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La incertidumbre de Guantánamo

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El futuro de Guantánamo no es muy claro después del intento de atentado en Navidad. Republicanos no quieren que se cierre, Demócratas apoyan la decisión de Barack Obama. EFE

El atentado fallido en el vuelo Amsterdam-Detroit, que las autoridades estadounidenses vinculan a la rama yemení de Al Qaeda, puede complicar el cierre de Guantánamo, en Cuba.

De los 198 presos que siguen encerrados en la cárcel, situada en la base de Estados Unidos en la isla de Cuba, 92 son yemeníes. El temor a que algunos sean liberados -como está previsto- e ingresen en las filas de Al Qaeda una vez en su país, alarma a algunos congresistas, que exigen una revisión de los planes del Gobierno.

La Casa Blanca ha reiterado en los que los planes para cerrar Guantánamo, aunque con retraso respecto al calendario original, siguen adelante.

Sin embargo, el incidente terrorista en el que Umar Faruq Abdul Mutallab, un nigeriano de 23 años, intentó hacer estallar un avión a punto de aterrizar en Detroit el 24 de diciembre, reabre el debate sobre la prisión.

“Creo que es un mal momento para devolver a unos 90 yemeníes a Yemen”, dijo la congresista demócrata Jane Harman. “Por experiencia sabemos que algunos volverán a luchar contra nosotros”, agregó Joe Lieberman, senador independiente. Lieberman y los republicanos John McCain -ex candidato presidencia- y Lindsay Graham enviaron una carta al presidente Barack Obama en la que le piden que congele el traslado de presos yemeníes debido a la “situación de seguridad del país africano y el fracaso del Gobierno yemení en el pasado a la hora de controlar a prisioneros de alto valor”.

“Es hora de que el Presidente detenga el traslado de terroristas a otros países, incluido Yemen, y reevalúe la decisión de cerrar la prisión de Guantánamo”, dijo John Boehner, líder de la minoría republicana en la Cámara de Representantes.

Apenas pisó la Casa Blanca, Obama firmó un decreto en el que ordenaba cerrar Guantánamo a más tardar el 22 de enero del presente año. Cumplir la orden será imposible. El problema es qué hacer con los presos detenidos.

La Administración Obama ha decidido comprar una prisión de máxima seguridad en Illinois para albergar a algunos presos, y posiblemente juzgarlos, pero pasarán meses hasta que esté preparada para acogerlos.

Una parte de los presos deben ser liberados -no en EE.UU.- o devueltos a sus países para, en algunos casos, ser juzgados allí. Otros serán juzgados en tribunales civiles o militares en EE.UU. Un tercer grupo -los presos considerados peligrosos contra los que no hay pruebas válidas- seguirá detenido de forma indefinida.

Las dificultades para repatriar a presos yemeníes complican la ecuación. Y, como señalaba hace unos días a The New York Times Matthew Waxman, un ex alto funcionario del Pentágono, “las amenazas actuales procedentes de Yemen aumentan de forma clara los costes políticos de cerrar Guantánamo”.

Un atentado con éxito podría echar por tierra unos planes que nunca han entusiasmado a los estadounidenses, pese a su popularidad internacional.

A las organizaciones pro derechos humanos, que llevan años exigiendo el cierre de la prisión, tampoco les convence la detención indefinida de presos en una nueva prisión, aunque esté en territorio estadounidense.

El domingo John Brennan, zar antiterrorista de la Administración Obama, reiteró que “el centro de Guantánamo debe cerrarse porque ha servido de arma propagandística para Al Qaeda”.

Brennan también descartó, en contra de lo que fuentes bajo anonimato de la Administración habían filtrado en los días anteriores, que el traslado de presos a Yemen vaya a detenerse.

“No hemos detenido el proceso”, dijo en una entrevista a CNN. “Muchos serán procesados, algunos en tribunales (civiles) y otros, en militares. Algunas de estas personas serán devueltas a Yemen en el momento adecuado, al ritmo adecuado y de la manera adecuada”.

El 18 de diciembre, siete días antes del atentado fallido, la Administración devolvió a seis yemeníes a su país. Las autoridades de Yemen, que interrogaron durante días a estos presos repatriados, ya los liberaron, según declararon varias fuentes a Associated Press.

Bush entregó ciudadanos presos a Yemen, algunos de los cuales volvieron a tomar las armas contra Estados Unidos. Los medios de comunicación estadounidenses, basándose en fuentes oficiales, han vinculado a alguno de estos presos a Al Qaeda de la Península Arábiga, organización a la que Obama atribuye el incidente terrorista de Detroit.

El debate sobre Guantánamo no es aislado. Los republicanos también piden explicaciones sobre la descoordinación entre los organismos de seguridad y su supuesta bisoñez ante los terroristas. Obama regresó ayer a Washington con la seguridad nacional como prioridad tras unos días de vacaciones en Hawái. El presidente recibió la semana pasada en la Casa Blanca a los responsables de seguridad y espionaje para poner en común la información sobre los fallos que llevaron al atentado frustrado, al cierre de esta edición no se había publicado el informe de seguridad.

Obama quería dedicar el inicio del año a la creación de empleo. Ahora, con la renovada amenaza terrorista, le resultará más difícil. “Como sabéis, cuando eres Presidente de Estados Unidos tienes que ser capaz de andar y mascar chicle a la vez”, dijo su portavoz, Bill Burton, a bordo del Air Force One, en ruta hacia Washington.

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