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Un gigante entra a la cancha electoral

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En enero, la Suprema Corte del país eliminó barreras que durante años limitaron el monto económico que las grandes corporaciones y sindicatos invertían en publicidad electoral. Ahora podrán gastar libremente lo que gusten. ¿Qué significa esto para la democracia y los intereses del electorado en general y de los latinos en particular?

    Días antes de cualquier elección, los electores se ven literalmente bombardeados por anuncios electorales en los periódicos, la radio, la televisión e incluso llamadas telefónicas en casa. ¿Cómo serán las próximas campañas publicitarias si las grandes corporaciones y sindicatos inundan de dinero la contienda electoral?

    Los medios viven de la publicidad. Obviamente, ellos se beneficiarán con esas nuevas corrientes financieras. ¿Y al votante, el encargado de tomar las decisiones electorales, quién le ofrecerá el abanico de información y opiniones diferentes que le ayuden a tomar una decisión justa y sabia?

    Por ahora, todo mundo sabe que:

Pocos electores leen y se informan a fondo antes de ir a votar

La gran mayoría de los votantes depende de la televisión, particularmente de los anuncios publicitarios partidistas, para informarse antes de ir a las urnas

Los anuncios publicitarios en gran medida distorsionan la verdad o presentan sólo una tajada de la realidad de un asunto o candidato político

La mayoría de los votantes toma decisiones electorales uno o dos días antes de la elección, y es entonces cuando se le bombardea por todos lados con anuncios

    El efecto de los anuncios publicitarios en el electorado que no está bien informado es enorme. De que otra manera se explica que una anciana latina haya declarado a la prensa que había decidido votar por George W. Bush porque en televisión se veía como un buen tipo que sabía cómo enrollar una tortilla antes de comer.

    Cómo se explica también la elección de Ronald Reagan, quien se proyectaba bien en televisión, por más que su mensaje político no tuviera lógica alguna.

     Sí, proponía eliminar el déficit presupuestal, que en ese momento era de 70 mil millones de dólares, reducir los impuestos y aumentar el gasto militar. Es difícil encontrar a alguien que sea bien recibido en casa si llega con la noticia de que le han reducido el sueldo y que, a pesar de ello, va a salir de todas sus deudas y a invertir más en gustos innecesarios.

    La esposa de más de uno mandaría al diablo al marido si llega a casa con ese cuento guajiro; sin embargo, el electorado estadounidense eligió a Ronald Reagan.

     Y sí, Reagan redujo los impuestos. La mayoría de los contribuyentes recibió una pequeña suma adicional en sus cheques semanales. Años después, un estudio del Banco de la Reserva reveló que los grandes beneficiados de esos recortes impositivos había sido el 1% de la población. ¿Quiénes forman ese 1% de la población?

    Y sí, el electorado vio la aprobación de grandes partidas presupuestarias para sistemas armamentistas, y recortes drásticos a los servicios públicos. Durante esa época eran pocos los desamparados en el país, conocidos entonces como “hobos”; después de los recortes, la población de desamparados comenzó a multiplicarse. Se redujeron los servicios médicos y se cerraron clínicas comunitarias. Un mal, hasta entonces desconocido, comenzó a propagarse como reguero de pólvora, causando luego muertes a derecha y siniestra. Se le identificó como SIDA.

    Esos estragos fueron causados por la miopía electoral. Eligieron a un presidente en base a impresiones y no en base al conocimiento y estudio del programa de gobierno que ofrecía.

    Y así sigue actuando el electorado. Se queja de estar cansado de la inacción del Congreso en Washington, de que los partidos no saben o no quieren trabajar por el bien del país.

    Y así el electorado se mete al juego de escuchar y creer al que lanza las acusaciones más fuertes sobre el otro y pone ahora a un partido en el poder para luego cambiarlo  en el siguiente ciclo electoral. Y el quehacer de gobernar, de solucionar los problemas del país y del pueblo, continúa atorado, estancado, porque los políticos no se atreven a actuar en favor del bien común, porque su actuar se basa exclusivamente en la lectura de las encuestas y de lo que funciona con un electorado voluble y mal informado. Y el ciclo se repite porque abundan la desinformación y los ataques políticos. 

    Ante este estado de cosas ¿Qué peso tendrá en las elecciones y en la tarea de gobernar la reciente decisión de la Suprema Corte? En ese escenario, el que más tiene más gastará en comunicar su mensaje que buscará proteger sus intereses y no necesariamente los del pueblo y el país. ¿Qué recursos tendrá en ese juego desigual el que menos tiene, usted, y su vecino? ¿Y cómo podrá comunicar su mensaje de interés personal y común a la masa electoral que en muchos casos se comporta como una veleta ante el viento?

    En un ambiente político enrarecido como el descrito ¿Qué suerte correrá un proyecto de reforma a las leyes de inmigración? ¿Los grandes intereses lo favorecerán o se opondrán a él? ¿Cómo actuarán los políticos en este año de elecciones de medio mandato (toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado se somete a la voluntad electoral en noviembre)? Entre hoy y noviembre, ante un plan de reforma migratorio ¿Votarán los congresistas de acuerdo con sus principios y a lo que más conviene al país o procederán de acuerdo a lo que indiquen sus encuestas de reelección? ¿Quién invertirá más en sus campañas o en anuncios publicitarios a su favor o contra en sus distritos electorales? ¿Contarán con el enorme apoyo económico de las grandes empresas y organizaciones de acuerdo a la posición adoptada en la reforma migratoria?

    Entre los beneficiados por el alza en los gastos publicitarios electorales serán los medios informativos. ¿Dedicarán los medios más recursos para ofrecer información más completa y equilibrada sobre los temas y candidatos electorales?

    Señoras y señores, la Suprema Corte ha permitido la entrada a un gigante a la cancha electoral. No se sabe con quién ni contra quién jugará. Eso lo decidirán los intereses del gigante, no necesariamente los del pueblo. Pero como quiera que sea, lo seguro es que los encuentros electorales serán menos parejos. 

J. Gerardo López es un periodista independiente radicado en Los Angeles. [email protected]

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