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La 'Cumbre de las Rencillas' entre ricos y pobres

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La cumbre del cambio climático de
Copenhague se ha tornado en su tramo final, como otras veces ha
ocurrido en grandes reuniones internacionales, en escenario de las
rencillas seculares entre países ricos y pobres.

Las naciones en vías de desarrollo han aprovechado el foro para
reprochar la "responsabilidad histórica con el sur" de los países
ricos, a quienes han reclamado vehementemente que reduzcan sus
emisiones contaminantes para salvar el planeta.

Desde el delegado de Tuvalu, quien pedía con lágrimas en los ojos
que salvaran a ese pequeño estado isleño del Pacífico de sucumbir
bajo el mar, al bloque africano, las naciones pobres no han dudado
en culpar a los países ricos de todos los males de la Tierra.

La firme posición de países como China, que no se ha movido ni un
ápice de su postura inicial, ha obligado a países como los de la
Unión Europea (UE) a reclamar por activa y por pasiva un "compromiso
de todos" apelando a la voluntad de las nuevas potencias emergentes.

Del Protocolo de Kioto (1997), que sólo obligaba a reducir sus
emisiones contaminantes a los países ricos, a las negociaciones de
Copenhague, doce años después, el despertar de economías como la
china, la india, la brasileña y la mexicana ha desequilibrado y
diversificado la composición del espectro político.

Los países ricos, con la UE a la cabeza, han insistido
repetidamente en que ese protocolo ha quedado desfasado, por no
incluir a EEUU -que no ratificó el documento- ni a los países
llamados hoy emergentes.

"La diferencia con el proceso de Kioto es que en el siglo XXI,
nadie puede dudar que un acuerdo internacional de reducción de
emisiones debe incluir a EEUU y a los países emergentes", dijo la
futura comisaria europea del Clima, Connie Hedegaard.

Los países en desarrollo, sin embargo, se han negado a debatir
ningún acuerdo que no respete el Protocolo de Kioto, único tratado
vinculante que existe en la actualidad, por considerar que cualquier
decisión que vaya en contra del documento será empleado por los
países ricos para eludir sus responsabilidades.

No obstante, la cumbre ha dejado patente que China y Brasil no
están dispuestos a que su pujanza económica les meta en una un grupo
distinto al del resto de países en desarrollo y han defendido con
uñas y dientes que sus objetivos de reducción son voluntarios.

Durante la cumbre, ante la negativa de países como EEUU de
destinar recursos públicos a la adaptación al cambio climático de
economías tan poderosas como la china, Pekín y Brasilia han rebajado
sus reclamaciones de fondos de mitigación y se han ofrecido a
destinar ayudas a algunos de los países menos desarrollados.

En todo momento, sin embargo, insistieron en que ellos "no
mendigan nada" y el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva
afirmó que sólo reclaman lo que es "justo" y corresponde a los 200
años que los países ricos llevan contaminando el mundo.

El fantasma de los reproches sobre la colonización ha planeado
sobre Copenhague, sobre todo en las alocuciones del grupo africano,
que ha recordado una y otra vez la responsabilidad de las naciones
ricas por los problemas del sur.

El tono del diálogo se recrudeció con la llegada de los
presidentes de Bolivia y Venezuela, Evo Morales, y Hugo Chávez,
quienes arreciaron en sus críticas contra el capitalismo como
"cultura de la muerte" y "camino al infierno".

Mientras el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, emplazó a
los 192 países de la cumbre a "unirse por el bien común", los Países
Menos Desarrollados (LDC) expresaron su "frustración" por la poca
atención que se ha prestado a su postura.

Las naciones en desarrollo han expresado airadamente su rechazo
al proceder de la presidencia danesa y su decisión de mantener
reuniones con grupos reducidos de países y dejar fuera a la mayoría,
en una maniobra que han calificado de antidemocrática.

También Chávez anunció hoy que Venezuela no firmará un acuerdo
que se ha fraguado "a espaldas de la mayoría" por considerar que se
trata de un procedimiento "fraudulento".

Pese a todo, el presidente de la Comisión Europea (CE), José
Manuel Durao Barroso, y el presidente de turno de la UE, el sueco
Fredrik Reinfeldt pedían aún que todos hagan "propuestas ambiciosas"
en aras de un acuerdo "justo" y exigían responsabilidades al resto,
especialmente a EEUU y a China. 

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