Consumida la euforia que rodeó la toma de posesión de Barack Obama hace un año, el presidente de Estados Unidos afronta la tarea de gobernar en 2010 con un índice de aprobación en los sondeos que ronda el 50 por ciento y sin poder culpar a su predecesor, George W. Bush, de los problemas.

Este es el año vital para el mandato de Obama, en el que se juega ser recordado únicamente como el primer gobernante negro de la historia de EEUU, lo que no es poco, o también como un presidente de éxito, de los que marcan un antes y un después.

“Tiene que presentar a los estadounidenses un proyecto ambicioso para el resto de su presidencia. Si no lo hace, será una presidencia fallida, que llevará a grandes pérdidas para los demócratas en las elecciones legislativas de noviembre”, pronostica Stephen Schneck, profesor de política de Catholic University, en Washington.

Y no puede quedarse en medias tintas, pues sus propios simpatizantes esperan el “cambio” con mayúsculas que prometió hasta la saciedad durante la campaña.

Schneck opina que en los primeros meses del año Obama debe anunciar una nueva agenda de objetivos a nivel nacional, como la reforma migratoria o un plan de acción contra el cambio climático.

Para ello, debe contar antes con el impulso político generado por la reforma del sistema sanitario, que se encuentra en su última etapa en el Congreso y cuya ratificación es probable, según los expertos.

Puede parecer prematuro juzgar el mandato de Obama por lo que pase en los próximos meses, pero la realidad política de Washington trunca el tiempo del que disponen los presidentes.

Pronto los legisladores se centrarán más en las perspectivas de su propia reelección en noviembre que en los trabajos del Congreso, y en 2011 comenzarán los movimientos para las presidenciales del año siguiente.

“La oportunidad del cambio no ha sido realmente tan grande como la administración de Obama pensó”, afirma George Edwards, experto de la Universidad Texas A&M.

Por ello, el presidente debe dejar claro ahora a los estadounidenses lo que quiere conseguir en lo que le queda de mandato.

La lista incluye asuntos no resueltos en su primer año como el cierre de Guantánamo, las guerras en Irak y Afganistán, la recuperación económica y la reforma financiera.

En 2009 la Casa Blanca pudo atribuir esos problemas al gobierno de Bush, pero este año la culpa de cualquier revés la tendrá Obama.

La crisis económica y sus retos

A nivel nacional, la economía es el asunto crucial.

Fue el tema en el que el presidente se zambulló nada más entrar en la Casa Blanca el 20 de enero de 2008, con la esperanza de que “con medidas enérgicas y el cambio en el ciclo económico la situación sería mejor ahora mismo”, recuerda Steven Fazzari, profesor de economía de la Universidad de Washington en Saint Louis (Misuri).

Aunque la economía de EEUU volvió a crecer en la segunda mitad del año, el desempleo afecta al 10 por ciento de la población y los desahucios están en un nivel récord.

La mayoría de los analistas de Wall Street considera que la recuperación está afianzada, y la subida de los mercados así lo refleja, pero fuera de Nueva York hay muchas voces escépticas, incluido el Fondo Monetario Internacional (FMI).

“El repunte es frágil. No creo que ni siquiera haya pruebas de una recuperación, puesto que se basa en acumulación de inventarios”, según el profesor Fazzari.

Por ello, probablemente a su pesar, la debilidad económica estadounidense será aún un asunto principal de Obama este año, y de su éxito dependerá en gran medida el resultado de las elecciones de noviembre.

Los analistas dan por descontada una pérdida para los demócratas, ahora mayoría en el Congreso, pero la cuestión es si mantendrán suficientes escaños para apoyar las prioridades legislativas del presidente.

A nivel internacional la luna de miel de Obama también ha terminado.

El presidente de EEUU debe convencer a otros países de que acepten más detenidos de la base de Guantánamo (Cuba) para poder cerrar el penal, y ser apoyado por sus aliados con tropas en Afganistán para dar una oportunidad de éxito a su nueva estrategia en ese país.

En Oriente Medio, Obama prometió relanzar el proceso de paz en su primer año en la presidencia, pero las negociaciones están estancadas, en gran medida porque continúa la construcción de asentamientos israelíes en territorios palestinos, incluido Jerusalén, pese a las críticas de Estados Unidos.

Se trata, por ello, de una agenda muy cargada para la cual el presidente estadounidense desearía contar con el apoyo del 70 por ciento de la población con el que comenzó su presidencia.