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Camino hacia el sur de Chile, la ruta hacia la destrucción

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La carretera que parte desde Santiago hacia el centro-sur de Chile, la zona más afectada por el terremoto del pasado sábado, se ha convertido en un camino lleno de baches, grietas y desvíos que se convierten en una trampa para aquellos que se dirigen hacia el epicentro del seísmo.

A pocos kilómetros de salir de la capital chilena, un desvío de la ruta tradicional representa la primera muestra visible de las alternativas que los chilenos han debido tomar para esquivar las secuelas que el fuerte temblor dejó en sus vidas.

Como un espontáneo gesto de solidaridad, un hombre de mediana edad decidió hace unos días apostarse junto a la carretera para indicar, con la ayuda de un improvisado cartel y de una reluciente fogata, por dónde continúa el camino hacia la destrucción.

En ese punto, justo donde se alza el peaje de Angostura, en el que estos días no se paga ningún tributo, se divisa al otro lado de la carretera una larga hilera de unos diez kilómetros de vehículos que esperan volver a Santiago.

Una vez en la región de O'Higgins, la autovía comienza a exhibir poco a poco las fracturas que causó el terremoto.

Los continuos desvíos, los conos improvisados y la falta de señales que adviertan con anticipación se suman a la falta de visibilidad nocturna, y hacen de este camino una continua prueba de fuego para los conductores.

Aún así, de noche, la ruta aparece despejada, y la aparente tranquilidad se ve sólo afectada por el continuo tráfico de camiones del Ejército chileno que, pese a su silencioso despliegue, constituyen el primer presagio de que algo no va bien.

Los militares se dirigen hacia las regiones del Maule y del Bío Bío, las más afectadas por el terremoto de 8,8 grados de magnitud en la escala abierta de Richter y el posterior tsunami (olas gigantes), donde la desesperación por la falta de víveres ha llevado a sus habitantes a recurrir a saqueos, robos y pillajes.

Al amanecer, los vehículos comienzan a inundar la ruta y a colapsar los pocos surtidores de gasolina que aún disponen de petróleo en sus tanques y que, conforme se avanza hacia el sur, son más y más escasos.

Ya en la región del Maule, la autovía aparece salpicada por numerosas grietas, cada vez más grandes, que parten en dos el asfalto.

Un camión volcado en el arcén advierte también al conductor de los riesgos del camino.

Los vehículos, en su mayoría camionetas o todoterrenos, llevan de todo a cuestas, como señal de que hacia el sur falta lo más imprescindible.

Pasado Talca, a 257 kilómetros al sur de Santiago, llega el desvío a Constitución y Cauquenes, dos de las localidades más afectadas de la región del Maule, aunque no tanto por el terremoto sino por el posterior tsunami que barrió sus casas y calles.

En el camino hacia esas dos localidades, cuyo aislamiento se ha agudizado estos días, se avistan pequeñas casas de madera o de adobe que no resistieron el embate del movimiento telúrico y quedaron reducidas a escombros.

Pese al desastre patente, numerosos vehículos recorren el camino enarbolando banderas de Chile, como muestra del espíritu de un pueblo que lucha por sobreponerse a los designios de la tierra sobre la que se asentó.

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