundamentaba en una realidad que les afectaba a ellos, a sus familias y a su comunidad. Pareciera que los manifestantes desnudos de los 400 pueblos servirían de modelo para otros que sienten igual determinación.

Los miembros de los grupos Tea Party hoy se parecen más a aquellos granaderos que hicieron dispersarse a los manifestantes serios. Se complacen con hundir a voces a sus co-ciudadanos y con mofarse de los integrantes minusválidos de nuestra comunidad que dependen de soluciones del gobierno para atender sus problemas médicos. Acogen entre ellos a matones obsesionados con las armas de fuego.

Lo que tratan ellos es de hacer bulla más que confrontar temas de seriedad pública, y por ello deberían retirarse, rabo entre las piernas.

 

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