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El hispano Manuel Núñez trabajando en la fábrica r.s. owens de Chicago, Illinois, en la que se elaboran las estatuillas de los óscar desde 1983. EFE.

 

A más de 3.200 kilómetros de donde el próximo 7 de marzo se celebrará la gran fiesta del cine con la ceremonia de entrega de los Óscar, una fábrica de Chicago trabaja a contrarreloj para que las figuras que dan nombre a los premios estén a punto.

En la fábrica R.S. Owens, del noroeste de Chicago, se elabora desde 1983 la preciada estatuilla, quizás el elemento más significativo de la meca del celuloide, y donde el 95 por ciento de sus empleados son de origen hispano.

Las manos de Martín Vega son las primeras que tocan el material con el que se elaborara el premio. Vega, que trabaja en la empresa desde hace seis años, recibe el metal en barras y es el encargado de su fundición.

“A mí me llega el metal que viene hecho en barras y yo lo tengo que derretir en el horno para empezar a hacer el Óscar”, dijo Vega.

Como él, otros hispanos forman parte del proceso de producción, que dura entre seis y ocho semanas por cada grupo de cincuenta.

Es el caso de Jorge Marroquín, que tras dieciséis años dedicados a la empresa explica con total precisión los pasos que sigue el preciado objeto tras salir del molde.

La estatuilla, de 3,845 kilos y 34 centímetros de altura, pasa primero por la zona de lijado y posteriormente toca las manos de los pulidores que le dan el lustre que el protagonista de la gala exige.

“En el segundo proceso lo llevamos a otro departamento que se encarga de lijarle y quitarle todas las imperfecciones, que son las líneas del molde. El tercero son los pulidores, que se encargan de que la figura salga brillante”, explicó Marroquín.

Una vez que Óscar, diseñado en 1927 por el director de arte de los estudios MGM, Cedric Gibbons, ha tomado el cuerpo llega el momento de darle su imagen final.

Para ello es necesario colocarle sobre su peculiar base con forma de película, otra de las características más significativas del premio.

De ello se encarga Josefina Loea, una joven que aterrizó en la empresa hace apenas un año pero que se siente orgullosa de poder forma parte de la gran familia que crea este pequeño personaje por el que suspira todo el mundo del cine y que despierta alegrías y decepciones a partes iguales.

“Yo me siento bien contenta y orgullosa porque cuando entré aquí solo pensé que quería estar aquí pero no lo dije, solo lo pensé. Y ahora ya lo ensamblo aunque no sé hablar inglés”, confesó Loea, mientras sostiene el galardón del mismo modo en que podrían hacerlo el próximo mes Penélope Cruz o Sandra Bullock.

La actriz española es una de las principales bazas latinas para una cita en la que también tienen opciones de llevarse la estatuilla a mejor película extranjera el largometraje peruano “La teta asustada”, de Claudia Llosa, y el argentino “El secreto de sus ojos”, de Juan José Campanella.

Quizás la Academia no decida premiar las creaciones hispanas pero pase lo que pase es innegable que la gran fiesta del cine no podría celebrarse sin el trabajo de esta minoría, que lejos de los flashes realiza también sus mejores “actuaciones”.

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